Éste va a ser un blog que hable de uno de los líos más grandes en los que me haya metido nunca: echar de menos a alguien. No tendrá mucho sentido si no has estado en mi cabeza, pero si quieres intentarlo, empieza por el principio. En compensación, será real. Como la vida misma. Porque no voy a colgar algo con futuro, sino sentimientos sin orden ni concierto.
Bienvenido, si tú también has echado a alguien de menos.
"Un vínculo importante que conseguí después de mucho tiempo.
Me importa un comino con quién tenga que luchar. Si me arranca los brazos, le moleré a patadas. Si me arranca las piernas, ¡pelearé con él a mordiscos! Si me retuerce el pescuezo acabaré con él con la mirada. Y si me arranca los ojos ¡le echaré una maldición!".
Creo que Naruto es la única persona igual de comprometida que yo. El único que está dispuesto a dar todo lo que yo estoy dispuesta a dar. Y el único que lo tiene más o menos igual de jodido que yo.
Se siente como el final/ cuando estás más cerca de perder tus sueños/ que de perder un amigo./ Volando a ciegas/ me estoy lazando a la oscuridad/ a quién encontraré.// Oh chica/ y si me lleva toda la vida/ juro que derribaré cada pared/ el amor lo conquista todo.// En mi camino/ mañana me levantaré con el sol/ pronto me habré ido./ Las palabras no pueden decir/ cómo los recuerdos de los sentimientos de amor/ perdurarán.// Oh, chica,/ y si me lleva para siempre/ sé que vale la pena cada lágrima derramada/ el amor lo conquista todo.// En algún lugar hay un sitio en tu corazón/ donde las heridas nunca se curan/ bueno, no estás sola/ y así es cómo me siento.// El amor lo conquista todo/ éste durará una vida/ y si el amor lo conquista todo/ éste durará para siempre.
¿Recuerdas cuando volvíamos en metro del Capricho, y tú me tenías abrazada en tu regazo frente al cristal? Me puse a vomitar todo lo que me asfixiaba por dentro pero no podía decirte. Todo. Y cuando acabé, me preguntaste qué estaba diciendo. Y me cagué en la puta por ser tan cegata de no haber advertido que me reflejaba perfectamente en la ventana opaca frente a nosotros. Me temo que nunca sería una buena detective.
La verdad es que lo pasé un poco mal. Seguro que pensaste que era una loca que ya hasta hablaba sola, o algo así. Pero déjame aclararte, que aunque puede que haya algo de cierto en esa afirmación, no es ni remotamente verdad que hablase sola, te hablaba a ti. Y ya sé que el mensaje llega con algo de retraso, pero...
"No te marches. Joder, no te marches. Merecemos la pena. Y puedo enseñártelo. Puedo enamorarte otra vez, pero necesito que tú lo creas. Que creas en nosotros. Hazlo, joder. Quédate y déjame intentar que sonrías todos los días. Déjame quedarme. Déjanos quedarnos. Si te vas yo... Yo no sé qué va a pasar. No sé si voy a poder con ello. Y no me dan miedo las incógnitas, me da miedo el enunciado: "no está".
Sé que puedo hacerlo, pero tienes que darme esa oportunidad, de verdad, creyendo en un futuro... Nuestro.
Mátame o no te marches, joder, pero no me hagas vivir sin ti. No me metas en esa encerrona, porque como dijo Axl Rose, el mundo está en tus ojos".
Ahora releyéndolo suena un poco fuerte, ¿no?
Creo que volvería a repetir cada sílaba.
Sé que incluso habiéndotelo dicho, no habría servido de nada, que te habrías marchado igual. Pero no podía guardármelo. No quiero guardarme más cosas. No quiero guardarme más de ti. Si salto, salto de verdad.
And I've completely lost myself, and I don't mind.
I can't say no to you.
Shouldn't let you conquer me completely.
Now I can't let go of this dream.
Bajo tu hechizo de nuevo/ no puedo decirte que no/ ruega mi corazón, y está sangrando en tus manos/ no puedo decirte que no.// No debería haberte dejado torturarme tan dulcemente/ ahora no puedo dejar marchar este sueño/ no puedo respirar pero me siento...// Lo suficientemente buena/ me siento suficientemente buena para ti.// Derramando la dulce decadencia/ no puedo decirte que no/ me he perdido completamente a mí misma y no me importa/ no puedo decirte que no.// No debería haberte dejado conquistarme completamente/ ahora no puedo dejar marchar este sueño/ no puedo creer que me sienta...// Lo suficientemente buena/ me siento lo suficientemente buena/ ha sido un largo camino, pero me siento bien.// Y sigo esperando a que caiga la lluvia/ y derrame la vida real sobre mí/ porque no puedo aferrarme a algo tan bueno como esto/ ¿soy lo suficientemente buena como para que me quieras?// Así que ten cuidado con lo que me pides/ porque no puedo decir que no.
Siempre que pasábamos por algun lugar con intimidad, las cosas terminaban manchándose, lo cual es extraño, porque ambos llevábamos lo de estar limpitos bastante a raja tabla. Pero supongo que la limpieza personal no es lo mismo que la del medio, que nada importa cuando tienes al otro en tus brazos y fuego corriendo por tus venas.
Estaba limpiando mi casa, y caí en la cuenta de que es posible que fuera la última vez que quitara a su descendencia de mis sábanas. O que fregase la taza de ColaCao que él había usado en mi sofá. O que echaría a lavar lo que había utilizado como pijama.
Y pasé de limpiar la casa a participar de una pelea de proporciones titánicas conmigo misma. La fracción que sabía que había que limpiar porque mis padres no podían enterarse de que él había venido contra la fracción a la que, aún sabiéndolo, le daba exactamente igual, y sólo quería acurrucarse y olvidar que existía entre todos aquellos restos.
Y puede parecer asqueroso. Y no me importa.
Al final, pacté una especie de tregua conmigo misma; limpiaría cuando pasara aquella noche, dado que él iba a volver a dormir allí. Así pues, la fracción no-limpiadora se puso los pantalones de basket que él había usado como pijama y se hizo un burrito entre las sábanas manchadas de su olor y de su semen.
Pero cuando rompieron a llorar, lo hicieron ambas mitades juntas, abrazadas, tratando de suplir el enorme agujero negro que se estaba creando a nuestro al rededor, o dentro nuestra, según por dónde se mire.
Y de pronto, salió de mí una rabia extraña, ya que yo siempre tiendo a hundirme. Pero no esta vez. Aquello no había acabado. Y con aquello me refería a todo. A él y a mí. Ahora tendría que enfrentarme a la mayor putada de mi vida, la más difícil, y la que más iba a doler.
Y la iba a dar por culo, o a morir en el intento.
Volvería a limpiarle de mi casa solo para mancharlo todo de nuevo. Una y otra vez. Costara lo que costase. Me lo pinkyprometí a mí misma.
Pero, sólo por si a caso, me quedé ahí con su ropa un ratito más, respirándole en mi cama.
Recuerdo aquel finde que prácticamente pasé en su casa. Con Pulp Fiction, y la visita exprés al Rastro. Recuerdo lo horrible que fue aquella pesadilla, y cómo él me dejó abrazarle cuando logré salir de ella. Lo horrible que había sido el día anterior, y cómo él estaba ahí para mí. Lo increíblemente dulce que fue aquel beso de despedida, a simple vista gemelo de tantos otros. Recuerdo que deseé que todo aquello fuera verdad. Porque si lo era, íbamos a conseguirlo.
*(Ya sé, pero hay cosas que tienen que quedar reflejadas, coñe).
What would you say if I told you I'm not giving up
However long it takes
We can try.
¿Qué dirías si te dijera que he estado pensando/ en ti desde que te has ido?/ Desearía que de alguna manera pudiera volver todo esto como estaba/ y enmendar los errores que he cometido.// Así que podría decirte/ sé que las cosas no son como solían ser/ distintas caras, distintos lugares/ pero podemos intentarlo, podemos intentarlo.// ¿Qué dirías si te dijera que no me rindo?/ Sin importar cuánto lleve/ está claro que las cosas han cambiado desde que empezamos/ pero no podemos alejarnos sin más, cielo.// Así que te estoy diciendo que/ sé que las cosas no son como solían ser/ distintas caras, distintos lugares/ pero podemos intentarlo, podemos intentarlo.// Sé que las cosas no son como solían ser/ distintas caras, distintos lugares/ pero podemos intentarlo, podemos intentarlo.// Sé que las cosas no son como solían ser/ distintas caras, distintos lugares/ pero podemos intentarlo, podemos intentarlo.// Sé que las cosas no son como solían ser/ distintas caras, distintos lugares/ pero podemos intentarlo, podemos intentarlo.// Sé que las cosas no son como solían ser/ distintas caras, distintos lugares/ pero podemos intentarlo, podemos intentarlo.
El sábado desperté, y su mano estaba debajo de mi camiseta. Nada porno, ¿eh? Sencillamente estaba sobre mi cintura, piel con piel, con un contacto mínimo, pero íntimo a más no poder.
Me dediqué a observarle un rato, ya que mi ventana siempre deja que se filtre algo de luz. Pensar que aquella podía ser una de las últimas veces que le viera recién levantado hacía que algo me sangrase por dentro. Pero en aquel momento, estaba allí. Así que carpe diem.
Intenté levantarme sin hacer ruido, y sin despertarle, pero no lo conseguí, así que le dije que se quedara en allí, que yo tenía que hacer algunas cosas, y le di un beso. Salí de la cama, le escribí una notita diciéndole la contraseña del ordenador, y me fui a la cocina, esperando que aquella tontería le hiciera sonreír… Y recapacitar, lo admito, pero sabía que eso último no iba a ocurrir en aquel momento, así que me conformaba con una sonrisa bonita.
Fui a la cocina, y me puse manos a la obra. Lo cierto es que sé hacer muchísimos desayunos superchachiguays, pero nunca le había preparado ninguno. Y todos los “nunca hemos podido hacer esto” me quemaban como un hierro al rojo vivo, así que no iba a dejarme nada en el tintero. Había pensado en hacerle tortitas, pero luego pensé que mejor crêpes. Lo que pasa es que mis crêpes eran demasiado gordos como para ser crêpes, pero demasiado finitos para ser tortitas, así que finalmente me decidí por no frustrarme, y cocinarle mi plato estrella; las torti-crêpes.
Cuando vi que habían pasado quince minutos (que era más que menos lo que duraba el vídeo), me acerqué con sigilo a la habitación, buscando ver su cara. Pero llegué, y el ordenador seguía en negro y él en la cama. La única diferencia es que la notita no estaba en su sitio. Y de repente, me llegó una voz desde el burruño de sábanas “no hay quién entienda tu letra”. No pude evitar reírme al ver que el pobre había intentado abrir el ordenador y no había podido. Se lo desbloqueé, y me fui de allí, porque el vídeo era algo que tenía que ver él solo.
Terminé las torti-crêpes y puse la mesa, llevándolo todo para el salón. Y mientras estaba en ello, él apareció en el quicio de la puerta, con una sonrisilla vergonzosa y cara de dormido. Yo sé todas las veces que he intentado describir su expresión recién levantado, y no me acerco ni de lejos al nivel de monosidad que alcanza, os lo juro. Vino hacia mí, y me dio un beso. Me dijo que estaba loca. Y yo supe que le había gustado. Y había sonreído. Y me reconfortó, por mucho que supiera que gritar mi amor por él al mundo, en aquel momento, no iba a cambiar nada.
Vio las torti-crêpes que estaba a punto de llevar, y su sonrisa se ensanchó. De verdad que cada vez que veía aquello, todo el trabajo e incluso el dolor merecían la pena. De verdad que sí.
Fuimos al salón, y no sé cómo ni por qué, al final me encontré poniendo el vídeo en la televisión para verlo con él. Qué vergüenza, no era consciente de haber hecho tanto y tan fuerte el idiota. Pero no pude evitar reírme, y ponerme rojita, y en realidad no me importó en absoluto cuando me abrazó, y me dijo que era muy mona, y me dio mimitos, y besitos. Realmente no entendía qué era lo que fallaba cuando le veía comportarse así.
Estuvimos un rato más en el sofá, haciendo el mongolo y dándonos mimitos. Y cerré la puerta a mi cabeza, porque sabía que aquella mañana llena de luz sería de lo poco que me quedaría en nada de tiempo.
Cuando recogimos, me dijo que debería pasar por su casa, que su madre se iba a enfadar. Lo entendí, pero aun así algo se me encogió dentro ante la perspectiva de quedarme sola. Se vistió, hicimos un poco más el idiota, y se marchó, porque en realidad ya era una hora humana de comer.
Cuando la puerta sonó tras él, me deje caer hasta el suelo, y me hice una bolita en la esquina de la puerta y la pared. No quería, pero no podía pararlo. Empecé a llorar, flojito, y de repente estaba gritando. A pleno pulmón. Me apretaba las piernas todo lo que podía, tratando de alejar el dolor de mí. Que no se fuera, joder, que no se fuera. Por favor. No podía marcharse, no podía…
No sé cuánto había pasado así, pero le había dicho que volviera sobre las cinco, y de pronto ya eran las cuatro. Me recompuse como buenamente pude, con la promesa de sus manos, y comencé a preparar las cosas y a mí misma.
Peté mi mochila con todas aquellas cosas que iba a necesitar, y traté de esconder aquel miedo, porque no iba a dejar que me arruinara aquello. Ya tendría tiempo para morirme después.
Sorprendentemente puntual, él vino, y yo corrí hacia él, por dentro y por fuera, y cuando le besé, el nudo alrededor de mi garganta se aflojó un poco, y no quise pensar en nada más que en la parte áspera de sus dedos sobre mi mejilla.
Fuimos andando hacia el bus, y no sé qué hizo que me cabreó. Me cabreó. Llevaba mil días comiéndome miles de cosas, y aquello fue el colmo. Lo peor de todo es que ni siquiera recuerdo qué fue, pero no fui capaz de retenerlo. Y mini-bum. Y los dos sentados al lado en el bus, cada uno mirando para un lado. Y quería cogerle de la mano, pero tío, no. No podía tratarme como si fuera un trozo de metal insensible, joder. Que una cosa es que las cosas estuvieran precarias, y otra que sudara de todo lo que estaba pasando.
Cuando bajamos del bus, recuerdo que me dijo que si iba a continuar así. No respondí. Me cogió de la mano y me hizo girarme. Le dije que no me podía tratar así. No dijo nada, pero me atrajo hacia sí y me abrazó. Y no sé si pensaba que no tenía razón, pero que no quería verme enfadada, o que tenía razón pero no iba a admitirlo. En cualquiera de los casos, me rendí un poco en sus brazos. Era difícil resistir aquel tipo de treguas.
Comenzamos a andar hacia el Capricho, ya que había decidido un lugar bonito, triste, y al que no tuviera que volver por ningún motivo salvo que así lo decidiera. Los recuerdos que iba a dejar allí eran preciosos sí… Pero iban a doler como nada en la vida.
Tras un rato caminando y hablando, siempre de la mano, encontramos un rincón escondido, un banquito al pie de un camino que se desviaba del principal, rodeado de árboles, y sentí que habíamos llegado al lugar indicado.
