domingo, 30 de noviembre de 2014

Mátame... O no te marches.

¿Recuerdas cuando volvíamos en metro del Capricho, y tú me tenías abrazada en tu regazo frente al cristal? Me puse a vomitar todo lo que me asfixiaba por dentro pero no podía decirte. Todo. Y cuando acabé, me preguntaste qué estaba diciendo. Y me cagué en la puta por ser tan cegata de no haber advertido que me reflejaba perfectamente en la ventana opaca frente a nosotros. Me temo que nunca sería una buena detective. 
La verdad es que lo pasé un poco mal. Seguro que pensaste que era una loca que ya hasta hablaba sola, o algo así. Pero déjame aclararte, que aunque puede que haya algo de cierto en esa afirmación, no es ni remotamente verdad que hablase sola, te hablaba a ti. Y ya sé que el mensaje llega con algo de retraso, pero...
"No te marches. Joder, no te marches. Merecemos la pena. Y puedo enseñártelo. Puedo enamorarte otra vez, pero necesito que tú lo creas. Que creas en nosotros. Hazlo, joder. Quédate y déjame intentar que sonrías todos los días. Déjame quedarme. Déjanos quedarnos. Si te vas yo... Yo no sé qué va a pasar. No sé si voy a poder con ello. Y no me dan miedo las incógnitas, me da miedo el enunciado: "no está". 
Sé que puedo hacerlo, pero tienes que darme esa oportunidad, de verdad, creyendo en un futuro... Nuestro. 
Mátame o no te marches, joder, pero no me hagas vivir sin ti. No me metas en esa encerrona, porque como dijo Axl Rose, el mundo está en tus ojos".
Ahora releyéndolo suena un poco fuerte, ¿no? 
Creo que volvería a repetir cada sílaba.
Sé que incluso habiéndotelo dicho, no habría servido de nada, que te habrías marchado igual. Pero no podía guardármelo. No quiero guardarme más cosas. No quiero guardarme más de ti. Si salto, salto de verdad.
Y voy a hacerlo. Estoy cogiendo carrerilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario