La primera vez que, para saludarme, me besó, me abrazó y después me susurró ese "hola", y yo sonreí y le susurré otro "hola". Parece una tontería, pero no estuvo ahí desde el principio, y ahora se ha convertido casi en un ritual inconsciente. Recuerdo que era un día de invierno en el que despuntaba el sol.
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