Nos sentamos, y me besó. Dulce. Y me besó otra vez. Más dulce aún. Hablamos un poco más, y al final me decidí a darle mi regalo del seis. Le pedí que no mirase, abrí rápidamente la caja, y le di al play en el ipod. Poco a poco empezó a sonar suave la melodía de Lilium. Se giró y me miró, cuando le ofrecí la cajita que pretendía imitar a la que Kouta compartía con Lucy en Elfen Lied. La abrió con cuidado, y descubrió dentro el texto que le había escrito, explicándole el significado de todos y cada uno de los regalos que había ideado para él en las últimas semanas. Decidí leérselo. Y eh, no lloré hasta el final. Tenían que empezar a hacer medallas para aquel tipo de situaciones, de verdad lo digo.
Cuando acabé, le miré y me besó. Y le devolví el beso tratando de decirle lo mucho que le necesitaba.
Le dije que mirara un poco más, y encontró el rollito que llevaba escrito dentro la dirección del blog. De este blog. Le conté que estaba contando nuestra historia. Que era para él. Y que quería que lo leyera. Mi último regalo. Al menos antes de que se marchara. Mi primera obra… Para él, como no podía ser de otra manera. Y recordé el deseo de la moribunda Satine, tosiendo sangre en brazos de Christian y susurrándole “cuenta nuestra historia”. Pero yo no quería morir. Aunque no pudiera parar de llorar.
Me miró, y me abrazó muy fuerte. Me dio las gracias por todo aquello, y sentí que no las quería. No quería que me diera las gracias, quería que se quedase. Cuando me separé de él, no pude más, y las palabras se me escaparon de la boca a borbotones.
“¿De verdad tienes que irte?”
No me respondió, se limitó a abrazarme más fuerte. Joder cómo dolía aquello. Joder, joder, y joder. Por qué tenía que marcharse. Por qué.
Le abracé más fuerte, y vi que iba a estallar, así que le propuse echarnos un peta. Me miró… Bueno, con desaprobación y con algo de miedo la verdad. Accedió medio a regañadientes, y yo me lancé como una loba sobre la droga que iba a anestesiarme por lo menos durante un rato.
Cuando pegué la sexta calada, estaba algo más tranquila. Me apoyé en mi hueco de su hombro, y, casi sin darme cuenta, empecé a tararear Lillium, tal y como hacían los pequeños Kouta y Lucy mientras veían el mar. Y él empezó a tararearla muy bajito conmigo. Y sentí una vez más que le tenía tan dentro que cuando se marchara me iba a quedar como una cáscara vacía, una zombie. Y sentí una vez más que haría lo que fuera porque no se fuera… O porque volviera.
Cuando nos acabamos el pey, decidimos volver a casa, y acabarnos las tortitas que habían quedado. Nos levantamos de allí, y volvió a besarme. Me sujeté fuerte a su mano para mantenerme unida al mundo, y comenzamos a caminar hacia la saluda del parque. Lancé una última mirada a aquel banquito, y por mucho que me fuera a quemar después, grabé a fuego el roce de sus labios, y la canción de Lillium que lo habían conquistado durante aquella tarde.
Dilo una vez, dímelo dos/ ¿estás seguro de que estoy bien?/ Sólo una señal, para recordarme/que el mañana merece las peleas/ el guión que me mantiene con vida siempre cambia./ Así que pide un deseo y di...// Dame vida, dame amor/ ángel iluminado que viene del cielo/ no tan abajo, no tan alto,/ mantenlo perfectamente camuflado.// El guión que me mantiene con vida siempre cambia/ mi Mona Lisa me está haciendo sonreír/ justo frente a mis ojos!// Echa otro vistazo,/ mira a tu alrededor/ somos tú y yo/ es aquí y ahora./ Mientras brillas en el cielo/ te alcanzar/ porque todo lo que somos es todo lo que soy./ Sólo quiero que veas/ que siempre he creído/ que tú eres.../ El milagro que hay en mí.// Enséñame a creer como tú haces/ me asombra cómo te mueves/ de lado a lado, del principio al final/ sabes cómo hacer que dure./ El guión que nos mantiene con vida siempre cambia/ mi Mona Lisa me está haciendo sonreír/ justo frente a mis ojos!// Echa otro vistazo,/ mira a tu alrededor/ somos tú y yo/ es aquí y ahora./ Mientras brillas en el cielo/ te alcanzar/ porque todo lo que somos es todo lo que soy./ Sólo quiero que veas/ que siempre he creído/ que tú eres.../ El milagro que hay en mí.// Estos son los momentos que no puedes dejar pasar/ vamos a convertir el agua en vino/ ¡una vez más!// Echa otro vistazo,/ mira a tu alrededor/ somos tú y yo/ es aquí y ahora./ Mientras brillas en el cielo/ te alcanzar/ porque todo lo que somos es todo lo que soy./ Sólo quiero que veas/ que siempre he creído/ que tú eres.../ El milagro que hay en mí.// El milagro que hay en mí/ eres el milagro que hay en mí.
"Seguro que te ha costado entrar sola en una sala llena de gente, ¿verdad? Sí, ya lo sé. Ya sé lo que es sentir que no existes hasta que él te mira, o te toca la mano, o... ¡O hace un chiste a tu costa! Para que todos sepan que estás con él. ¡Que eres suya!"
Mírame, y luego ámame.
Sonríeme, y luego ámame.
Quédate conmigo, y luego ámame.
Improvísame, y luego ámame.
Ráptame, y luego ámame.
Rózame con tus manos, y luego ámame.
Juega con mi pelo, y luego ámame.
Grita que no me soportas, y luego ámame.
Decepcióname, y luego ámame.
Fóllame, y luego ámame.
Hazme reír, y luego ámame.
Bésame, y luego ámame.
Déjame tocarte, y luego ámame.
Déjame morderte, y luego ámame.
Déjame invadirte, y luego ámame.
Déjame arrascarte, y luego ámame.
Déjame chincharte, y luego ámame.
Déjame agobiarte, y luego ámame.
Déjame hacernos infinitos, y luego ámame.
Déjame escribirte, y luego ámame.
Déjame gritarte que te odio, y luego ámame.
Déjame sentirte, y luego ámame.
Déjame respirarte, y luego ámame.
Espero que esté claro que de ninguna manera podía escribir esto, y no dedicar MÍNIMO una reflexión hacia ellas. Y si de verdad alguien lo pensaba, ese alguien no me conoce.
Sus manos. Llevo dos años admirándolas, y aún sigo encontrando cosas en ellas. Pequeños detalles, pequeñísimos, pero sorprendentes, y adorables en la mayoría de los casos. El otro día, por ejemplo, me fijé en que la línea de su mano derecha de la vida tiene más subidas y bajadas que una montaña rusa. Y pensé en la mía, que es muy corta.
Sus manos son grandes, muy grandes. Tanto que puede cubrir mi rostro con ellas. Y mi pecho. Son ásperas, y están llenas de callos. Son manos de guitarrista, pero precisamente por eso tiene un control milimétrico sobre ellas. Y sabe aplicar una fuerza que partiría un trozo de madera, o una presión tan liviana que parece el roce de una pluma. Son rápidas. Pero saben adaptarse a… Mí. Son manos muy masculinas. Y nunca nadie me había tocado como ellas lo han hecho. Con tanto mimo que parecía que temiese que me fuera a romper. Incluso cuando me ahogaba al hacerlo, se notaba que sus manos lo hacían con cuidado. Son las manos más ásperas que he tocado nunca, y las que más sentimientos han sido capaces de despertar en mi interior. Dejando a un lado el placer, me refiero a los sentimientos de verdad. Cuando me abrazaba, y sus manos me apretaban tan fuerte que parecía que querían pegarme a él. Cuando jugueteaban con mi pelo. Cuando levantaban mi barbilla para conducir mi boca hasta la tuya. Cuando sujetaban mi mano para darme un beso de esos de caballero antiguos en el dorso de ésta, sin apartar sus ojos de los míos.
Siempre me ha fascinado verlas tocando a la guitarra. Espero no sonar egocéntrica, pero creo que la manera en la que la acariciaban a ella sólo era comparable con la manera en la que me acariciaban a mí. A veces parecían una araña sobre el mástil, pero a veces parecían un amante acariciando a su amor. Más de una vez me he quedado embobada viéndolas moverse, desenvolverse, hacerse uno con la guitarra. Si esas manos no están dedicadas a crear música, que venga Naruto y lo vea.
Pero si hay algo que adoro más que juguetear con sus manos, embobarme con ellas, y descubrir nuevos detalles, es que me coja de la mano. Ir de la calle, sólo cogida de su mano, se ha convertido en uno de esos pequeños placeres que uno necesita para ir tirando en esta vida. Y si ya era una noche de verano, o una tarde de otoño… Pues “pequeño placer” se le queda bastante corto.
Mi mano en la suya, pequeñita, pero firme, cuando él me apretaba, o dibujaba pequeños patrones sobre mi pulgar... A veces es todo lo que me hace falta.
Temo en lo más profundo de mi ser que llegue un momento en el que tenga que caminar a su lado sin darle la mano. Sé que puede parecer estúpido pero es como... Mi punto de apoyo. El cable de metal que me une a la tierra, que hace que todo siga en su sitio cuando nada más lo está.
Recuerdo aquel sábado que fui a buscar nícalos. Andando por el bosque, me tropecé con unas ramas y me caí. Y allí me quedé, sentada en el suelo y llorando, pensando en cómo tú siempre me cogías cuando iba a caerme, en el sentido figurando y en el literal.
Lógicamente, no esperaba pasar las 24 horas de todos los días que me quedaban contigo para que evitaras que me la pegase, pero la idea de que no fueras a estar nunca más...
Aquella
mañana me desperté, y era un manojo de sentimientos. Por una parte, quería que
viniera, quería pasar aquel finde con él, dejarlo todo fuera, de alguna manera
que aún no tenía clara, y disfrutar, disfrutar sin más. Y por la otra parte
sabía que cada segundo que avanzase el reloj, él estaba un paso más cerca de
marcharse.
Aquella
mañana fue una de esas en las que tienes tanto que hacer que te bloqueas, y
terminas no haciendo nada. Y mi no hacer nada se resumió en “P.S: i love you”.
