lunes, 29 de septiembre de 2014

Margaritas.

Te grito con la fuerza
de los ojos que proyectan tu viva imagen
que te quedes a curarme
de la enfermedad que me provocas.


"El sexo de la risa", Irene X.

Cuestión de posturas.

Hace tiempo, leí en no sé qué revista de entendidos que la postura corporal muchas veces dice más (y más sinceramente) que lo que sale por nuestra boca, y lo cierto es que siempre he pensado que tenían razón, porque si tu cuerpo actúa conforme a las órdenes de la parte subconsciente del cerebro, y la boca obedece a la consciente, en realidad sólo hay uno que vaya a ser totalmente sincero. 
En dicho artículo, también hablaban de cómo la forma de sentarse junto/sobre alguien hablaba muchísimo sobre el vínculo de la persona que se sentaba hacia la que estaba sentada. Relataba cómo si cruzabas las piernas de x manera significaba tal o cual, pero hubo un apartado que llamó especialmente mi atención.
Hablaba de lo que significa entre las parejas sentarse de distintas maneras. Te contaban qué significaba para aquel psicólogo sentarse con las piernas cruzadas, al lado de tu pareja, tocándole de la mano, del muslo… Aquello me hizo más gracia que otra cosa, porque oye, nadie dice que no haya parte de razón en ese comportamiento, pero me parecía que había miles de signos corporales más definitorios que la forma de sentarse, al menos entre una pareja.
Y entonces vi algo que me dejó a cuadros: “sentarse a horcajadas sobre la pareja implica un deseo ferviente de poseerla, en parte sexual y en parte a nivel de la vida real. Esa costumbre puede evolucionar hacia dos vertientes: continuar de la misma manera indefinidamente, o sentarse con las piernas juntas en perpendicular a la pareja, lo cual demuestra un claro sentimiento de afecto, incluso de enamoramiento”.
Y me dejó con la boca abierta, aquel psicólogo de pacotilla. Pero de par en par. Recordé las miles de veces que tú estabas en tu silla, y me había sentado a horcajadas encima tuya, lo cual era perfectamente entendible porque soy una guarra patológica, pero además pensé en las otras… No miles, pero si cientos de veces en las que había llegado y me había sentado “con las piernas juntas y perpendicular” a ti. Y realmente empecé a preguntarme si mi lenguaje corporal te estaba diciendo tantísimo de lo que yo ni siquiera era lejanamente consciente. Porque yo qué sé, mi mano revolotea en el aire buscando la tuya, y aunque no haya sido una decisión consciente, sí que soy consciente cuando he realizado el movimiento, pero de todo aquello… Nunca me había parado siquiera a pensarlo. 
Pero bueno, al fin y al cabo sólo es mi cuerpo diciéndote lo que mi cabeza cree que es mejor callarse. Me pregunto qué me habrá dicho el tuyo que no he sido capaz de ver.

Cócteles peligrosos.

Más o menos hacia este momento ya estaba empezando a entender… Que la única manera (si es que había alguna) de salvar todo esto era… Dejándote marchar. Pero claro, todo mi ser se rebelaba automáticamente ante la sencilla aparición de esa idea por mi mente. 
Perderte. Estar sin ti. No estar sola, estar sin ti. Son dos cosas muy diferentes. Me sentía estafada. Había luchado con todas mis fuerzas durante la mayor parte del tiempo juntos contra la sensación, la aceptación de que eras parte de mí, porque sabía que si ese momento llegaba, dejaría de saber vivir sin ti. Lo mismo me pasó con las chicas, ¿sabes? Y ya no sé vivir sin ellas. Llega un momento, un tope, una… Situación, en la que no puedes negarte más a ti misma que algo ha pasado a formar parte de ti. Y por mucho que había tratado de resistirlo, aquel momento había llegado contigo. Y ahora, no excesivamente después, entendía que tenía que dejarte marchar. 
Miedo es un eufemismo para lo que me llenaba cuando conseguí “asimilarlo”. Terror absoluto, pánico… Puede que se acerquen más, pero seguían quedándose lejos. Había un ejército de “¿y si…?” tan grande que a su lado la jauría de Uruk-hai que atacó el Abismo de Helm, parecían una panda de críos en el parque. Mierda, se me olvidaba que no te gusta el Señor de los Anillos. Nunca entendí eso. Tú, un friki hecho y derecho… En fin.


Pues así era el ejército de Saruman. Y no le llegaba ni a la suela de los zapatos a mis miedos. Ya te había dejado marchar una vez, y fue el mayor error de mi vida. Todos sabemos que soy un poco inútil, pero he conseguido aprender cuándo algo puede llegar a matarme.
Y en estos pensamientos tan dulces me hallaba cuando me saltó en el ipod la canción de The Hoobastank, “what happened to us”. Y te juro que odié a ese cacharro como no lo he odiado en la vida. Pero ni así tuve fuerzas para quitar la canción. Y la escuché, mientras sentía que algo se rompía en mí.
Pero de pronto sonó el puente, y me sorprendió, porque no recordaba aquella parte. Y se me grabó a fuego, y tuve que poner la canción una y otra vez. 

“We could have made it work, we could have found a way, 
We should have done our best to see another day 
But we kept it all inside until it was too late
And now we're both alone, the consequence we pay
For throwing it all away, for throwing it all away...” *

*Podríamos haberlo hecho funcionar, podríamos haber encontrado el camino,
deberíamos haber dado lo mejor de nosotros mismos para ver otro día,
pero nos lo guardamos todo dentro hasta que fue muy tarde.
y ahora ambos estamos solos, la consecuencia que pagamos,
por tirarlo todo lejos, por tirarlo todo lejos...
No. No. No. No. No. NO.
No iba a acabar como Doug Robb, aquellas palabras nunca saldrían de mi boca. Él decía que no lo habían intentado todo. Que podrían haber hecho que funcionase, que deberían haberlo intentado. Y luego en el estribillo se lamentaba de haber perdido lo único que quería. NO. Nada era demasiado bueno para ser cierto. Es verdad que la mayor parte de las cosas eran más fácilmente creíbles cuando eran imposiblemente malas, pero precisamente por eso también podía ocurrir a la inversa. 
Sabía que eran las dos únicas cosas que quedaban por intentar. Dejar que te alejaras… Y *** ** ********** ******* (lo siento, no puedo revelar mis armas tan a la ligera). 
Y no iba a dejarme nada en el tintero. No contigo. Ni ahora ni nunca. Aceptaría todo tuviera que aceptar, pero no dejaría de luchar. No mientras siguiera sintiendo todo aquello (y por desgracia, parecía que iba para largo). Porque reniego contra la idea de que hay que aceptar lo que hay. Si algo podemos hacer es cambiar las cosas. Si no, ¿qué puto sentido tiene la vida? 
Me sentía tan llena de rabia, tan llena de potencia. Habría acabado con el mundo yo sola. Pero entonces el ipod (al que por mucho que no quiera admitirlo, le caigo bien), pasó a otra canción. Una que me golpeó mucho más dentro. Y me dio esperanza, por mucho que traté de evitarlo. Porque la esperanza no se pide, ni hay manera de echarla, y eso lo saben aquellos que han estado donde yo me encuentro… Vaya, tú deberías saberlo.


La esperanza y el amor son un cóctel Molotov. Y si tengo que explotar en el intento… Al menos no acabaré lamentando nada. 


#05/09/14

Recuerdo las tardes de peli y manta en la habitación de su abuela. Como si aún estuviera tanteando el terreno y no me tuviera lo suficientemente dentro como dar el paso hacia su cuarto. Nos recuerdo tímidos, pero curiosos, descubriendo algo nuevo y distinto. Descubriéndonos a nosotros. 
A día de hoy sigo descubriendo cosas nuevas.

Break in.

And when the lights come on
You see me as I am
You're still inside me.

Pon tu mechero en el aire y guíame a casa/ cuando todo está dicho y hecho, seguiré el eco/ te oigo noche tras noche, gritando mi nombre/ y me encuentro a mí misma corriendo a encontrarte/ no quería escapar/ de los ladrillos que tiraba.// Tú eres el único/ el único que me ve/ confía y cree en mí./ Tú eres el único/ el único que me conoce/ y en la oscuridad me demuestras/ que es perfectamente caótico/ joder, me has dejado indefensa/ así que irrumpe.// Dejas que me desmorone, sin dejarlo ir/ después recoges las piezas, y me rehaces./ No quería escapar/ de los ladrillos que tiraba.// Tú eres el único/ el único que me ve/ confía y cree en mí./ Tú eres el único/ el único que me conoce/ y en la oscuridad me demuestras/ que es perfectamente caótico/ joder, me has dejado indefensa/ así que irrumpe.// Y coge todo lo que tengo/ hasta que no quede nada/ hasta que sea sólo tu voz en mi cabeza/ y cuando la luz llegue/ me veas como soy/ y sigas dentro de mí.// Tú eres el único/ el único que me ve/ confía y cree en mí./ Tú eres el único/ el único que me conoce/ y en la oscuridad me demuestras/ que es perfectamente caótico/ joder, me has dejado indefensa/ así que irrumpe.// Pon tu mechero en el aire y guíame a casa.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Capítulo 17.

