sábado, 1 de noviembre de 2014

Felicidad.

La felicidad. 
Hapiness, como aquella canción tan preciosa de The Fray que me ha acompañado durante todo este tiempo.  El ser humano busca su felicidad por norma general, supongo. Y luego va y se enamora. Y a parte de convertirse en un gilipollas integral, deja de buscar su felicidad. 
Si se ha enamorado de verdad, claro. Si lo ha hecho, su felicidad dará igual. Si la otra persona realmente lo necesita, todo desaparece, y estás ahí para él. Pues porque sí, porque tú te difuminas cuando en tu cabeza hay un “nosotros”.
El enamorarse, es lo que tiene, que te lleva a hacer miles de cosas que nunca te planteaste hacer, o peor aún, que juraste que no harías.
Te hace tragarte muchísimas cosas. Pero muchísimas, ¿eh? En cada discusión, con cada acto que ves de la otra persona que no te convence en absoluto. Te hace ir a lugares a los que tú nunca habrías ido, o a los que no querrías haber ido. Te hace tragarte pelis o series de mierda por la otra persona. Te hace estar con gente que de otra manera no buscarías ni habiéndote quedado sin abono y sin cobertura. Te hace renunciar a cosas que te prometiste que siempre irían lo primero, como dejar de escribir una tarde en la que querías hacerlo sí o sí porque él te pone un mensajito. Te hace comportarte de alguna forma en la que nunca pensaste que te comportarías, decir ciertas cosas que segundos antes hubieras jurado que nunca saldrían de tu boca. 
¿Sabes qué pasa? Que toda moneda tiene dos caras.
Y aunque te tragues miles de cosas que no te gustan, que no te parecen correctas, o con las que no coincides, tú eres el primer imperfecto aquí, y la otra persona está haciendo lo mismo. Que de repente te lleva a algún lugar al que nunca te hubieras planteado ir, y descubres que te encanta, te descubre una serie, o un grupo sin el que de repente no puedes vivir. Que te pone en contacto con gente que luego das gracias de haber tenido ahí. Que esa tarde no la pasé escribiendo, ni él tocando la guitarra, pero hubo besos y sonrisas tan dulces que el libro o la canción que se nos hubieran salido de las manos aquel día habrían sido una basura en comparación. Que te hace hacer cosas de las que luego te arrepientes, sí, pero que no mucho tiempo atrás, eras 10% Marina 90% orgullo, y has aprendido a lidiar con eso, y voilà, gracias a él eres un poquito mejor persona. Aunque sólo sea con él, pero cuenta igual.
Y cuando ya creías que la otra cara de la moneda valía más, vuelves al principio de todo, y te ves a punto de cometer el error que te juraste nunca jamás ibas a volver a cometer en tu vida. Te ves a 78 horas de dejar que se marche de tu lado. A 78. Putas. Horas. 
Y te rompes, en mil pedazos, por decirlo de alguna manera bonita. Y te preguntas por qué, aunque sabes la respuesta. 
Porque es lo que él quiere. Porque cree que su felicidad es más fácil sin ti.
(Escribir eso ha sido peor que clavarme un puñal en la yugular).
Y esperas que se equivoque (y que sea capaz de verlo), pero así y todo no puedes evitar ponerle por delante. Y sólo te queda jurarte incluso con sangre que vas a luchar por esto hasta que no te quede nada dentro. Y esperar que no sea otra promesa más que nunca pensaste que romperías.



*Esto es trampa, pero recuerdo ir a casa de Pato, que él estuviera de mal humor, y al verme estallar, lo dejara todo a un lado para acercarse a mí, recogerme una lágrima de la mejilla, y besarme. Con esto no trato de demostrar nada, simplemente... Me dio qué pensar.*

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