Necesitaba sentirme comprendida, ver cómo alguien más que yo se hundía hasta un
punto del que no se puede salir, sentirme menos sola. Porque si bien es cierto
que todas éstas habían estado a pie de cañón conmigo desde el primer momento…
No estaba segura de que ninguna me entendiera.
Y
durante un par de horas… Simplemente lloré, alto y claro. Lloré mientras perdía
a Gerry con Holly (puto cáncer), y recorría con ella todos aquellos recuerdos
que si bien preciosos sólo lo hacían más duro. Pero hubo uno de esos recuerdos
que me revolvió en mi silla. Cuando en una de las cartas la dice que vuelva al
karaoke donde salían, y ella canta una canción… “I’ll love you ‘till the end”.
La verdad es que es una patata de canción, pero van poniendo distintas
versiones de la misma a lo largo de toda la película, y me picó la curiosidad,
así que la busqué. Y ay mamasita.
La
canción original musicalmente hablando seguía siendo una mierda, pero aquella
letra… Decía todo lo que yo quería decirle. Y musicalmente hablando era una
mierda, así que estaba dentro de mis posibilidades. Y en ese momento lo supe;
aunque me saliera una patata, era la canción que tenía que tocarle.
Miré
los acordes y lo toqueteé un par de veces, pero poco más, así que fue fácil
prever el desastre en el que iba a terminar todo aquello, pero el fin en sí
mismo era un desastre, así que…
Comí
con mi familia, y en cuanto (¡por fin!) se hubieron marchado, empecé a hacer
preparativos. Primero bajé a por el plátano para la “fondue”. Sí, bajé a por un
plátano solo. Después arreglé la casa, arreglé mis coartadas, me fumé un peta,
y me fui a ducharmelavarmelepelodepilarmedarmecremitas. Ponerme en el punto de
belleza cero, que diría Flavia.
Intenté
plancharme el pelo, pero la zorra de mi madre se había llevado la plancha a
traición, así que me conformé con que pareciera que acababa de salir de los
ochenta.
Y
entonces me di cuenta de que faltaba mucho para que volviera de… Eso a lo que
iba los viernes. Pensé en ver alguna cosa, pero sabía que era probable que
acabase llorando me pusiera lo que me pusiera, así que me decidí por “Pesadilla
en Elm Street”. No hay nada como el gore antiguo para que la cabeza se pete un
poco y deje de pensar.
En
esto llegó Carla, a la que le servía mutuamente de excusa para irse a dormir
con su chico, y estuve un rato hablando con ella. Cuando se marchó, vi que él
me había mandado un mensaje diciendo que ya venía, así que me puse a recoger a
toda pastilla y a preparar aquello. Que bueno, “aquello”. Cuatro velas, unos
boles de fruta, y uno de nutella calentada. Qué trabajo, ¿eh? Pues la nutella
se me quemó. Menos mal que había dejado de repuesto por si queríamos repetir…
De verdad que aquellas cosas sólo me pasaban a mí.
Cuando
hube terminado, eché un vistazo a todo lo que había allí, y oye, no había
quedado tan mal. De hecho, estaba guay. Y justo entonces, sonó el telefonillo.
Abrí, con un pequeño remolino en el estómago. Volvió a sonar, y el remolino
creció un poco más. Sonó el timbre, y ya empezaba a parecerse más a un tornado.
Y ahí
estaba. Alto, guapo, sonriéndome. Entró y me besó suave, y echó una mirada
curiosa al tenue resplandor que se filtraba por la puerta del salón. Fue a
dejar sus cosas en mi habitación, y cuando hubo vuelto, le cogí de la mano y le
metí dentro del comedor, que estaba envuelto en una atmósfera tintineante que
salía de la luz de las velas. Su sonrisa fue más grande que la sorpresa sobre
su boca, y me sentí tan bien que le besé. Fuimos al sofá, puse algo de música,
y empezamos a comer fruta con nutella en aquella fondue improvisada mientras
charlábamos, y algún beso se nos colaba entre medias. Cuando vio el detalle de
las gominolas de ranitas puso una cara tan guay, que mereció la pena haberlas
mangado del hotel de Alemania.
Y poco
a poco había más besos que charla. Y supe que era el momento. Le dije que
esperase allí, y me fui a mi cuarto, donde había dejado aquel camisón que era
puro movimiento. Qué cosa tan bonita. Era de un verde venéreo, con florecitas
bordadas en el escote, y liviano como una hoja. Parecía élfico.
Aparecí
en el salón, con eso puesto, pero él no se dio cuenta, y no me vio. Carraspeé,
levantó la vista, y su cara fue mítica. Aquí me tiro el rollo, pero juraría que
se dividió entre “joder que guapa” y “joder que me la follo”. Sinceramente.
Me
acerqué a él, y me senté encima suya, dejando que el camisoncito se extendiera
sobre ambos. Puso las manos sobre mi cadera y susurró “¿Y esto…?” “Pues ya
ves”. Y todo lo que quedara por decir, empezó a traducirse al idioma boca,
cuello… Qué manos tan ásperas. Y qué suaves aun así sus caricias. Qué áspero el
mundo, y qué suave aquella burbuja de piel contra piel.
El
camisón no me duró nada encima. Tampoco a él su ropa. Qué brutal fue aquello.
Sobre el respaldo del sofá, sobre el sofá, apoyados en el sofá… Es que fue
sencillamente brutal. Casi despiadado, pero con besos y roces en medio que un
villano no concedería. Recuerdo que tuve uno de esos orgasmos que no ves salvo
en las pelis, sobre el brazo del sofá. Y que le sentí tan dentro que pensé que
se iba a quedar en mí.
Siempre
he pensado en él como un caballero durante el sexo por eso de “las damas
primero”, ya que solía asegurarse de que yo tenía lo mío antes de acabar él. Y
cuando hubo terminado, nos tumbamos en el sofá, él en ropa interior y yo sin
nada, como siempre, y nos abrazamos, sin más. Le sentía muchísimo. Piel con
piel, caliente, ligeramente húmeda del polvo. Estábamos tan allí… A veces me
abrazaba por la tripa, de esa manera que me gustaba tanto. A veces venía a mi
pecho, y me apretaba tanto, que realmente parecía que quería quedarse allí.
Queríamos
ver una peli, pero no nos decidíamos. Al final caímos en que aún teníamos
pendiente Kill Bill Vol. 2, y no hubo más discusión. La pusimos, y yo me senté
mientras él apoyaba su cabeza sobre mis piernas y dejaba que le arrascase. Me
encantaba el enfoque de la segunda película hacia Bill y Beatrix. La historia
hacía que tú también desearas esa venganza. Y esas peleas, ¡madre mía! Y aun a
pesar de lo que adoraba aquella obra maestra, de lo que era más consciente era
de sus manos en mi pierna. O alrededor mía cuando se levantó y nos sentamos
juntos, conmigo acurrucada en mi hueco de su hombro. Porque sí, puede que el
hombro fuera suyo, pero aquel hueco era mío.
Lloré
un poquito con el final. No puedo
evitarlo, me parece una historia muy triste. Y él me achuchó, y se rio, y me
dijo que era muy mona. Y aquello casi consiguió que me olvidara de todo, porque
era tan nuestro, y tan dulce que ay.
Recogimos
un poquillo y nos fuimos a la cama. Le dejé unos pantalones de basket, y me
quité la parte de arriba de mi pijama. No por nada, sino porque quería
sentirle, piel con piel, tanto como pudiera. Me abrazó. Me abrazó fuerte, y me
besó dulce, muy dulce. Le apreté contra mí, tanto como pude. Me refugié en sus
brazos, y de repente se me cruzaron los cables. Se me cruzaron, y no pude hacer
nada. Y empecé a llorar como hacía tiempo que no. Y me aferraba a él, y le
pedía que no se marchase, llorando más y más. Nadie me había visto así nunca.
Toda la desesperación, el miedo, la angustia, el dolor me salía a borbotones
por la boca y por los ojos. Y no podía pararlo. Sencillamente, no podía. Al
igual que no podía dejar que se marchase. Cómo iba a hacer eso, joder, él era
todo lo que quería en ese momento. Y lloraba, y lloraba, y le apretaba más y
más fuerte. Y él me apretaba contra sí. Y llevé la mano a su cara y la noté
húmeda. No había más que unas pocas gotas, pero fue un mazazo igual. “¿Estás…
Llorando?” “Sí”. Y fue la gota que colmó el vaso, joder, porque lo que le
necesitaba no era normal, y yo lo sabía, y sabía que no tenía sentido, pero no
podía negármelo más. Me sujeté a su cuello, llorando más todavía, y rogándole
que no se marchara, que se quedase conmigo. “No te marches, no te marches”. En
realidad no sé si era capaz de entender algo entre mis sollozos, pero no podía
parar. Él sólo me abrazaba, con un silencio mojado.
Al
final me tranquilicé un poco y él me besó. Y ese beso… Ese beso me removió por
dentro como un terremoto. No podía creer que se fuera a marchar besándome así.
En realidad fue un besito, casi como el choque de una gota de agua sobre un
paraguas, solo que sería un choque infinito, y suave, no seco y rápido. No pude
evitar pensar que de haber tenido que definir ese beso, lo hubiera hecho como
“un ínfimo te amo, dicho para el cuello de la camisa, con la boca chica, casi
inaudible”. No pude evitarlo.
Me
acurruqué todo lo que pude contra él, y me dormí, con la carita empapada y
rezando para no despertar nunca, y acabarlo todo entre sus brazos, con ese beso
que decía “te amo”.
Quiero pelearme por el lado izquierdo de la cama toda mi vida contigo. O al menos el tiempo suficiente para que nos lo acabemos quedando los dos. Tú encima y yo debajo. Y viceversa.
And I don’t know what I’d do if you walked away.
`Cause you're everything to me.
Intento decir que lo siento/ no pretendía romperte el corazón/ y encontrarte esperando con la luz del día./ Hay mucho que quiero decirte/ pero no sé por dónde empezar/ y no sé qué haría si te marcharas.// Oh, cielo, intenté hacerlo/ simplemente me perdí por el camino.// Pero cada vez que te miro/ no importa a través de qué esté pasando, es fácil de ver/ y cada vez que te abrazo, las cosas que nunca te dije/ parecen salir fácilmente/ porque lo eres todo para mí.// Realmente nunca quise dejarte entrar en mi corazón/ quise creer que esto acabaría pronto/ pensé que no importaría si todo se jodía/ pero ahora me doy cuenta de que sólo fingía.// Oh cielo, sé que te he herido/ pero puedes seguir creyendo en mí.// Porque cada vez que te miro/ no importa a través de qué esté pasando, es fácil de ver/ y cada vez que te abrazo, las cosas que nunca te dije/ parecen salir fácilmente/ porque lo eres todo para mí.// Va llevar un poco de tiempo enseñarte/ lo que significas para mí/ parece que cuanto más te conozco/ más necesito hacerte ver/ que eres todo lo que necesito./ Necesito, necesito, te necesito...// Oh cielo, sé que te he herido/ pero puedes seguir creyendo en mí.// Porque cada vez que te miro/ no importa a través de qué esté pasando, es fácil de ver/ y cada vez que te abrazo, las cosas que nunca te dije/ parecen salir fácilmente/ porque lo eres todo para mí.// Lo eres todo para mí/ lo eres todo para mí.
Hapiness, como aquella canción tan preciosa de The Fray que me ha acompañado durante todo este tiempo. El ser humano busca su felicidad por norma general, supongo. Y luego va y se enamora. Y a parte de convertirse en un gilipollas integral, deja de buscar su felicidad.
Si se ha enamorado de verdad, claro. Si lo ha hecho, su felicidad dará igual. Si la otra persona realmente lo necesita, todo desaparece, y estás ahí para él. Pues porque sí, porque tú te difuminas cuando en tu cabeza hay un “nosotros”.
El enamorarse, es lo que tiene, que te lleva a hacer miles de cosas que nunca te planteaste hacer, o peor aún, que juraste que no harías.
Te hace tragarte muchísimas cosas. Pero muchísimas, ¿eh? En cada discusión, con cada acto que ves de la otra persona que no te convence en absoluto. Te hace ir a lugares a los que tú nunca habrías ido, o a los que no querrías haber ido. Te hace tragarte pelis o series de mierda por la otra persona. Te hace estar con gente que de otra manera no buscarías ni habiéndote quedado sin abono y sin cobertura. Te hace renunciar a cosas que te prometiste que siempre irían lo primero, como dejar de escribir una tarde en la que querías hacerlo sí o sí porque él te pone un mensajito. Te hace comportarte de alguna forma en la que nunca pensaste que te comportarías, decir ciertas cosas que segundos antes hubieras jurado que nunca saldrían de tu boca.
¿Sabes qué pasa? Que toda moneda tiene dos caras.
Y aunque te tragues miles de cosas que no te gustan, que no te parecen correctas, o con las que no coincides, tú eres el primer imperfecto aquí, y la otra persona está haciendo lo mismo. Que de repente te lleva a algún lugar al que nunca te hubieras planteado ir, y descubres que te encanta, te descubre una serie, o un grupo sin el que de repente no puedes vivir. Que te pone en contacto con gente que luego das gracias de haber tenido ahí. Que esa tarde no la pasé escribiendo, ni él tocando la guitarra, pero hubo besos y sonrisas tan dulces que el libro o la canción que se nos hubieran salido de las manos aquel día habrían sido una basura en comparación. Que te hace hacer cosas de las que luego te arrepientes, sí, pero que no mucho tiempo atrás, eras 10% Marina 90% orgullo, y has aprendido a lidiar con eso, y voilà, gracias a él eres un poquito mejor persona. Aunque sólo sea con él, pero cuenta igual.
Y cuando ya creías que la otra cara de la moneda valía más, vuelves al principio de todo, y te ves a punto de cometer el error que te juraste nunca jamás ibas a volver a cometer en tu vida. Te ves a 78 horas de dejar que se marche de tu lado. A 78. Putas. Horas.
Y te rompes, en mil pedazos, por decirlo de alguna manera bonita. Y te preguntas por qué, aunque sabes la respuesta.
Porque es lo que él quiere. Porque cree que su felicidad es más fácil sin ti.
(Escribir eso ha sido peor que clavarme un puñal en la yugular).
Y esperas que se equivoque (y que sea capaz de verlo), pero así y todo no puedes evitar ponerle por delante. Y sólo te queda jurarte incluso con sangre que vas a luchar por esto hasta que no te quede nada dentro. Y esperar que no sea otra promesa más que nunca pensaste que romperías.
*Esto es trampa, pero recuerdo ir a casa de Pato, que él estuviera de mal humor, y al verme estallar, lo dejara todo a un lado para acercarse a mí, recogerme una lágrima de la mejilla, y besarme. Con esto no trato de demostrar nada, simplemente... Me dio qué pensar.*
Recuerdo aquel día que salimos por Argüelles, y le dije que había visto un tío que me había gustado más que él. Lógicamente, era una trola como una casa, pero él se puso celosillo. Y claro, hogueras de San Juan bailándome por dentro.
*Sé que esto es trampa porque es posterior al blog, pero no pude resistirme.