Aquella noche había decidido ir con mis chicas a Argüelles, porque el fin de semana siguiente no podría hacerlo, y ya después empezaba la universidad, así que era realmente de las pocas ocasiones que me quedaban para disfrutar. Él iba a ir al día siguiente, pero yo me marchaba al pueblo, así que no podía encajarme allí (cosa que me jodía a más no poder).
La noche empezó muy bien. Era viernes y las cosas no estaban muy llenas, pero había droga, alcohol, y buena compañía. Lau se llevó a unos amigos de la uni que lo cierto es que no terminaban de encajar, pero que eran muy simpáticos. Y a petas y a chupitos con canciones. Y casi, casi, había conseguido relegarle a un segundo plano en mi mente, cuando sonó “El roce de tu cuerpo” de Platero y Tú en la Ducha… Y yo qué sé. Que esa canción siempre me pareció preciosa, libre, sin estar atada a nada. Y en un abrir y cerrar de ojos, era suya, vibraba en cada partícula de mi ser. Y joder. Joder.
Tenía que volver pronto a casa, dado que al día siguiente nos esperaba un bonito fin de semana en el pueblo. Pero pensé… Que podía ir a verle. No sé, pasarme. Un momento. Un beso. Un hola. Me era suficiente.
Hubo mucho baile, absenta, y algún peta. Y risas. Porque si no reía en ese momento, cuándo lo iba a hacer. Le pregunté si mi idea le parecía bien y me dijo que no sabía, que había un par de amigos suyos en casa, y que no les hacía mucha gracia. Le contesté que me fuera poniendo al día, de si se marchaban, o no. Y seguí riendo, con el empujoncito de algún estupefaciente más. Y entonces les pedí a estas que me acompañasen a la parada del bus, porque tenía que irme.
La verdad es que hacer ese viaje sola nunca ha estado entre mis pasatiempos favoritos, pero aquella noche todo parecía estar especialmente siniestro. Me dijo a poco de llegar a casa que sí, que podía pasarme un rato, y mi corazón despertó con un pálpito pequeñito. Y no pude hacer mucho para que no le siguiera uno un poquillo más grande.
Al llegar a su casa, me abrió y me besó. Nos sentamos en el sofá, y él se dedicó a poner vídeos. La verdad es que todo aquello está un poco borroso, porque justo antes en el bus me dio un bajón de éstos en los que te cae encima todo lo que has tomado durante la noche al mismo tiempo, y en fin, que esta parte puede no resultar muy fiable, pero le notaba distante. Yo le buscaba, y él no me correspondía. Al final me dediqué a ver vídeos con él, mientras me contaba que quería que su vida fuera como la que llevaban los Asking Alexandria, de desfase a muerte. Y pensé que esa vida tenía mucho de bueno y mucho de malo. Y que quien la llevaba, sólo lo hacía a veces por gusto. Pero lo cierto es… Que a quién no le gustaría probarlo.
Se terminó por hacer tarde, así que me acompañó a casa. No recuerdo si fuimos andando o en bus, pero sí su mano apretando de vez en cuando la mía. Charlamos. En un momento dado me dijo que no era cierto que sus amigos hubieran dicho que no me querían allí no era cierto, que había sido él solo, que no estaba seguro de querer que fuera. Aquello fue un mazazo. Pero mazazo, mazazo. Pasa que a estas alturas lo de comerme las lágrimas y sonreír ya me salía tan natural como respirar. Y me quise morir. Pero entonces me di cuenta de que estaba allí. No se lo dije, y siento que debí de haberlo hecho. Que a pesar de todas las dudas, al final había accedido a que fuera. Y que de eso se trataba todo, de que se dejara llevar en cada momento por lo que sentía. Y me ahogué un poco menos, porque al final de todas esas dudas… Me había llamado. 
Cuando llegamos al portal, los temas feos ya estaban por doquier. Le dije que considerase creer en nosotros, y suspiró. Qué muerte de suspiro. Le besé, porque lo cierto es que lo único capaz de que no entrara en estado de pánico era su boca. Mi ansiolítico favorito. El único que funcionaba al 100% y sin efectos secundarios.
Y subí a mi casa. Y me desmaquillé, como quien se quita una primera piel de encima. Y me vi, demacrada y no me auguré una vida demasiado larga. Me puse el pijama, mojé un poco el pelo para eliminar las trazas de olor a hierba, y me acosté. 
Y ojalá pudiera terminar ahí, pero no, siempre, siempre, el mejor amigo del hombre, que no es otro que el pero.
Pero miré el teléfono una vez más. Y volví a repetirle que por favor considerase la posibilidad de que las cosas se encauzasen, porque así ya tenían bastantes papeletas para conseguirlo. Y entonces él me dijo que creía haberlo hecho ya. Todo el sueño o el cansancio que hubieran podido llenarme hasta ese momento, desaparecieron de un plumazo, y mis seis sentidos se concentraron en la pantallita parpadeante que tenía frente a mí. Los mismos seis que murieron un segundo después al son de una frase que sonaba más terrorífica que el arrastrar de las uñas de Freddy Krueger contra una pared; “Creo que no quiero que se arregle”.
El colapso fue absoluto. De hecho, quería gritar, pero nada me respondía. Quería limpiarme las lágrimas que de repente me inundaban, pero nada me respondía. Quería aparecerme frente a él, y decirle que le amaba como nunca había amado a nadie. Quería morirme, pero no podía alcanzar el arma.
Le rogué que no siguiera hablando, que esperase a volver a vernos. Él aceptó. Oí ruidos en el cuarto de mis padres, y anonadada del dolor apagué la luz, sujeté con todas mis fuerzas a Antoñito, me mordí el brazo y comencé a gritar en silencio, sintiendo que todo aquello había acabado.

"Y creo que muero 
si no siento el roce de tu cuerpo junto a mí".

lunes, 22 de septiembre de 2014

A ellos:

Yo por ti hasta sería prosa... Yo por ti dejaría de escribir en folios, pantallas, paredes, cuadernos y recibos. Para escribir solamente sobre ti sin bolis, plumas, teclados o llaves. Así que imagínate si duermo poco, es que tienes una espalda preciosa.

"El sexo de la risa, Irene X".

Santuario.

Llevo dos horas mirando el dibujo que compramos en el Mercado de Motores. Ese en el que salen un chico y una chica abrazados y que pone “A true love history”. No puedo evitar no mirarlo, recordar aquella tarde, el jazz de fondo, tú cogido de mi mano. 
Pensé en quitar todo lo que te representaba de mi cuarto, ¿sabes? Y sólo entonces me di cuenta de que mi habitación parecía un santuario para ti. Lo curioso de todo el asunto es que había sido un proceso totalmente inconsciente, que simplemente te habías ido asentando, en mí, poquito a poco y sin hacer ruido, hasta que estuviste en todas partes. 
En ese momento me di cuenta de cómo en la mesa donde tenía los abalorios, estaban tu collar, tu pulsera, tus pendientes. La agenda en la que llevaba escribiendo sobre ti más tiempo del que soy realmente capaz de recordar. Miré al tablón, y allí estaba tu foto, la que me habías regalado cuando terminaste el trabajo que te pusieron en clase. Las entradas de los conciertos que habías dado en la Rock n´ Pop, las entradas del cine, las entradas de los conciertos de Avenged y Fall out boy. La entrada de mi graduación. El recorte de una secuencia de la película de Remember me, en la que los protagonistas estaban en la ducha, y que puse en el corcho después de la primera vez que lo hicimos en la ducha. Miré a la estantería, y vi los libros que me habías regalado. Y a Antoñito. Y el monedero que me regaló tu madre. Y tus… Tus cajas. Y las pelis de Harry Potter. Y la peli de Harry Potter y el Cáliz de fuego. Y el disco de Nightmare. 
Y en el armario, tu chaqueta. Toda la ropa que me había puesto pensando en ti, o comprado pensando en ti, en que te gustaría.
Y volví a los cartelitos. Porque llevaba dos horas mirando uno, pero en realidad eran dos. Aquel que me recomendaste comprar, y en el que no pude resistirnos a vernos a nosotros. ¿Te acuerdas? Después vinimos a mi casa y escribimos la fecha de aquel día por detrás. 08/03/2014. Lo que daría por volver a ese Marzo. No te haces a la idea. 
Pensé que podía quitarlo todo, pero que en realidad daba igual. Porque tú no estabas en todos esos retazos, al menos no principalmente. Estabas en mí. Estás en mí. Y de ahí no puedo quitarte. 

Hace poco leí que una cita que rezaba "las verdaderas historias de amor nunca son lineales. Son de verdad porque consiguen vencer los baches que se les presentan, por eso tienen tramos rotos. Y nunca tienen final". 
Nada más que añadir.

Fallos que terminan por no serlo tanto.

Siempre tuvo muchos “defectos”.
Es cabezota. MUY, MUY cabezota. Si algo se le ha metido entre ceja y ceja, olvídate. Hasta que escucha algo de lo que le estás diciendo puede que lleves media hora hablando. Le cuesta empatizar. Es muy orgulloso. Renunciaría a una mano antes que pedir perdón de buenas a primeras. Cuando hay algo que está hecho de una determinada manera, aunque cambie, él sigue viéndolo como estaba (ejemplo, cuando le estaba tocando la polla todo el día para quedar, y le quitaba muchísimo tiempo. Ahora ya no es así, pero él se ha quedado con esa imagen y la sigue asociando cuando le digo de hacer cualquier cosa). A veces le dan prontos que dan miedo. Le cuesta dejarse llevar, y tiene toda su vida planificada minuto a minuto, y tiene que cumplir esos planes a rajatabla, o algo peta en su cabeza. 
Pero claro, cada moneda tiene su cara opuesta. Y la suya cuesta encontrarla, pero yo he estado ahí. Y por eso sé que (aunque sea necesario un esfuerzo hercúleo) de repente te mira con cara de “coño, tiene razón”, y no lo admite, pero actúa en consecuencia. Y que hay que estarle machacando con el mismo concepto muuuchas veces, pero al final es capaz de escucharte, y tenerte en cuenta. Y que cuando ve que te rompes delante suya, se lo traga todo y te abraza hasta que te calmas, y te dice que lo siente y que ha sido un imbécil. Porque trata de aguantar todo lo posible antes de estallarte, por mucho que le pongas contra las cuerdas (y creo que yo le he puesto MUCHO contra las cuerdas). Y porque de vez en cuando, muy de vez en cuando lo manda a tomar por culo todo (siempre un poco a regañadientes) y te da vía libre para soñar. 
Y todo esto no es NADA comparado con todo lo bueno que hay en él. 
Y es que podría hablaros de lo dulce que es, de lo mucho que puedo llegar a reírme con él, de cómo hace algo normal absolutamente único, de cómo siempre se preocupa por mí, de cómo me aceptó desde el primer momento tal y como era, de cómo se ha esforzado por conocerme y que, además, se quedó conmigo después de hacerlo. Podría hablaros de todo esto, y de mucho más, pero es que, sinceramente, no sé si existen palabras, o espacio suficiente en el mundo. De verdad lo digo. Porque es la persona que más me ha maravillado nunca. A pesar de todo lo malo. O precisamente, con todo lo malo. Porque sin eso, no sería él. Y lo quiero todo. Le quiero entero. Con las caricias y las hostias.
Porque sobre todo, esto no es NADA comparado con mis defectos. Y él me quiso con todos ellos. Y ojalá, ojalá lo vuelva a hacer. Porque necesito los suyos a morir.

#04/09/14

Recuerdo cuando en mi cumpleaños me tocó la canción que había compuesto para mí. Creo que nunca me ha hecho un regalo mejor. Ni él ni nadie. Adoro esa canción, con toda mi alma.
Mi canción...

The one

If you never try
Then you'll never know.

Muerta de tanta soledad/ así es como me siento/ entenderlo todo nunca fue lo mío./ Puede que te hayas cruzado en mi camino/ para vivir dentro de mí/ o puede que seas la razón/ por la que pierdo toda mi decencia.// Porque creo que tú y yo/ podríamos ser tan.../ Felices y libres/ en un mundo de miseria./ Y creo que tú y yo/ podríamos estar tan.../ Dentro de ti,, dentro de mi/ porque ésta podría ser la buena.// Ésta podría ser la buena.// He estado buscando/ he estado buscando a mi Don Correcto/ pero no existe./ La química lo es todo/ y somos cualquier cosa salvo eso./ Puede que me haya cruzado en tu camino/ para removerte el suelo/ o puede que sea la razón por la que lloras por la noche/ antes de dormirte.// Porque creo que tú y yo/ podríamos ser tan.../ Felices y libres/ en un mundo de miseria./ Y creo que tú y yo/ podríamos estar tan.../ Dentro de ti,, dentro de mi/ porque ésta podría ser la buena.// Ésta podría ser la buena.// Pero ¿y tú qué piensas?/ Podríamos intentarlo/ porque nunca se sabe/ a lo mejor somos almas gemelas./ Pero puede que no/ aunque puede que sí./ Si nunca lo intentas/ nunca lo sabrás./ El césped podría ser más verde/ ser siempre aún más verde en el otro lado./ Pero tú... Nunca lo sabrás/ ésta podría ser la buena.//  Porque creo que tú y yo/ podríamos ser tan.../ Felices y libres/ en un mundo de miseria./ Y creo que tú y yo/ podríamos estar tan.../ Dentro de ti,, dentro de mi/ porque ésta podría ser la buena.// Ésta podría ser la buena.// Puede que sí/ y puede que no/ ¿quién sabe?


Capítulo 16.

Desde que me había marchado de su casa, tenía un sabor agridulce en la boca. Sinceramente, no sé por qué. Pero no podía sacudirme de encima la sensación de.. Frío.
A ver, ya sé que esto es raro, pero mientras estaba con él nunca tenía frío. A ver, físico sí, si había 10º en la calle, pues calor no iba a tener, pero no... Por dentro. Siempre había sentido que algo en mí estaba congelado pro dentro. Y cuando él llegó, eso se había ido derritiendo, poco a poco, con su piel que quemaba, hasta hacerlo desaparecer. Y de repente empezaba a notar que quedaban trazas. Que no estaban tan agotadas como parecía. Y sabía que sin su calorcito, iba a empezar a tener problemas.
Al día siguiente, me levanté emocionada. Yo que sé, el plan que nos esperaba era muy guay. Me duché, me arreglé, y cuando terminé me daba un airecillo a Sandy, la de Grease. Porque sí, aquel día habíamos quedado para ver Grease y marcarnos un karaoke de esos en los que parece que no hay mañana. 
Y entonces recibí un mensaje suyo, que había salido de fiesta y que estaba muerto. Y lo entendí, porque tenía todo el sentido, pero la desilusión y la decepción me dieron tal paliza que daba igual con quién hubiera empatizado, porque sólo era capaz de sentir los golpes. Me dijo que si podíamos quedar después de comer, en vez de en ese momento. Le dije que sí, qué iba a decirle, pero cuando dejé de mirar al teléfono y me miré al espejo, maquillada, arreglada y con los tacones ya puestos me sentí el ser más estúpido sobre la faz de la tierra.
A quién quería engañar. Él no quería arreglar las cosas. Sólo olvidarse de mí y seguir adelante. No podía parar de llorar, y pronto pareció que me había pintado la cara de negro, porque Sandy lleva mucho, mucho maquillaje. Y me sentí aún más estúpida y patética, porque ahora tendría que pintarme de nuevo. Porque sí, a pesar de todo, en ningún momento había dudado de ir después.
Al final llegó la hora, me arreglé como buenamente pude (porque un maquillaje sobre otro maquillaje nunca termina de quedar bien), y eché a andar hacia su casa, con aquella chupa que cuero que por muy divina que pareciese, me estaba asfixiando. Qué casualidad, como yo misma.
Cuando llegué a su casa, pensé que al haberme retrasado tanto la hora de quedada, al menos estaría vestido... Obviamente era una vana esperanza. Estaba en sus pantalones de dormir y en su cara de sobado. Y por muy adorable que resultara, me chiné. Joder, pues porque podía hacer un mínimo. Subí con su cuarto, y oí cómo le decía a su madre que iba a comer arriba. Oí cómo su madre se enfadaba, y me sentí mal. Pero no se lo enseñé, porque no se lo merecía. Cuando entró en su habitación, se sentó en su silla, y yo en la cama. Sin hablar. Con todo el cuarto en medio. Y quería acercarme, pero no quería. A veces odiaba con toda mi alma necesitarle tato, y aquel fue uno de esos momentos. 
Entonces me habló, con voz suave, como si se dirigiese a un animal a punto de saltar. Y yo me mordí el moflete hasta hacerme sangre y le respondí. Y poco a poco, redujimos la distancia no-física, que en realidad es la única que de verdad cuenta. 
Cuando terminó de comer, le propuse echarnos un peta, para estar un poquillo más sueltos a la hora de bailar y cantar, y yo qué sé. Le propuse hacer una iguana, y accedió, pero como obligado. También odiaba eso, cuando parecía que hacía las cosas porque tenía que hacerlas. Por qué no se limitaba a hacer lo que le apeteciese. Sin más, joder. Era la única manera de que aquello terminase bien.
Cuando se nos hubo acabado, pusimos la película. Ya en la primera canción no pude resistirme a sacarle a bailar, pero es que adoraba la intro. Él se resistió un poco, pero terminó por ceder, y hacer el idiota conmigo, aunque no se supiera esa canción. Y luego seguimos viendo la película, y en "Summer love", con ese "tell me more, tell me more" ya estábamos allí de verdad, riéndonos, bailando, haciendo el mongolo. Nosotros en en estado puro. Y luego llegó la canción que nadie se sabía de las Pink Ladies sobre la sosa de Sandy.  Y luego la canción súper sosa de Sandy, la cual me dijo que le gustaba. El día en que fuera capaz de entender cómo funcionaba su gusto....
Y luego el gran "Greased Lightning", el cual bailamos los dos sobre la cama, mientras nos reíamos más y más. Y aún más. Era increíble la montaña rusa de sentimientos que era capaz de provocarme. O los sentimientos, a secas. Y de repente se nos colaron un par de besos. Y un par de caricias. Y qué calor, ¿no? Y de repente él encima mía, y viceversa. Y más dentro. Que éramos unos incorregibles, joder. Y cómo me encantaba. Después vino la canción que a nadie le gusta de Grease, la Frenchie queriendo ser peluquera y su héroe la dice que es imbécil y que lo deje. Y luego la de la gran Ritzo... Cómo adoro esa canción. Pero me resistí a cantarla delante suyo, porque podía derrumbarme, y no tenía claro qué podía salir de ahí.
Y finalmente llegó el acto final; "You're the one that i want". Cuando vi que se acercaba, me calcé los tacones y tiré de él. Me miró con cara de "no", pero no cejé en mi empeño. Y al final se levantó, y la canción empezó. Y empezamos a cantar y a bailar. Y a reír otro poco. Y ya no era "otro poco", sino otro mucho. Y nunca he sabido si él sabía de qué hablaba esa canción, pero en ese momento yo sentía cada sílaba, mientras se la cantaba entre risas y giros que bien podían haber acabado en el suelo con aquellos tacones. Pero me daba igual. En realidad, todo me daba igual, salvo que no podía parar de reírme y que él andaba ahí, ahí conmigo.
Después nos hicimos unas fotos, pues porque sí, porque nuestras pintas lo merecían, (y aunque daban mucha pena no sé si voy a poder resistirme a colgar una aquí). Y después nos quedamos allí en su cuarto, abrazaditos, en la cama. La verdad es que adoraba ver películas con él, aunque para el común de los mortales fuera un plan de mierda. Pero claro, no todo el mundo veía pelis así. 
Después, había quedado, así que le acompañé hasta el metro, pero cuando llegamos allí no había nadie. Ah, que no, que era en la parada del bus. Yo seguía andando hacia arriba, y él giraba a la izquierda. Y entonces me dio un beso. Y estaba tan sexy con esas gafas y ese pelo que ay. Y le respondí al beso. Y volvió a besarme y soltó un "ay, que me entretienes, que me tengo que ir ya", de esos que hacía... Meses que no oía. Algo cohibido, cuqui, sincero. Y fue como un flechazo. Otro flechazo. Y le dejé irse mientras caminaba con aquellas pintas de femme fatale en pos del autobús.
En mi ipod volvió a sonar "you're the one that i want". Y le recorrí otra vez en mis recuerdos. Y sí, él era al que quería. 


You are the one that i want.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Tómame con calma.

Estaba lo suficientemente nerviosa como para calmarle; como para decirle que el pasado del tiempo no le iba a doler. ¿Quién era yo además de la única persona capaz de entender sus miradas? Además de la única capaz de quitarle el sueño de los ojos a besos, de hacerle manchar paredes, sábanas y coches viejos.
La sensación de pérdida, la dosis exacta de tristeza en el rostro; la expresión de haber ganado años perdiendo guerras, le humo envolviendo el cenicero; el sabor amargo en la roca, el dolor de cabeza y el sexo esporádico. Todas esas cosas y más se repetían por las letras inestables que dibujan y desdibujan tu nombre en techos cuando intento dormir.
Estaba lo suficiente nerviosa como para calmarte y tú lo suficiente acojonado como para quererme. Y el uno por el otro... La cosa sin barrer, la cama sin hacer; las palabras sin salir, los golpes sin doler.
Y el caso es; ¿Quién era yo? Para calmarte o para quererte. ¿Quién era yo además de tu único defecto?
Además de ese punto al que nunca le siguió un aparte, pero sí un aparta.
La que te hacía partir caras y arreglar rotos con la lengua al mismo tiempo. La que sabía que de animal sólo tenías el alma de un perro cansado, la astucia de un gato hambriento; las alas rotas de un pájaro que se cayó del árbol... El pero es el mejor amigo del hombre.
Tanta palabrería sólo para reconocer que me desconozco desde que te conozco; que tengo el pulso bajo el ombligo cuando me tocas, que mi piel roza tu piel porque me pone los pelos de punta tu mísera presencia.
Conocer de nuevo que tengo el miedo en las yemas de los dedos, la libertad perdida en algún aeropuerto; las ganas en tus manos, la almohada ardiendo junto al dolor y a mis impulsos.
Y el hambre donde siempre; devorándome el corazón.
Que es tuyo.

"El sexo de la risa, Irene X".

Unsaid things.

Siempre te he dicho que hay cosas que no conoces de mí. Estos últimos días me he dado cuenta de que hay cosas que sabes de mí que no sabía que conocías, y me ha sorprendido gratamente la verdad, porque nadie nunca me había conocido así. Luego pensé en que es posible que te marches, y me cagué en el puto universo por darme lo que quería para quitármelo después. Joputa.
Pero así y todo hay muchas, MUCHÍSIMAS cosas que nunca te dije. Todo lo que hay en este blog, sin ir más lejos. Es verdad que hay cosas que he dejado caer, algunas ya las había escrito y otras las escribí después, pero muchos de esos “¿qué pasa?” “Nada” están aquí. Porque tenía miedo de que si te lo contaba dieras media vuelta y empezaras a andar en dirección contraria, o qué sé yo. 
Lo que pasa es que después me puse a pensar en esa cosa tan horrible que es el hecho de tu posible marcha, y, a parte de hundirme en la miseria más jodida que te puedas echar a la cara, me di cuenta de que no quería guardarme nada. De que quería que lo supieras todo de mí, que no quería tener nada que no supieras que tenía. 
Y pensé en los puentes italianos, llenos de candados, de promesas de amor eterno, en la moñada que suponían, y en lo muchísimo que me gustaría hacerlo contigo. Y en lo que me cuesta admitirlo. Y en el miedo que me da quedarme sin la posibilidad de poder hacerlo. Porque eso es lo que más me acojona de todo esto, quedarme sin posibilidades. Vetar el futuro y que me pongan un  candado en uno de los caminos que tenía frente a mí. Es como la muerte, ¿sabes? Lo único realmente malo de esa putilla es que te cierra todos los caminos de un portazo. Y aunque sea un absoluta cursilada... He de admitirlo, contigo tiraría la llave del puente Milvio, cacho cabrón.
Pensé también en mi “lista de cosas que hacer antes de morir”. Otra cosa que no sé si sabes es que tengo listas para todo. Sí, soy una escritora de listas compulsiva, de hecho con tus proyectos, las cosas que necesito para tus proyectos, los planes, el índice del blog… En fin, digamos que hay alguna libreta en mi casa que tus listas están empezando a petar. Pero que me desvío. En mi “lista de cosas que hacer antes de morir” más o menos cuando hicimos un año está escrito “llevarle a París”. Siempre he estado enamorada de esa ciudad, y no me preguntes por qué, también siempre he notado que eras poco entusiasta hacia ella. Puede ser una chorrada, ¿eh? Pero siempre pensé en llevarte allí, y hacer que te enamorases de ella, y enamorarme yo aún más de ti, y que tú me mirases de esa manera a la orilla del Sena con el cielo nublado, la “vie en rose” de fondo, y esa sonrisa tuya que iluminaría hasta la boca de un tiburón.
Venga, ahí va otra... Siempre quise pegarme contigo. ¡En serio! A lo Tyler Durden 1 y Tyler Durden 2. Hay la confianza suficiente, y ¡yo qué sé! Que siempre he querido hacerlo. 
Siempre, siempre soñé con que algún día me dedicarías una canción durante un concierto tuyo. Y que algún día grabaríamos una canción juntos. Daría igual lo mal que yo lo hiciera, porque estabas tú para arreglarlo, así que...
Una vez se me ocurrió que (cuando alguno tuviera el carnet) deberíamos alquilar una caravana, solos o con más gente, y recorrernos algún país. ¿No sería alucinante? Un verano. Sería de esas cosas que no se olvidan. 
Esto ya deberías saberlo pero siempre he creído de verdad que conseguirías cumplir tus sueños. De hecho estoy más segura de los tuyos que de los míos. Aunque no tenga ningún puto sentido. Siempre te he considerado capaz de todo lo que te propusieras.
¿Una última cosa...?
Te voy a querer tanto y tan fuerte, que al final, no vas a poder aguantarte las ganas de volver. Pero shh... ¡Esto es alto secreto!

10 razones para odiarte.






Echar de menos.

Hace unos días, me di cuenta de que me faltaban cosas. 
O sea, ya estaba ahí, pero de repente fui consciente de ello. Con uno de esos “adioses” que quemaban como un hierro candente, me vino a la mente uno de esos “un beso princesa”, “te quiero cielo”, que tanto me llegaban. Dios, es que según los escribo, te oigo diciéndomelo al oído. Nunca he sido especialmente cursi. Cierto es que ver tanta peli Disney termina por marcarte, hacerte ser más soñadora, más ilusa, qué se yo, pero nunca fui muy cursi, de verdad. Los apodos cariñosos… Pues lo cierto es que nunca habían ido conmigo. Yo soy Marina, y punto.
Pero como tantas otras cosas, tú también te llevaste eso por delante. Recuerdo los “princesita” susurrados a media voz a oscuras tan apretada contra ti en la cama que no tenía muy claro dónde empezabas tú y dónde terminaba yo. Recuerdo todas esas cursiladas que nunca fueron propias de mí, pero eran absolutamente nuestras, y que ahora me faltan más que el aire. 
Y ya puestos, me di cuenta de que echaba de menos mi música. Poner el aleatorio sin sentir que estaba atravesando un campo de minas. Recuerdo un momento en el viaje de vuelta de la playa en el que pase 37 canciones porque todas me recordaban a ti. Había de todo; canciones de tus conciertos, canciones oficialmente nuestras, y canciones que yo te había asignado porque al oírlas me parecía que me hablaban de ti. Treinta y siete canciones. Y había muchas más que el ipod fue lo suficientemente inteligente de no ponerme detrás. Quiero mi música de vuelta.
También echo de menos mi ropa. Me recuerdo en la playa, con mi madre metiéndome prisa para salir mientras yo miraba el armario y lloraba. Allí colgados estaban mi nuevo mono verde, que había llevado en aquel viaje que hice contigo, la camisa azul y los leggins de formas extrañas que usé para disfrazarme de hada aquella vez contigo, el peto azul marino con el que decías que parecía una niña pequeña, la camisa negra de cuello alto de encaje blanco que llevaba el día en que nos conocimos. Dos años de ropa es mucha ropa. Mi armario entero, en realidad. ¿Qué hago, empiezo a ir desnuda? ¿Hago una renovación total y completa de armario? ¿De ciudad? ¿De vida? ¿De mí misma? 
Echo de menos poder ir por la calle pensando en mis cosas, absorta, y caminar por lugares en los que habíamos estado y que se me iluminasen los ojos. Eso… Ya no es así. Tengo que ir atenta, evitar esos sitios. Porque a la mínima que me despisto, mis pies caminan hacia allí, buscándote, y cuando me doy cuenta de dónde estoy, rompo a llorar. El otro día, en el centro, sin ir más lejos. Una chica se me quedó mirando. Qué vergüenza pasé. 
Echo de menos poder ver nuestras fotos. Abrir mi ordenador, o mi teléfono sin sentir que algo me raspa por dentro al ver los fondos de pantalla. Echo de menos los buenos días y las buenas noches que me sacaban una sonrisa entre la cara de sueño y la sábana hecha un lío a mi alrededor.
Te echo de menos, joder. Y eso que aún estás aquí. 
Qué miedo coño. Qué puto miedo. 

