jueves, 28 de agosto de 2014

Ponte cómodo.

[...]
Y yo empiezo una fiesta, cuando presiento que sonríes. Presentir es querer en un futuro perfecto, urgente e incierto. Presentir es sentir antes de, porque sentir siempre es después de ti. 
Estoy andando de puntillas por tu cabecero. Haciendo equilibrios para no caerme y acabar rodando por el suelo. Sin luces. Sin triángulo de Bermudas ni de emergencia. Sin aviso de desahucio. Sin salida.
Pero contigo.

"El sexo de la risa", Irene X.

#24/08/14

Recuerdo cuando siempre se ofrece a acompañarme, a buscarme, a llevarme, a volver, a ir, a volver a ir... Siempre conmigo.

"Mirándote".

Este texto no es mío, pero lo he buscado en internet sin éxito. Aún así, considero que en referencia al capítulo anterior, le viene como un guante, así que aquí tenéis.

"Miro la cara que tienes cuando estás dormido.
Ocupas tu espacio robando casi siempre el mío.
Me pego a tu espalda y respiro el aire de tu oído.
Me fijo en tus manos que aprietan un puño vacío.

Te espero deshecha, igual te espera el pijama.
Recojo tus pelos y busco un dragón en tu cama.
Si te canto un cuento a menudo me cambio de acera. 
Y paso la noche soñando que la paso en vela.

Mirándote, mirándote, mirándote, mirándote...

Escucho la calma, respiro y me saco de adentro.
Escupo la rabia, te pienso y mastico el momento.
Recojo juguetes, me lamo y relamo tu viento.
Dedico un segundo a pensar quién robó nuestro invento.

Mirándote, mirándote, mirándote, mirándote...".

#23/08/14

Recuerdo a Antoñito, aka, la cosa más adorable del mundo. Le recuerdo todas las noches, al darle un besito. Recuerdo cuando llegó, y su cumpleaños. Recuerdo cuando el original jugaba con él en mi cama. Recuerdo sus manos alrededor del pequeñajo. Las recuerdo alrededor mía.

Capítulo 7.

Me desperté, y lo primero en que pensé fue en él. Aquella noche me había costado más de lo normal dormirme, y esto casi segura de que se debía a que no estaba cerca de su respiración.
Pero habíamos quedado para ir a la piscina esa mañana, así que moví el culo, me puse un bikini, y eché a andar hacia su casa.
Cuando llegué, tuvo que abrirme su madre, porque él seguía dormido y sin batería en el teléfono, pero cuando llegué a su habitación, toda envuelta en penumbra, no estaba por ninguna parte. 
Dejé las cosas en el suelo, y apareció por la puerta. Debía de haberle despertado al llamar al telefonillo. Tenía una carita de dormido... Sé que lo he repetido hasta la saciedad, pero cómo adoraba aquella carita.
En cuanto la vi, supe que aquella mañana no iríamos a la piscina. Nos tumbamos en su cama, y me abrazó fuerte contra él, al tiempo que se encogía y se hacía un burruño. Definitivamente, no saldríamos de allí.
Comencé a arrascarle, y al principio le salió con el típico "para, no hace falta", pero a los dos minutos se regodeaba y movía los piececitos. Lo cierto es que sólo le faltó ronronear para convencerme de que era un gatillo, aunque ya hubiera dejado claro que podía ser pistola.
Su cabeza estaba en mi pecho, y olía su pelo, como siempre, sin colonias ni nada por el estilo. Tenía mucho calor, pero ni por un millón de euros hubiera movido un  ápice de mi cuerpo en aquel momento. De hecho, de haber podido, me habría quedado así para siempre.
Y le vi tan dulce, tan expuesto, tan confiado en mis brazos, que sin querer comencé a cantarle. Sin emitir ningún sonido, para no despertarle. Le canté todas aquellas canciones que expresaban mis sentimientos como si yo misma las hubiera escrito. Las que el hubiera confesado que canté y las que no, todas. Y, de repente, levantó la cabeza y abrió medio ojo para mirarme. "¿Qué dices?" "Nada, nada. Lo siento, no quería despertarte".
Entonces se giró, dándome la espalda, pero cogió mi pierna y la puso sobre su cadera. Aproveché para quitarme la camiseta y apretarme contra él. Siempre me habían fascinado las líneas de su espalda, por mucho que él dijera que era muy delgadita y bla bla bla. Así que comencé a seguirlas con las yemas de mis dedos, suave, casi sin rozarle. Quería decirle tantas cosas... En algún momento iba a explotar. Pero sabía que hacer eso podía joder aquella especie de tregua que tanto me había costado, así que... Decidí escribírselo. Y le escribí, por todas partes, con tinta invisible y salada de mis ojos. En los hombros, en los brazos, en la nuca, en la espalda y vuelta a empezar. Todo aquello que me quemaba en los labios "ámame", "no te marches", "cree en nosotros", "puedo sacarnos de ésta", "no me hagas vivir sin ti"... "Te amo". Eso último lo escribí muchas veces. Tantas que al final mi mano se movía sola. Y sólo cuando sentí que el brazo se me iba a caer de tanto mantenerlo en alto, paré.
Comencé a darle besitos por la espalda, y subí medio milímetro la persiana, pero fue suficiente para que se girara y me dijera que la bajase. Le repliqué que quería verle, y lentamente fui descendiendo con los besitos por su pecho, por su tripa, hasta llegar a ese lunar que me pierde y que a veces le arrancaría de un bocado. Y descendí más, hasta que fue todo mío. Todo. Y cuando le tuve más a mi merced que nunca, probé algo nuevo. Porque reinventarse es sobrevivir, y yo estaba por tatuarme aquella palabra en la frente. De lo rápido que fue el efecto, resultó casi cómico, pero sobre todo fue gratificante, por el hecho de poder provocarle esas cosas. Deseé poder hacer lo mismo con su corazón.
Subí a su altura, y le besé. Le besé mucho. Y después me quité la parte de arriba del bikini, porque el nudo que se me clavaba en la espalda me estaba matando. Nos quedamos así, tumbados, mirándonos, hablando de vez en cuando. De repente, oímos la voz de su madre, y me dijo que me tumbara boca abajo. Y, efectivamente, al segundo después, su madre entró en el cuarto diciendo que era hora de comer. Se escandalizó un poco al ver mi espalda desnuda, pero se marchó muy discretamente.
Le dije que tenía que marcharme, y sorprendido me preguntó "pero ¿no te quedas a comer?". "No, ¿te dije que me quedaría?". "Ah, no sé, pensé que te quedabas, jo", y un mohín de fastidio que acompañó a esa frase.
Puede que sea una tontería, puede que no, pero el hecho de ver que le hubiera gustado pasar más tiempo conmigo encendió cada luz del planeta en mi cabeza. Hizo mi día. 
Me volví a vestir, y me acompañó hasta la puerta, en donde se miró al espejo (sí, es más presumido que la reina mala de Blanca Nieves, pero tampoco le culpaba; yo me pasaría el día entero mirándole). Me besó suave, y me acarició el pelo. Le pregunté si le vería aquella noche, y asintió. Le besé una última vez, y me dirjí a la calle. Antes de cerrar la puerta del jardín, me giré y le vi en el quicio de la puerta, como siempre.
Ojalá ese siempre en futuro llegara a ser realidad. Cerré la puerta y me fui.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Tiana y el sapo.

Acabo de encontrar este vídeo, casi sin querer, y juro que no he tenido nada que ver a la hora de hacerlo. Pero tiene que ir detrás de este texto, sí o sí.

(No me deja adjuntarlo, así que dejo el link, y a libre elección de quien quiera verlo).

https://www.youtube.com/watch?v=GTynqzUHbVU

Él fue la primera vez que recé.

Recuerdo la primera vez que recé, porque hace un mes escaso de ello.
Estaba en la cama de la habitación de la playa, ese lugar al que espero no volver nunca más, y las pesadillas me impedían dormir, pero el día de trabajo exhaustivo me impedía hacer nada que no fuera mirar por la ventana.
Las estrellas estaban bonitas. Como velitas encendiendo un cielo poblado de oscuridad, como marcando el camino para alguien que andase perdido.
Alguien como yo.
Alguien como yo...
Cuando quise darme cuenta, estaba hablando alas estrellas. Les hablaba de ti. De cómo andabas cuando pensabas en tus cosas. De cómo tu mano se cerraba alrededor de la mía cuando paseábamos. De cómo tu sonrisa podría encender una noche tan oscura como aquella.
Recordé la película de Tiana y el sapo, en la que Charlotte, pedía a las estrellas un príncipe, y Tiana, su restaurante. Y no pude resistirme. Susurré ese "porfa, porfa, porfa" con todo mi ser, y pensé en ti.  Un par de lágrimas se me escaparon del precipicio de mis ojos. Si realmente hubiera alguien escuchándome que tuviera la capacidad de cambiar las cosas, le daría mi alma gustosa a cambio.
Y, por segunda vez aquella noche, cuando quise darme cuenta había entrelazado mis dedos, y hablaba... Con Dios.
Le dije que no estaba segura de no estarme volviendo esquizofrénica, pero que necesitaba hablar con alguien. Que entendía que no quisiera escucharme, porque no soy precisamente una santita, pero que había oído por ahí que predicaba el perdón. Le conté cuánto te echaba de menos, y me sentí culpable. Había guerras, hambre, muerte, y yo allí, pidiendo que tú me quisieras. Pero de verdad que no era ningún capricho. Te habías convertido en algo... En parte de mí. O yo en parte de ti, a saber. Pero en algo necesario, en cualquier caso. Y eso es lo que traté de explicarle al de arriba.
Cuando terminé, me di cuenta de lo que estaba haciendo, y de que, una vez más, habías tirado por tierra todos mis principios. Y, finalmente (y para mi sorpresa), entendí a Dios.
En serio, nunca había entendido esa necesidad humana de un alter ego todopoderoso y prometedor de un paraíso, pero aquella noche, suplicando por tu amor, lo entendí. Entendí que cuando la desesperación alcanza ciertas cotas, sobre todo en situaciones en las que una persona está atada de pies y manos, el ser humano necesita encomendarse a algo, sentirse respaldado, acompañado. Y entendí que aquella desesperación era, muy probablemente, el plato de cada día de muchísimas personas. Y entendí a Dios. El concepto de Dios. Considero la fe un don muy escaso. Seguro que hay afortunados que son capaces de creer en algo sin ningún tipo de aliciente o necesidad, pero me da la impresión de que la mayor parte de los creyentes, cristianos, y de casi todas las religiones, lo que tienen, más que fe, es esa necesidad psicológica de un pilar en el que apoyarse para no ahogarse en sus desgracias.
Y ahí me tenías, usando un pilar que sabía que no existía, pero deseando a más no poder que fuera realmente cierto, todo, por mi desesperación.
No he vuelto a rezar, ni volveré a hacerlo. Pero tampoco volveré a juzgar tan a la ligera a alguien que lo haga.
Puede que, en alguna parte, tengan a alguien como tú, y no puedan resistirse a pedirte a las estrellas.

#22/08/14

Recuerdo aquella vez que fuimos a las barquitas del Retiro (qué pareja madrileña no lo ha hecho). 
Recuerdo que hacía mucho sol, y todo resplandecía. Recuerdo que me sentía en una nube, al reflejar el lago con tanta precisión el cielo. Recuerdo nuestras risas. Recuerdo cómo me cantaste Trough the glass...

Behind blue eyes.

No one knows what it's like
to feel this feelings.

Nadie sabe lo que es/ ser el hombre malo, ser el hombre triste/ detrás de unos ojos azules./ Y nadie sabe lo que es ser odiado/ estar cansado de decir sólo mentiras//. Pero mis sueños no están tan vacíos/ como parece estar mi conciencia./ Tengo horas solo de soledad/ mi amor es venganza/ y nunca es gratis.// Nadie sabe lo que es/ sentir estos sentimientos/ como yo lo hago/ y te culpo a ti./ Nadie se traga así su ira/ nada de mi dolor y mi sufrimiento se va a ir.//  Pero mis sueños no están tan vacíos/ como parece estar mi conciencia./ Tengo horas solo de soledad/ mi amor es venganza/ y nunca es gratis.// Nadie sabe lo que es/ ser menospreciado/ ser vencido/ detrás de unos ojos azules./ Y nadie sabe cómo decir/ que lo sienten/ no te preocupes/ no estoy mintiendo.//  Pero mis sueños no están tan vacíos/ como parece estar mi conciencia./ Tengo horas solo de soledad/ mi amor es venganza/ y nunca es gratis.// Nadie sabe lo que es/ ser el hombre malo, ser el hombre triste/ detrás de unos ojos azules.

martes, 26 de agosto de 2014

Capítulo 6.

Habíamos quedado para comer, y, como siempre, él llegaba tarde. Solo que en aquella ocasión tenía excusa, dado que yo había adelantado la hora de quedada.
Pensaba llevarle a hacer un picnic, y como él tenía que comprar la comida, y yo unas sorpresillas, pasamos por el SuperSol. Cuando hubo acabado, le dije que me esperara fuera para buscar mis sorpresillas, pero no había nada en aquel super de mierda, así que me conformé con lo que mejor pensé que serviría, y salí de allí.
Podíamos haber ido a las vías del tren, pero él tenía que componer después y ambos queríamos sombra, así que fuimos a la Quinta (un parque muy bonito de Madrid), y más concretamente, a esa zona escondida en la que habíamos pasado tantos ratos; la vez que quedamos antes de mi primera visita a uno de sus ensayos, la vez que se nos metió entre ceja y ceja tomar un colacao en la calle a pesar de los doce grados que había, con aquellos vasos tan molonguis que se coloreaban con el frío...
Sí, definitivamente allí había muchos recuerdos.
Extendimos mis pañuelos, y no sentamos sobre ellos mientras charlábamos y comíamos. Lo cierto es que le notaba algo frío, pero no sabía muy bien cómo ubicarlo, ya que aquella mañana habíamos estado bien. Puede que hubiera estado dándole vueltas a todo aquello y que no estuviera convencido. Al final, sencillamente traté de acercarme poco a poco a él... Sin mucho éxito, la verdad.
Al menos hasta que terminamos de comer, y empecé a hacer tonterías.
La tontería del día consistía en un juego, un juego de comida. Yo le vendaría los ojos, y él tenía que adivinar que le estaba dando de comer. Si acertaba, tenía premio, y si no, tenía que pasar una prueba.
El problema era que habiendo llegado el día anterior de la playa, y con una salida a Alemania prevista para dentro de dos días, mi casa parecía a un desguace abandonado, y casi no había conseguido nada con que jugar, así que estaba viendo que me iba a tocar pringar a mí más que a él, pero al menos esperaba que nos riésemos un rato.
Comencé con algo facilito, unas patatas fritas. Lo cierto es que había algo sexy en eso de tenerle a mi merced, y poder hacerle lo que quisiera. Definitivamente, había que probarlo en otra ocasión, pero en ese momento, y con todo tan a flor de piel, decidí no tirar más de la cuerda.  Por supuesto, lo adivinó, así que pasé a por los picatostes. Él sabía perfectamente lo que eran, pero no era capaz de recordar el nombre, así que punto para moi, y prueba par él. Por último (ya he dicho que andaba muy corta de recursos), saqué un kiwi, que, para mi sorpresa, adivinó nada más rozar sus labios con ello. Qué cabrón, cómo me fastidió aquello.
Pero bueno, dos a uno. Le insinué mi premio número uno, y se puso colorado. "¿Aquí?" "Claro...". Nos retiramos hacia una esquina de ladrillo en la que alguien había escrito "éste es mi rincón favorito de Madrid", y no pude evitar pensar que yo me encontraba entre las piernas del mío. Cuanto más me aplicaba, más cachonda me ponía. Él vibraba en mis manos, y yo me crecía con él. Más y más. Cuando acabé, me hubiera follado a una pared. Pero gracias a dios, él siempre ha sido muy generoso, y de pronto me besaba las piernas, haciendo que mis uñas se hundiera en el suelo. Y es que como dice Irene X "maleducado estás más guapo". Cuando hubo acabado, me cogió de la mano, y dado que aún teníamos tiempo fuimos dando un paseo hasta su casa. Adoraba esos paseos. Siempre lo había hecho. Si... Si al final las cosas no salían bien... Aquella zona iba a ser mi ruina. Nunca volvería a caminar por allí sin sentir que una parte de mí se rompía en pedacitos a cada paso. Esperaba no tener que llegar nunca a eso, y pensaba sobre qué prueba ponerle. Podía putearle, y seguro que me lo pasaba muy bien, pero lo que en realidad quería saber era cómo habían sido aquellos días para él... Conmigo aquí de nuevo. Pospuse aquella decisión, y me propuse disfrutar del paseo mientras me hablaba de su primera fantasía. Decidí que aquel sería su segundo premio. En esto llegamos a su casa, y nos sentamos en el sofá. Nos besábamos, charlábamos. Siempre me gustó eso de nosotros, que éramos dos personas que hablaban... De todo, en todo momento. Desgraciadamente el todo incluye cosas de las que una nunca quiere hablar, y la conversación se fue hacia sitios que dolían; "es que no estoy nada convencido, yo no había planeado las cosas así, no sé si esto es una buena idea, deberías estar pasando por lo que pasé yo cuando me dejaste". Cuántas dudas. Puede parecer que no me lo tomaba en serio (aunque no creo que me haya tomado algo más en serio en mi vida), pero me vino a la cabeza una frase de la canción "Todo" de Pereza: "que me acojono cuando pienso, en tus pequeñas dudas y eso, que si no te tengo reviento...". 
"Oye, yo no... No creas ni por un momento que estoy bien. o sea, estoy aquí, y es más de lo que pensé que podía conseguir, pero vivir con el hecho de que puede... De que es probable que esto tenga fecha de caducidad me mata.  Y no te imaginas cuánto. En cuanto a lo de los planes... Pues no voy a decir que lo sienta, me alegro de que no salieran las cosas como las habías planeado".
Seguimos hablando, pero la hora de su composición llegó, y me acompañó hasta la parada del 77. Lo cierto es que no tenía tiki-tiki*, pero aún quedaban unos minutos para que llegara el bus, y quería estirar mi tiempo con él, así que le besé y le achuché, y respiré muy profundo su nuevo olor, para tener algo a lo que aferrarme aquella noche.  Pero finalmente el bus llegó, y cuando se marchó sin que me hubiera montado, le dije lo que pasaba, y sé que me estaba diciendo algo, pero sonrió tan bonito, que no pude sino embelesarme con aquella preciosidad. 
Se marchó, y yo emprendí el camino a mi casa, recordando lo que me había dicho "yo no había planeado las cosas así". Y pensé que él y yo nunca fuimos un plan. Fuimos una discoteca de casualidad. Un beso. Y una explosión. Nunca habíamos sido un plan, y éramos lo mejor que me había pasado en la vida. Así que ojalá el plan para recuperarle fuera el único que nos saliera bien.

*Tiki-tiki: billete sencillo/no sencillo necesario para utilizar el transporte público en Madrid.

#21/08/15

Recuerdo aquella Nochevieja en la que me recorrí puto Madrid con la bonita de Laura, y unos tacones que pretendían que me serrase los pies, para llegar hasta la fiesta en la que tú estabas. Aún recuerdo tu sonrisa, entre fumada y bebida, pero real. Cómo me empotraste contra la pared. Tu boca...

The loner.


Callejón sin salida.

Según me duchaba, no podía evitar pensar en dónde me estaba metiendo. Iba a intentar que se enamorase otra vez de mí. Y a contrarreloj, nada menos, porque una característica que no le definía en absoluto era la paciencia. O sea, pensadlo. Mientras hablábamos, había rechazado de plano la posibilidad de no intentarlo por el daño que pudiera llegar a hacerme, pero lo cierto es que podía salir de ahí jodida no, el hiper-superlativo de jodida.
No tenía ninguna garantía, nada. De hecho, y por mucho que me ahogara pensarlo, era bastante probable que todo saliera mal. Que intentara con toda mi alma recuperarle, y al final me quedara sin... Nada.
Y si eso pasaba... No quería pensar en las consecuencias que tendría en mí todo aquello.  Nunca, nunca le dejaría quedarse por pena, por lástima, pero lo cierto es que aquello me destrozaría, como si alguien me abriera con un hacha de arriba a abajo. Aunque probablemente esto no fuera tan rápido, ni tan clemente.
Me di cuenta de que de aquel momento en adelante no podría pensar, sentir o hablar en futuro, y que esa posición de mierda era infinitamente mejor que una de las opciones que me permitía pensar, sentir o hablar en futuro. El problema es que lo estaba apostando todo a una, y el problema  más grande de todos, que lo hacía porque no tenía alternativa.
¿Estaba dispuesta a eso? A vivir a diario con la idea de que podía perderle, de que estaba colocándome a mí misma frente al pelotón de fusilamiento esperando que alguien decidiera no disparar. A sentir con fecha de caducidad, a esperar una bala de la pistola apostada en mi sien. ¿Podía vivir con eso?
Y otra vez, la misma putada; sí, porque era la única posibilidad de tenerle de vuelta.

Still got the blues.


Capítulo 5.

Tras un batido en el Tommy Meals, aka, nuestro restaurante, llegó el momento de volver a casa, aunque por poco tiempo, ya que después iría a la suya.
Mientras cenaba, empecé a rallarme. Mucho (y el texto que sigue a este capítulo lo demuestra). Pero traté de apartarlo todo de mi cabeza, y, al menos por aquella noche, relajarme y disfrutar de nosotros.
Les había dicho a mis padres que me iba a casa de la bonita de María, y, por primera vez en toda la historia de la humanidad, mi padre se ofreció a llevarme en coche en vez de dejar que fuera en metro. Me acordé de todos sus ancestros, ya que él me había propuesto venir a buscarme a casa (cosa que adoro). Y debido a su faceta de vagueza máxima, mi sorpresa fue mayúscula cuando se lo comenté y me dijo "pues te voy a buscar allí". También fue mayúscula la emoción que me hizo (si, aunque fuera una tontería).
Rápidamente apañé las cosas con  María, que accedió a bajar a buscarme para dar veracidad a mi historia, monté en el coche, y mi padre condujo hasta su casa.
Ella me esperaba en la puerta, y sólo cuando me achuchó me percaté de cuánta falta me hacía un abrazo de esos.
Una vez que mi padre se hubo marchado, caminé con María hasta la parada de bus, charlando. Le conté por encima cómo estaba todo, y me dijo que no entendía nada, pero que se alegraba por mí. Lo cierto es que la entendí, porque yo me sentía un poco igual.
Al fin llegamos hasta donde él me esperaba, y cuando María se hubo marchado, me dio un beso... Muy dulce. Suave, con mimo. Sí, también adoro esos besos.
Montamos en un bus que nos llevó hasta su casa, y una vez allí, y después de saludar a su madre (a la cual considero super cuqui), subimos a su habitación. La cantidad de sentimientos encontrados que me sacudieron fue brutal. Habían pasado tantísimas cosas allí... El corazón se me encogía sólo de pensar en no volver a aquel lugar, o en volver estando yo en otro lugar.
Comenzamos a hablar, en su cama, como tantas otras veces, pero en aquel momento, había algo en el aire, algo subliminal que los dos oíamos, como un ruido sordo, cada vez más alto.
Y de repente un beso. Dos. Tres. Sus manos. Su pelo. Su olor, debajo de aquella colonia. Su piel, tan caliente... Hacía demasiado desde la última vez que me había tocado así, y lo necesitaba, lo necesitaba más que respirar.
Estaba encima mía, y yo encima suya, su boca, mi clavícula, mis manos, su espalda...  Ya no sabía dónde empezaba uno y dónde terminaba el otro. Y me daba igual, porque sólo quería más y más.
Fue brutal. Sin más. Siempre he sido de ese tipo de personas que piensan que sin un buen sexo una relación termina por estancarse. Y cuando cayó rendido encima mía, mientras yo aún vibraba del cacho de orgasmo que acababa de tener, una vez más no pude evitar que pensar que ojalá siguiera teniendo de aquello durante muchos, muuuuuuuchos años.
Estuvo cinco segundos en la cama antes de levantarse, buscar su ropa interior y coger la guitarra. Todo aquel tiempo había estado sonando Gary Moore, pero en aquel momento concreto, había puesto un live en el que tocaba "still got the blues". Comenzó a improvisar con los bluseros del ordenador, y yo me recosté sobre la cama para escucharle.
Cuando creí que había terminado dejé caer un "sonaba bien" y el me replicó "estaba improvisando para ti". Y yo seguía sin entender nada, pero sentía que me derretía.
Le apetecía una segunda cena, así que bajamos a por ella. Me puse su camiseta de Metallica, y nos sentamos en el sofá, él con el plato y yo picoteándole. Decidimos poner Hook, porque Robin Williams acababa de morir, y porque es una peli que nunca viene mal cuando hay sobredosis de realidad y escasez de esperanza.
Mientras la peli se cargaba (porque tardó, la jodía'), charlábamos. Recuerdo un momento en el que la conversación se derivó hacia zonas pantanosas; un "no te lo tomes a la ligera porque no sé si tiene arreglo o no" que me heló la sangre en las venas, un "no le quites importancia a todo esto" que me la congeló en las arteias y un "yo no había planeado en absoluto las cosas así", que hizo que el corazón se me convirtiera en un puño helado.
Pero entonces empezó la película y se tumbó sobre mis piernas, mientras yo le arrascaba y sus piececitos se movían, tan adorables como siempre. Le dije que si tenía calor, y me contestó que no importaba, que quería sentirme. El corazón se me descongeló un poco, aunque el miedo me seguí vibrando en los vasos sanguíneos.
Durante la peli, nos separábamos el uno del otro porque hacía mucho, MUCHO calor, pero siempre de una manera u otra, volvíamos el uno hacia el otro. Hubo un momento en el que me dormí. Demasiada presión, demasiados nervios, demasiadas noches de trabajo y miedos desenfrenados. Y, de repente, estaba en mi cabeza, y él me decía que se había acabado, que no había más vuelta de tuerca. Una y otra vez. Abrí los ojos aterrada, tratando de escapar de aquella visión como fuera y... Él estaba ahí. Mirándome, con una expresión que no supe descifrar. Alargué las manos hacia él y vino conmigo. Me preguntó que qué me pasaba, y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba llorando. Mascullé algo que sonó parecido a "una pesadilla", y le abracé todo lo fuerte que pude y más aún. Habría aceptados las pesadillas para todas las noches que me quedasen viva si él estuviera ahí para abrazarme cuando tratara de escapar de ellas.
Cuando la película estaba a punto de terminar (¿o lo había hecho ya?) le dije que quería volar. Me dijo que eso no se podía, y yo empecé a subirme al respaldo del sofá, intentando mantenerme en perpendicular a él, mientras decía "¡miraaa, sí que vuelo!". Obviamente, al segundo siguiente estuve a punto de matarme, cosa que me desilusionó mucho, porque realmente quería haber volado. Pero él me dijo "ven, que vas a volar". Colocó sus piernas debajo de las mías, me cogió por la cintura y de pronto... Volaba.  Sobre él, realmente suspendida en el aire. No pude evitar un gritito de excitación, y disfrutar como una cría pequeña. Él sonrió, y me bajó (porque, por mucho que no quiera admitirlo, peso lo mío), pero después de un rato volvió a cogerme. Y otra vez. Y yo no podía parar de sonreír ni de reír, al ver cómo se le curvaban hacia arriba las comisuras de esa boca tan bonita.
Al terminar la película nos dimos cuenta de que prácticamente se nos había ido la noche, así que subimos a su habitación. Hacía mucho calor allí dentro, así que me quedé sólo con las braguitas para dormir. Un par de besos, un par de caricias. No recuerdo muy bien aquel momento, porque lo cierto es que estaba realmente cansada, pero lo que sí recuerdo con meridiana claridad, es mi mano sobre la línea de su mandíbula, su mano sobre mi muslo, y a ambos riéndonos de algo que alguno había dicho. Dormirnos riéndonos, el uno junto al otro.
Creo que es uno de los recuerdos más bonitos que tengo de nosotros.

*****

A la mañana siguiente sonó el despertador, y lo apagué lo más rápidamente posible. Lo cierto es que lo había puesto un poco antes para poder mirarle mientras aún dormía (porque una simple alarma jamás sería capaz de despertar a semejante marmota).
Siempre me había fascinado dormido. Era como si el sueño le quitara años de encima, y asentara una calma absoluta sobre sus rasgos. Era increíblemente dulce cuando dormía. Y en aquellos ratos, que en realidad eran más míos que nuestros, volvía a enamorarme otro poco de él.
Seguí mirándole y acariciándole hasta que se hizo la hora de despertarse de verdad, por lo que empecé a darle besitos y a hablarle suavemente. Su mecanismo de autodefensa contras los despertares me decía que sí, pero yo sabía que no era consciente de lo que pasaba, así que subí un poco las persianas. Amigo, ahí sí que empezó a parpadear y a odiarme un poco, pero me había quedado demasiado tiempo mirándole y ahora había prisa, así que empecé a hacerle cosquillas. Al principio suavecito, hasta que le hinqué los dedos en las costillas, y pegó un brinco que le dejó sentado en la cama. Me acerqué a darle los buenos días, y me apartó la cara, enfurruñado. Le pregunté qué pasaba, y entre sus gruñidos entendí que cosquillas por la mañana no. Tuve que aguantarme la risa. Joder, es que era tan adorable que no podía menos que rendirme a él por las mañanas.
Bajamos a desayunar, y nos preparamos uno de esos tanques gigantes de colacao que eran tan suyos como esa carita de sueño que no se le quitaba hasta un buen rato después de haberse levantado. A continuación, subimos a vestirnos, y fuimos dando un paseo hasta mi casa, bajo el sol de la mañana, con una brisa fresquita y su mano en la mía. 
Cuando llegamos a la puerta de mi patio, me dio un beso. Y yo le di otro. Y sabía que le vería a la hora de comer, pero me costaba irme. Normalmente se quedaba en la puerta esperando hasta que yo quedaba fuera de su vista, pero me dijo que aquella vez no lo haría. Yo le contesté que no pasaba nada, porque en realidad tardaban lo mío en atravesar el patio entero. Pero... No pude evitar que se me encogiera algo por dentro.
Sin embargo, comencé a andar, y cuando me giré... Seguía ahí. Me sorprendió. Y me gustó aún más. Caminé otro trecho, volví a girarme, y seguía ahí. Y la sonrisa que me sacudió salía de muy dentro.


lunes, 25 de agosto de 2014

Si todavía me buscas, aún te encuentro.

Tendríamos que salir a encontrarnos. Salir a la calle desnudos con un abrigo y echar a correr.
Notar el frío en la cara, tumbar el pulso que nos echa el tiempo y decirnos cuánto nos hemos echado de menos.
Creo que simplemente es eso. Deberíamos volver a a tocarnos, volver a dejar a la ópera a la altura del chapurreo con nuestros gemidos, retomar el solo de batería que siempre hizo tu corazón contra el mío.
Y por si esto que te digo te sabe a poco, apuesto todo a tus manías y te aseguro que deberíamos volver a querernos. Sí, por si acaso a alguna idiota se le ocurre romperte el corazón antes de que yo lo haga.
Que el orgullo y la rabia sean nuestra bandera. Qué más da mientras enredemos las piernas en ella, no todas las guerras acaban a tiros.
Tendríamos que reconocernos méritos, por llegar a insultarnos tanto como a adorarnos.
Tendríamos que matarnos a besos y no a distancia. Hay un camino ardiendo desde todo lo que te digo a lo que te diría; hay años luz entre todo lo que te odio y lo que te puedo llegar a querer. 
Tendríamos que salir a encontrarnos
de todas formas
ya estamos perdidos.
"El sexo de la risa", Irene X.

#20/08/14

Recuerdo nuestra primera pinky promise. Fue la primera vez que quedamos. Aquella tarde, en la Quinta. Tú mudito, y yo con pies de plomo. Pero juntos.

Through the glass.

And it's the stars, the stars,
the shine for you.
Te estoy mirando a través del cristal/ no sé cuánto tiempo ha pasado/ parece que una eternidad/ pero nadie te dice que para siempre/ es como estar en casa, sentado solo en tu cabeza.// ¿Cómo te sientes? Esa es la pregunta/ pero olvidé que no esperas una respuesta fácil/ cuando algo como el alma/ se inicializa/ y se dobla como muñecas de papel y pequeñas notas/ no puedes esperar contar con la esperanza./ Y mientras estás fuera mirando dentro/ describiendo lo que ves/ recuerda que lo que estás viendo es a mí.// Porque te estoy mirando a través del cristal/ no sé cuánto tiempo ha pasado/ todo lo que sé es que parece una eternidad/ pero nadie te dice que para siempre/ es como estar en casa, sentado solo en tu cabeza.// Cuánto es real/ demasiado que preguntarse/ la epidemia de los maniquíes/ contaminándolo todo./ Cuando un pensamiento proviene del corazón/ nunca lo hizo desde el principio /tan sólo escucha los ruidos/ no más voces tristes./ Antes de que te digas a ti mismo/ que es una escena distinta/ recuerda que sólo es diferente a lo que tú has visto.// Porque te estoy mirando a través del cristal/ no sé cuánto tiempo ha pasado/ todo lo que sé es que parece una eternidad/ pero nadie te dice que para siempre/ es como estar en casa, sentado solo en tu cabeza.// Y son las estrellas/ las estrellas/ que brillan por ti./ Y son las estrellas/ las estrellas/ las que te mienten.// Porque te estoy mirando a través del cristal/ no sé cuánto tiempo ha pasado/ todo lo que sé es que parece una eternidad/ pero nadie te dice que para siempre/ es como estar en casa, sentado solo en tu cabeza.// Y son las estrellas/ las estrellas/ que brillan por ti./ Y son las estrellas/ las estrellas/ las que te mienten.//

domingo, 24 de agosto de 2014

Capítulo 4.

Tarde, como siempre.
Esperaba en el parque Titanic, temblando de puro nerviosismo, y pasaban cinco minutos de la hora a la que habíamos quedado.
Un what's app, y el autobús, que se había retrasado.
Lo peor de todo es que en ese momento adoré su impuntualidad, como un rasgo más de él, algo que quería de vuelta.
Me sudaban las manos, y respiraba agitadamente. Como no me calmara, la iba a liar. Me senté en un banco, y puse la cabeza entre las rodillas, tratando de convencerme a mí misma de que podía con aquello.
Entonces vi a una mariquita en el suelo, que intentaba volar pero no podía. Pobrecilla, era cuestión de tiempo que algo la aplastara.
No, de ninguna manera. Ambas íbamos a sobrevivir a aquella tarde.
Así que la cogí y la llevé hasta unas hojas, dejándola que corretease por ellas, observándola durante un rato. Pero, de pronto, el viento cambió y me llegó un olor. No era... Exactamente. Pero y si...
Me giré, y ahí estaba; alto, desgarbado, con el pelo peinado a lo Grease, moreno, con los hombros ligeramente más anchos... Guapísimo.
Pero ni siquiera fui realmente consciente de todo aquello, porque durante un segundo, el mundo, el universo, todo desapareció, y sólo quedó él, en un lugar en el que sí que podía alcanzarle.
Y de repente corría hacia él, como si escapara de leones. Y cuando le alcancé, mi cuerpo chocó contra el suyo, y mis brazos se aferraron a su espalda, para terminar de creer que todo aquello no era un sueño.
Y no lo era. Estaba allí. Y entonces dieron igual todas aquellas veces que me había prometido a mí misma que no lloraría, porque él estaba allí. Sin pasado ni futuro, tan sólo allí, conmigo. Y todo lo demás daba igual.
Le abracé tanto y tan fuerte, que no sé cómo no me apartó con cara de asfixia, pero cuando por fin le miré a los ojos, su boca estaba tan cerca... Fue puro instinto lo que empujó mis labios contra los suyos. Y, para mi sorpresa, su boca me respondió, con ansia, como si se rindiera a algo que había intentado evitar. Mira que ha habido veces en las que he sentido que sus besos me sacaban el alama por la boca, pero aquel los superó a todos. Le dije cuantísimo le amaba, cuantísimo le había echado de menos, y lo que pensaba luchar por él, todo, en aquel beso.
Cuando nos separamos, me susurró ese "hola" tan nuestro como nuestros ojos, y no pude menos que responderle con una sonrisa.
"Hola".
Caminamos charlando hasta un banco cercano, y una vez allí, volvió a abrazarme. Muy fuerte. Y otra vez. Y otra vez. Parecía que se resistiera a lo que estaba a punto de hacer. O eso quería yo pensar, ya que tras un rato de charla intrascendente, comenzó a hablar.
No soy capaz de reproducir esa conversación sin querer morirme (pero eh, aguanté como una campeona y ¡no lloré!).  Dejémoslo en que lo peor que podía haber pasado, pasó; ya no se sentía igual. Sus sentimientos habían menguado, se habían enfriado... Llamadlo x, pero sentía que ya no me amaba.
Juro que en aquel momento tuve que recurrir a todo el autocontrol de mis años más oscuros para no desmayarme. Ya. No. Me. Amaba. Cómo... Cómo podía haber pasado eso.  Yo seguía amándole con toda la fuerza de mi ser, con toda mi alma con... Todo. Con lo que se podía y lo que no. Sentí que el mundo se me caía sobre la espalda, y lo único que quería hacer era dejarme caer en alguna parte y no despertar.
Pero no había aguantado tanto para tirarlo ahora todo por la borda.
Me costó convencerle. Mucho, muchísimo. Más de lo que me ha costado nunca nada. Tiré de esto, de aquello... Aunque todo lo que dije fue tan cierto como que él me miraba con cara a medias de "no te vayas" y a medias de "no hagas esto más difícil. Saqué toda la artillería pesada, la no pesada, improvisé, desimprovisé, y aún así, pensé que no lo conseguiría.
Llegó el momento del vídeo, y cuando se dio la vuelta, ahí estaba yo, de rodillas, con su regalo en las manos, implorándole una segunda oportunidad. Yo también estuve segura de que no le quería hace tiempo. Y él estuvo seguro de que podría recuperarme, porque estaba dispuesto a todo.
Es cierto que le puse un poco entre la espada y la pared. Pero también es cierto que no le hice decidir una cosa y otra. Solo le obligué... A eso, a decidir.
Cuando acabé, todo lo que era capaz de balbucear entre lágrimas era un "di que sí, di que sí". Él me miró, de esa manera en la que te mira alguien a punto de hacer algo de lo que cree que va a arrepentirse. Me miró y me miró. Y entonces, lentamente, asintió con la cabeza.
Antes de que se diera cuenta, me había abalanzado sobre él, le besaba, le abrazaba, y le susurraba cuánto le quería, porque sólo en aquel momento me di cuenta de la increíble oportunidad que tenía frente a mí.
Y supe que no iba a desperdiciarla.

Demolition lovers.

I would drive until the end with you.
Cogidos de la mano/ en tus penas azules/ y entonces te diría que huyéramos/ con este baúl de munición también/ terminaría mis días contigo/ en una lluvia de balas.// Estoy intentando/ estoy intentando/ hacerte saber cuánto significas para mí/ después de todas las cosas que nos hemos hecho el uno al otro.// Conduciría hasta el final contigo/ una tienda de licores o dos/ mantendrían el depósito lleno./ Y siento que no queda nada por hacer/ más que probarme ante ti/y seguiremos huyendo.// Pero esta vez, lo digo en serio/ te haré saber cuánto significas para mí/ mientras la nieve cae/ de un cielo desierto/ hasta el final de todo.// Estoy intentando/ estoy intentado hacerte saber cuánto significas para mí/ mientras los días pasan/ y las noches crecen/ y nos enfriamos.// Hasta el final/ hasta esta piscina de sangre/ hasta esto./ Lo digo en serio/ lo digo en serio/ hasta el final.// Estoy intentando/ estoy intentado hacerte saber cuánto significas para mí/ mientras los días pasan/ y las noches crecen/ y nos enfriamos.// Pero esta vez le mostraremos/ les mostraremos cuánto significamos./ Mientras la nieve cae/ en un cielo desierto/ hasta el final de todo.// Todo lo que somos.../ Todo lo que somos son balas./ Digo todo esto en serio./ Todo lo que somos.../ Todo lo que somos son balas./ Digo todo esto en serio./ Todo lo que somos.../ Todo lo que somos son balas./ Digo todo esto en serio./ Todo lo que somos.../ Todo lo que somos son balas./ Digo todo esto en serio.// Mientras la lluvia atraviesa/ nuestros fantasmas/ para siempre, para siempre.// Como espantapájaros/ que alimentan esta llama/ estamos ardiendo/ para siempre.// Sabes cuánto quiero demostrarte que eres el único./ Como en una cama de rosas/ hay docenas de razones/ en esta pistola.// Y mientras caemos/ en esta piscina de sangre./ Mientras nos toquemos las manos./ Mientras caemos/ en esta piscina de sangre./ Mientras caemos/ veré tus ojos./ Y en esta piscina de sangre/ nuestras miradas se encontrarán/ lo prometo/ para siempre.

Amores platónicos.

Correrse llorando no es plato de buen gusto. Tampoco escribir estas palabras en el reverso de la hoja en la que esbocé el viaje que haríamos juntos.
Volverme un robot nunca fue mi intención, pero ya hasta el aire me parece innecesario. Y lo más humano que me queda son los recuerdos que me hacen querer desaparecer. Y el agujero en el pecho que me asegura que sigo aquí.
Tiendo a sujetarme muy fuerte las costillas, porque siento que en cualquier momento caeré hecha pedazos. Me río de los que hablan de dolor psicosomático cuando pierdes algo que te importa; esto es mucho más real que un puñetazo, y mucho menos gratificante, porque no hay nadie a quién devolvérselo.
Ni lo habrá nunca. Porque el que me agujerea el pecho es el único capaz de taponarlo. Oh, y parece ser que el tiempo, según dice todo el mundo. Pero la verdad es que no les creo. Porque le sigo amando con todo mi ser, y mientras eso no pase, lo demás no sanará. Como mucho, aprenderé a vivir con ello. Porque este amor sí que es más real que un puñetazo, más incluso que un camión de 6000kg pasándote por encima. E igual de mortífero.
Todo era más sencillo cuando mis amores eran platónicos.

#19/08/14

Recuerdo aquella vez en la que mis padres estaban de viaje, y te viniste varios días a dormir a mi casa. Uno de ellos, yo me fui de fiesta por un lado, y tú por otro, y acordamos quedar en mi casa a eso de las tres. Recuerdo llegar, y esperarte en la parada del bus, porque pensé que era la forma más sencilla. Recuerdo a ese hombre. Grande, con un abrigo pesado y el pelo oscuro. Recuerdo que me miraba, y me daba miedo marcharme porque podía ver dónde vivía. Recuerdo que empezó a hablarme y cómo comencé a retroceder, hasta que él alargó su brazo hacia mí y me cogió de la chaqueta, y entonces ya sólo corrí. Corrí tres manzanas más lejos, y cuando vi que no me seguía, corrí a meterme en mi casa. Y te llamé. Y tú viniste. Y a pesar de todo, al tenerte durmiendo a mi lado, aquella noche no tuve miedo.

Seize the day.

So what if i never hold you, or kiss your lips again?
So i never wanna leave you, and the memories of us to see,
i beg don't leave me.
Aprovecha el momento, o muere arrepintiéndote del tiempo que has perdido/ está vacío y frío aquí sin ti, demasiada gente por la que sufrir.// Veo cómo se quema mi mirada, siento a mis recuerdos marchitarse con el tiempo/ pero soy muy joven para preocuparme/ estas calles que recorrimos sufrirán nuestro pasado.// Te encontré aquí, ahora por favor quédate un rato/ puedo seguir adelante contigo aquí/ te ofrezco mi vida mortal, pero ¿será para siempre?/ Haría lo que fuera por una sonrisa, sosteniéndote hasta que nuestro tiempo se acabe./ Ambos sabemos que el día llegará, pero no quiero dejarte.// Veo cómo se quema mi mirada, siento a mis recuerdos marchitarse con el tiempo/ pero soy muy joven para preocuparme/ una melodía, un recuerdo, o sólo una foto.// Aprovecha el momento, o muere arrepintiéndote del tiempo que has perdido/ está vacío y frío aquí sin ti, demasiada gente por la que sufrir.// Nueva vida remplazándonos/ cambiando la fábula en la que vivimos./ No hacemos más falta aquí, ¿así que a dónde vamos?/ ¿Comenzarás un viaje esta noche siguiéndome a través de las paredes de la muerte?/ Pero ¿y qué pasa si no hay vida eterna?.// Veo cómo se quema mi mirada, siento a mis recuerdos marchitarse con el tiempo /pero soy muy joven para preocuparme/ una melodía, un recuerdo, o sólo una foto.// Aprovecha el momento, o muere arrepintiéndote del tiempo que has perdido/ está vacío y frío aquí sin ti, demasiada gente por la que sufrir.// Pruebas en la vida, preguntas sobre nuestra existencia/ no quiero morir solo sin ti aquí/ por favor, dime que lo que tenemos es real.// ¿Y qué pasa si no vuelvo a abrazarte, o a besar tus labios otra vez?/ Así que nunca quiero dejarte/ ni dejar de ver nuestros recuerdos./ Te ruego que no me dejes.// Aprovecha el momento, o muere arrepintiéndote del tiempo que has perdido/ está vacío y frío aquí sin ti, demasiada gente por la que sufrir.// Pruebas en la vida, preguntas sobre nuestra existencia/ no quiero morir solo sin ti aquí/ por favor, dime que lo que tenemos es real.// Silencio, me has perdido, no quedan oportunidades para un día más./ Silencio, me has perdido, no quedan oportunidades para un día más./ Permanezco aquí solo/ alejándome de ti/ no hay posibilidad de volver a casa./Permanezco aquí solo/ alejándome de ti/ no hay posibilidad de volver a casa.

Tesoros marinos.

Hoy encontré una pulsera en el mar. Nada del otro mundo, un cordón negro con una plaquita metálica que rezaba "vivir es increíble".
En ese momento sonreí. Quiero decir, que pensé que era seis, y fue una especie de empujoncito para darle una patada en el culo a la distancia, al menos durante un rato.
Ahora veo que el universo es mucho más enrevesado de lo que parece. Que sabía que lo que tendría esta noche a mano serían mis ganas de desaparecer, y la amiga, bien afilada. 
Gracias por intentarlo, fue un bonito gesto.

#18/08/14

Las miles de veces que, en invierno, paseando por cualquier parte, yo me moría de frío, y él me abría sus brazos y su anorak negro, y yo me refugiaba allí, sintiendo que tenía mi propio lugar seguro en el mundo.

Madrid.

Eres mi rincón favorito de Madrid.

Proyect Last Hope.

Ahí queda.

Capítulo 3.

He comentado ya que tenía una especie de agujero horrible a la altura del esternón, ¿verdad? Bueno, pues en cuanto intenté dejar de ser un zombie, me di cuenta de que iba a ser más complicado de manejar de lo que parecía. No me dejaba comer, ni dormir, ni respirar normalmente, ya puestos.Era como una especie de garra helada al rededor de mi garganta imposible de ignorar.
Pero yo tenía un objetivo.
Poco a poco, fue tomando forma. El discurso, el vídeo, la pedida. Todo se iba entrelazando, sin pausa pero sin prisa. Yo estaba atacada en todo momento, tratando de pulir más y más cualquier detalle, por nimio que pudiera llegar a ser.
Sinceramente, estaba acojonadísima. ¿Y si no lo lograba? ¿Y si todo se iba a ir a la mierda, pasara lo que pasase?
A pesar de todo, aquella noche caí rendida, debido al insomnio casi continuado que venía arrastrado. Sin embargo, las pesadillas me acosaban, y mi cuerpo descansó lo justo y necesario para no colapsarse, cosa que no podía venirme mejor, porque eran horas extra que dedicaba a los proyectos.
El discurso quedó finiquitado aquella misma noche, y las chupipandis (el grupo de conformado por las tres personas que espero que se queden siempre a mi lado) le dio el visto bueno. Después vino el "proyecto videoclip", el cual hubo que abortar por falta de tiempo y personal, y como sustituto llegó el "proyecto last hope" (que os voy a adjuntar después). Quedó patético, lo sé, pero necesitaba más que palabras para convencerle de que podía revivirnos, y con mis recursos, era de donde más se podía sacar. Como broche final, ideé una especie de pedida de mano, en la que le pediría la oportunidad que necesitábamos.
Durante todo este tiempo, había seguido hablando con él por what's app (nunca he podido, ni creo que pueda no hacerle caso), y lo curioso es que las cosas estaban totalmente en calma. Supongo que cuando se sueltan bombas de tales magnitudes entre dos personas, el siguiente paso por ambas partes es andarse con pies de plomo. Pero así y todo, no podía evitar que una parte de mí, un tanto masoquista, admitámoslo, disfrutase de las charlas. Al fin y al cabo, siempre me gustó hablar con él.
Y sin comerlo ni beberlo, se acercó el día 12, el cual se encontraba en mi calendario bajo el letrero "VUELTA A MADRID". Madrid... Su Madrid. Porque, tal y como cantaba Pereza, él era mi rincón favorito de aquella increíble ciudad.
Finalmente, tras siete horas de infarto en el coche, de romper a llorar sin poder contenerme, de hiperventilar y de una pota, por fin puse los pies en mi casa en busca de mi... ¿Destino?

Que no es lo mismo que no te vayas.

Cuando la llave entra a la primera.
Cuando ves la cerradura.
Y el rimmel se corre
pero tú también.
El viento que quiso llevarse todas sus palabras
pero prefirió ser manta
para taparle los pies
y el corazón,
manos.

Un hada enamorando al monstruo
Un pasado que se dice
pero no se pronuncia
El sonido de las piedras
que salvas
al volver a tropezar con ellas.

El nombre de mujer que coloca
La heroína que salva vidas
El alter ego de la muerte
El corazón con pintalabios
en cualquier espejo
de cualquier bar.

Una calle prestada a besar una plaza
donde aparcar la tristeza
sin que te multen.

El juicio a favor de la guerra de almohadas
El déjame en paz mundial

Todo eso
eres
también el verbo
estar.
Quédate,
joder
Quédate.

"El sexo de la risa",  Irene X.

#17/08/14

La primera vez que, para saludarme, me besó, me abrazó y después me susurró ese "hola", y yo sonreí y le susurré otro "hola". Parece una tontería, pero no estuvo ahí desde el principio, y ahora se ha convertido casi en un ritual inconsciente. Recuerdo que era un día de invierno en el que despuntaba el sol.

Please don´t leave me.

I forgot to say out loud, how beautiful you really are to me
i can't be without you my peferct little punching bag.
And i need you, i'm sorry.
No sé si puedo gritar más fuerte/ ¿cuántas veces te he echado de aquí?/ ¿O te he insultado?// Puedo ser muy cruel cuando quiero serlo/ soy capaz de casi cualquier cosa/ puedo cortarte en trocitos/ pero mi corazón está roto.// Por favor, no me dejes/ por favor, no me dejes/ siempre digo que no te necesito/ pero siempre voy a volver a aquí/ por favor, no me dejes.// ¿Cómo me he vuelto tan odiosa?/ ¿Qué hay en ti que me hace actuar así?/ Nunca he sido así de desagradable.// ¿No puedes decir que ha sido todo una pelea?/ Y que el que gane ha sido el que más fuerte le ha dado./ Cielo no lo digo en serio/ en serio, te lo prometo.// Por favor, no me dejes/ por favor, no me dejes /siempre digo que no te necesito/ pero siempre voy a volver a aquí/ por favor, no me dejes.// Olvidé decir en voz alta, lo bonito que eres para mí/ no puedo estar sin ti, mi pequeño saco de boxeo./ Y te necesito, lo siento.// Por favor, por favor, no me dejes/ cielo, por favor no me dejes, no me dejes./ Dices que no te necesito/ pero siempre voy a volver, siempre voy a volver a esto.// Por favor, no me dejes/ por favor, no me dejes/ siempre digo que no te necesito/ pero siempre voy a volver a aquí/ por favor, no me dejes.// Por favor, por favor, no me dejes.

No te marches.

Miro el teléfono, a pesar de que sé que no tengo mensajes. Al menos, no tuyos. Pero la esperanza es lo último que se pierde. Por desgracia. Si no fuera por esta puta esperanza, podría aniquilar a la raza humana, a la no humana, y a todo lo que se me pusiera de por medio.
Aunque no sé si podría contigo, amor.
Nunca acostumbré a llamarte así, ¿verdad? Sólo en mi fuero interno, aunque nunca lo hayas sabido. Como tantas otras cosas que siempre me guardé para mí, y que ahora me mata no haberte dicho. Como ese mechón de pelo más clarito que se te riza en la nuca. Como los despertares nocturnos que se volvían regalos al poder verte dormir. Como las incontables noches que pasé escuchando ese "come with me to the ende of the world...", tratando de convencerme a mí misma de que podría negarme, a sabiendas de que no puedo decirte que no a nada. Como lo mucho que me gustaba la forma que tenían tus manos de recorrerme mientras me hacías el amor, como si desearas fundirte conmigo.
... O puede que no.
Puede que todo fueran imaginaciones mías, que no hubiera nada realmente. Que sólo hubiera por mi parte, que ambos nos creyésemos la mentira.
Pero si algo de estos dos años fue verdad... No te marches, coño. No te marches.

#16/08/14

El momento en el que estaba de rodillas frente a él, suplicándole una segunda oportunidad, y asintió con la cabeza.

Last hope.

Gonna let it happen, so let it happen.
It's just a spark, but it's enough to keep me going,
and when it's dark out, and no one's around, it keeps glowing.

Ni siquiera me conozco a mí misma del todo/ pensé que sería feliz a estas alturas/ pero cuanto más trato de forzarlo/ me doy cuenta de que tengo dejar de controlarlo.// Vamos a dejar que pase/ vamos a dejar que pase/ vamos a dejar que pase, así que deja que pase.// Es sólo una chispa/ pero es suficiente para hacer que continúe./ Y cuando está oscuro, y no hay nadie alrededor/sigue brillando.// Cada noche intento con todas mis fuerzas soñar/ que mañana las cosas irán mejor/ y me levanto en la fría realidad/ y nada ha cambiado.// Pero pasará/ vamos a dejar que pase/ vamos a dejar que pase/ vamos a dejar que pase.// Es sólo una chispa/ pero es suficiente para hacer que continúe/ y cuando está oscuro, y no hay nadie alrededor/ sigue brillando.// Es sólo una chispa/ pero es suficiente para hacer que continúe/ y cuando está oscuro, y no hay nadie alrededor/ sigue brillando.// Y la sal en mis heridas/ no quema más de lo que solía hacerlo./ No es que no sienta el dolor/ es que ya no le tengo miedo a sufrir.// Y la sangre en estas venas/ no bombea menos de lo que lo ha hecho siempre./ Y esa es la esperanza que tengo/ la única cosa que sé que me mantiene con vida/ con vida.// Vamos a dejar que pase/ vamos a dejar que pase/ vamos a dejar que pase/ vamos a dejar que pase.// Vamos a dejar que pase/ vamos a dejar que pase/ vamos a dejar que pase/ vamos a dejar que pase.// Es sólo una chispa/ pero es suficiente para hacer que continúe/ (así que si suelto el control, puedo estar segura)./ Y cuando está oscuro y no hay nadie alrededor/ sigue brillando.// Es sólo una chispa/ pero es suficiente para hacer que continúe/ (así que si mantengo mis ojos cerrados con una esperanza ciega)./ Y cuando está oscuro y no hay nadie alrededor/ sigue brillando.

Capítulo 2.

A lo mejor debería situarme de nuevo. Antoñito es un adorabilísimo peluche en forma de perrito gordo y negro. La cosa más achuchable que te puedas echar a la cara, vaya. Fue un regalo suyo, por haber sacado buena nota en selectividad. Que tampoco fue una notaza, ¿sabéis? Pero era una nota en la que me había esforzado mucho, y en casa no habían hecho sino despreciarla porque "podía ser más alta". Sé que es un poco tontería, pero esto me desanimó mucho, porque ni siquiera sabía para qué necesitaba la nota, dado que lo que yo quería (y quiero) es escribir. Y que todo aquel esfuerzo para llegar a una carrera que ni siquiera quería estudiar no fuese felicitado pues... Pues me jodió mucho.
Y él lo vio. Y por eso me regaló a Antoñito. Me demostró que él estaba orgulloso de mí, de todo lo que había trabajado. Y desde entonces siempre duermo con Antoñito. Es una representación de él a mi lado. Y un año después volvió a sorprenderme, cuando se presentó en casa con chuches para celebrar el cumple de Antoñito, dado que la situación de menosprecio y devaluación del esfuerzo se había vuelto a repetir, solo que con una carrera en la que no quería (ni quiero) estar. Me quedaron tres asignaturas. Recuperé dos. Y aunque eso parecía una ofensa en sí mismo, él vino con esa sonrisa y chuches a recordarme que sí que había alguien que valoraba mi esfuerzo.
Os podéis imaginar el colapso mental al encontrar a Antoñito debajo de la cama en la playa. Por una parte, mi mente disparaba todos estos recuerdos y las sensaciones que los acompañaban, y, por otra, el agujero de mi pecho se ensanchaba al comprender que eso pertenecía al pasado.
Cogí al pequeñín, y me tumbé con él en la cama, sujetándole fuerte contra mí. No recuerdo en qué momento empezó, pero de pronto me oí susurrando "no puede ser, no puede ser". No paré. No podía ser.  Y no iba a ser. No mientras yo siguiera respirando, y por desgracia, así era.
Miré a Antoñito y me senté con él en la cama. Y pensé. Saber es poder. Yo sabía que pretendía dejarme, pero habíamos quedado para que me explicase por qué. Sabía que aquella sería la mejor oportunidad de no perderle. Sabía que tendría que jugar muy duro para cambiar algo que se había asentado dentro de él desde hacía más tiempo que cualquier cosa que yo pudiera decir. Sabía que seguía sintiendo algo por mí. Sabía que no había nada que no estuviera dispuesta a hacer para recuperarle. Sabía que necesitaba un buen plan. Sabía que sí seguía así le perdería. Y sabía una última cosa; que tenía que hacer algo. Que no podía dejar las cosas así.
Así que me levanté, y me desperté de la única forma efectiva que se me ocurrió; a golpes. No creáis que soy masoca, ni sadomaso, ni ná de eso. Pero cuando la mente alcanza unos niveles de embotamiento tales que ni siquiera es capaz de hacer que el cuerpo obedezca, hay que despertarla de algún modo. Y eso es lo que hice.
Después cogí un boli y una libreta y empecé a trazar mi plan. Cada milímetro del mismo. A los cinco minutos de haberlo terminado, arranqué la página y comencé de nuevo. Así unas cuantas veces. Trabajé toda la noche. Al día siguiente, sabía lo que tenía que hacer.

#15/08/14

Le estaba haciendo unas fotos de las que me había encaprichado, y en una de ellas, quería grabar su sonrisa, pero él no estaba por la labor. Me pidió que le contara un chiste y le contesté "no te quiero". Se rió, y yo después con él.

Inferno.

-No te mates, los suicidas van al infierno.
-Si hay algún infierno peor que éste, definitivamente voy a tener que verlo para creérmelo.

#14/08/14

Hace unas semanas, pasé una mañana en su casa. A la hora de marcharme, le dije que tenía que irme, que no podía quedarme a comer, e hizo un pucherito, como si quisiera pasar más tiempo conmigo.

Mar.

Desde un acantilado, el mar se ve muy grande. Más que desde la playa o desde un avión. Pero todo depende del momento en el que lo mires, claro. 
En este momento, por ejemplo, siento que el mar es la pena de alguna zorra que se cruzó con el cabrón equivocado. O con el correcto, depende cómo se mire. Ella lloró tanto, que inundó un planeta que hasta el momento había sobrevivido con pequeños lagos y poco más. Era un planeta "apañao".
Seguramente ella intentó que él no consiguiera llegar hasta su interior. Y tal y como acabó todo, es obvio que fracasó. Es lo que tienen los cabrones correctos/equivocados, que en realidad no hay mucho que se pueda hacer para que no acaben robándote el corazón.
Supongo que alguien normal sentiría lástima de esta pobre chica. Es lo más lógico.
Pero en este momento, y desde lo alto del acantilado... Creo que podría hacerle competencia, e inundar el mundo por segunda vez. Así que lástima, más bien poca.
Es probable que me llevara por delante a todos los seres bichos, como daño colateral. Pero, al fin y al cabo, ¿quién quiere un mundo en el que ya no tienes al cabrón correcto contigo?


#13/08/14

Estábamos viendo Hook en su sofá, pero llevaba un tiempo con un ritmo de vida de bastantes altibajos, y me quedé dormida. Tuve una pesadilla, en la que él me abandonaba, pero me desperté, y estaba a mi lado, mirándome. Justo cuando y como más le necesitaba.

Yo pienso en aquella tarde.

Yo pienso en aquella tarde cuando me arrepentí de todo, 
daría todo lo daría, por estar contigo y no sentirme solo.


Capítulo 1.

Todo esto empezó con un "tenemos que hablar". Normalito, ¿eh? Por teléfono. Hay muchas parejas en las que esa frase es sinónimo de una sentencia de muerte, pero en la nuestra nunca lo había sido, había algo que hablar, y punto.  Así que me marché a la playa, con un runrun en algún lugar de mi cabeza, pero sin mayores preocupaciones.
En realidad, tal vez debiera situarme primero. 
Empecé a salir con mi chico el día seis de octubre de 2012.  Me lo pidió en el cuarto de invitados de su casa, mientras veíamos Harry Potter y el cáliz de fuego. 
Al principio fue sólo un lío de discoteca. Alguien con quien uno empieza como quien no quiere la cosa, a ver qué pasa.
Los primeros seis meses fueron increíbles. La luna de miel, como es más comúnmente conocido el primer período en una pareja. Y después, me acojoné. Me acojoné, y salí corriendo. Porque la luna de miel estaba empezando a hacer que germinasen sentimientos. Reales. Y no soy alguien a quien le hayan salido especialmente bien las cosas en la vida, pero en referencia a otras personas, menos aún. En ese momento hice cosas de las que me arrepiento. Mucho. Pero él siguió ahí, peleando por lo que quería, por nosotros. Y un buen día me levanté y todo lo que quería era... A él.
Y volvimos a intentarlo. La luna de miel había acabado, y en su lugar nos esperaba la realidad. Conocer al otro en los ratos buenos y en los que ni uno mismo es capaz de aguantarse; integrarle en tu vida, compartirlo todo con él. Enamorarse. Y vaya que si me enamoré. Hasta las trancas, joder. Tanto que aún hoy no concibo ningún tipo de futuro próximo sin él.
Pero volvamos al "tenemos que hablar". He comentado que comenzamos a salir el día seis de octubre de 2012, ¿verdad? Pues el día seis de julio de 2014, tras casi dos años que ni siquiera después de vivirlos podía creer que me hubieran pasado a mí, dejó caer que la charla era tocha. Importante. Trascendental. Y ahí sí que me acojoné. Como nunca, NUNCA en la vida.
No pude aguanta y esperar a volver de la playa, como él me proponía para conocer el asunto en cuestión, así pues, una tarde por skype, hice que me lo dijera. No era capaz, así que formulé yo la parte más jodida de la frase "¿vas a dejarme?", y a él sólo le quedó asentir con la cabeza.
Cerré el skype absolutamente bloqueada, y lo siguiente que recuerdo es estar tirada en el suelo, abrazando mi torso mientras gritaba y lloraba, y a mi hermana pequeña, que me sujetaba y me preguntaba qué pasaba. Mis padres se limitaron a mirar.
No sé cuánto tiempo pasé así, pero en un momento dado, tuve que vomitar. Y menos mal, porque puede que si no, no me hubiera levantado de allí más.
Después de echar mis intestinos, me tumbé en la cama, y miré el techo. Y lloré. En silencio. Con las lágrimas empapando mis mejillas, pero sin un solo ruido. Ni siquiera podía dormir. Sólo llorar y mirar el techo. Y sentir cómo me moría. Y eso hice.
A la mañana siguiente, mi madre entró en la habitación y me preguntó que si necesitaba algo. La dije que quedarme allí. Me dijo que de eso ni hablar, que teníamos compromisos y que ya había vagueado bastante. Juraría que disfrutó con aquel momento como nunca en su vida.
Y así fue como me vi arrastrada a la playa.  A las carreras de caballos de San Lúcar. A ver a éstos y a aquellos amigos. Eso sí, siempre con gafas de sol para que la gente no pudiera apreciar el despojo humano en que me había convertido. Y luego llegaba a casa y me tiraba en la cama, abrazándome con todas mis fuerzas, tratando de mantener unidas las partes de mi cuerpo, porque sentía que en cualquier momento caerían desperdigadas a mi alrededor. Tratando de respirar, aún a pesar del agujero, justo en el inicio del esternón que a penas sí dejaba que el aire alcanzase mis pulmones.
Y finalmente, un día en el que trataba de arrastrarme fuera de aquella habitación sumida en la penumbra, encontré a Antoñito.


#12/08/14.

No existe ningún recuerdo noctámbulo. Me quedé dormida mirándole.

Algunas aclaraciones.

#Recuerdos noctámbulos.
Un recuerdo noctámbulo es una parte de mi historia con él que traigo todas las noches a mi mente, para recordarme por qué no puedo dejarme morir en vida, por qué merece la pena seguir luchando; por más recuerdos como ellos. 

jueves, 14 de agosto de 2014

Fall out boy.

Say yeah, 
let's be alone together, 
we could stay young forever....

El presente: esa porción de la eternidad que separa el dominio de la decepción del reino de la esperanza.
            Ambrose Bierce.