He comentado ya que tenía una especie de agujero horrible a la altura del esternón, ¿verdad? Bueno, pues en cuanto intenté dejar de ser un zombie, me di cuenta de que iba a ser más complicado de manejar de lo que parecía. No me dejaba comer, ni dormir, ni respirar normalmente, ya puestos.Era como una especie de garra helada al rededor de mi garganta imposible de ignorar.
Pero yo tenía un objetivo.
Poco a poco, fue tomando forma. El discurso, el vídeo, la pedida. Todo se iba entrelazando, sin pausa pero sin prisa. Yo estaba atacada en todo momento, tratando de pulir más y más cualquier detalle, por nimio que pudiera llegar a ser.
Sinceramente, estaba acojonadísima. ¿Y si no lo lograba? ¿Y si todo se iba a ir a la mierda, pasara lo que pasase?
A pesar de todo, aquella noche caí rendida, debido al insomnio casi continuado que venía arrastrado. Sin embargo, las pesadillas me acosaban, y mi cuerpo descansó lo justo y necesario para no colapsarse, cosa que no podía venirme mejor, porque eran horas extra que dedicaba a los proyectos.
El discurso quedó finiquitado aquella misma noche, y las chupipandis (el grupo de conformado por las tres personas que espero que se queden siempre a mi lado) le dio el visto bueno. Después vino el "proyecto videoclip", el cual hubo que abortar por falta de tiempo y personal, y como sustituto llegó el "proyecto last hope" (que os voy a adjuntar después). Quedó patético, lo sé, pero necesitaba más que palabras para convencerle de que podía revivirnos, y con mis recursos, era de donde más se podía sacar. Como broche final, ideé una especie de pedida de mano, en la que le pediría la oportunidad que necesitábamos.
Durante todo este tiempo, había seguido hablando con él por what's app (nunca he podido, ni creo que pueda no hacerle caso), y lo curioso es que las cosas estaban totalmente en calma. Supongo que cuando se sueltan bombas de tales magnitudes entre dos personas, el siguiente paso por ambas partes es andarse con pies de plomo. Pero así y todo, no podía evitar que una parte de mí, un tanto masoquista, admitámoslo, disfrutase de las charlas. Al fin y al cabo, siempre me gustó hablar con él.
Y sin comerlo ni beberlo, se acercó el día 12, el cual se encontraba en mi calendario bajo el letrero "VUELTA A MADRID". Madrid... Su Madrid. Porque, tal y como cantaba Pereza, él era mi rincón favorito de aquella increíble ciudad.
Finalmente, tras siete horas de infarto en el coche, de romper a llorar sin poder contenerme, de hiperventilar y de una pota, por fin puse los pies en mi casa en busca de mi... ¿Destino?
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