#03/09/14

Recuerdo el día en que bautizamos el parque Titanic. Recuerdo aquel sol tibio de invierno, sus manos sobre las mías, en aquel tobogán, la sensación de que el mundo era nuestro. Da igual lo que venga, siempre será nuestro sitio.

I'll follow you.

If I could find assurance to leave you behind
I know my better half would fade
I'll follow you down.

Si pudiera encontrar la seguridad para dejarte atrás/ sé que perdería mi mejor mitad/ y todas mis dudas son una escalera para ti/ abierta fuera de este espacio./ El primer paso es creer en ti/ el segundo podría ser más profundo.// Te seguiré a través del ojo de la tormenta/ no te preocupes, te mantendré caliente/ te seguiré mientras atravesamos el espacio/ no me importa si caemos/ te seguiré.// Puedes tener el dinero y el mundo/ los ángeles y las perlas/ incluso la marca de color azul./ Como la torre que nunca construimos/ en la sobra de toda la culpa/ cuando la otra mano te señalaba a ti./ El primer paso es creer en ti/ el segundo podría ser más profundo.// Te seguiré a través del ojo de la tormenta/ no te preocupes, te mantendré caliente/ te seguiré mientras atravesamos el espacio/ no me importa si caemos/ te seguiré...// ... Hasta donde esté ese "para siempre"./ Sin ninguna duda, estoy a tu lado/ no hay ningún otro lugar en el que preferiría estar/ no voy a ponerte en peligro/ renuncia a decir adiós/ te guiaré a través de lo profundo/ te mantendré cerca de mí.// Te seguiré a través del ojo de la tormenta/ no te preocupes, te mantendré caliente/ te seguiré mientras atravesamos el espacio/ no me importa si caemos/ te seguiré.// Si pudiera encontrar la seguridad para dejarte atrás/ sé que perdería mi mejor mitad./ Te seguiré.


miércoles, 17 de septiembre de 2014

Capítulo 15.

El jueves me levanté pensando en que su sonrisa iluminaría aquella mañana mi cuarto, porque todo estaba teñido de triste. Y le eché de menos, aún habiéndole visto hace un par de días.
Aquella tarde iría a verte para hacer la cápsula del tiempo, aunque no tenía muchas esperanzas en cuanto al hecho de que hubiera hecho lo que fuera que tenía que hacer para meter dentro. Lo cierto es que me sentí rara, porque yo no había hecho nada, sino que había recogido pedacitos de nuestra historia esparcidos por mi habitación (había muchos).
Y tal y como había previsto, no estuvo listo, pero aún así le propuse pasarme por su casa y accedió. Cuando llegué allí, me di cuenta de que no había pensado en nada que hacer, así que simplemente nos tumbamos en su cama, a charlar. A ratos él tocaba la guitarra. Lo cierto es que no sé si alguna vez lo he dicho, pero me encantaba verle tocar. Últimamente ha estado muy desmotivado en el sentido de la música, y no era capaz de entender cómo no veía... Que él era música. Cuando le veía tocar, estaba tan claro que no me entraba en la cabeza cómo podía llegar siquiera a dudarlo. Su cuerpo, su actitud, todo se volvía parte de la guitarra, y llegaba un punto en el que ambos eran... Uno.
Me gustó aquella tarde. Sinceramente, hablamos de muchas cosas, pero hablamos... Como antes, de buenas, dejando todo a un lado, y simplemente estando allí, él y yo. Hablamos sobre la diferencia del placer entre arrascar y besar. Bueno, más bien dijimos que era diferente, pero ninguno se atrevió a dar el paso de decir por qué. Yo sabía por qué lo era para mí, pero no sabía si para él era igual. Siempre igual. Orgullosos y recelosos de dar el primer paso. Y así estábamos, a punto de mandarnos a la mierda. El día en que alguno de los dos empezase a ceder iban a cambiar tantas cosas...
Y después cometí el gran error de preguntarle si creía en nosotros. Saber siempre es poder, y si estábamos ahí era porque sabía pero en cuanto pronunció la respuesta a esa pregunta, supe que no quería saberlo. "No". No, sin más. Aquello no me mató, me mutiló. No. Dos letras que fueron como una lluvia instantánea de ácido sobre mi cuerpo. Gota a gota. Y allí en sus brazos, pasó algo que nunca esperé que me sucediera con él; que quise morirme. 
Lo dejé correr, porque no llevaba a ningún sitio seguir tirando de ahí, y seguimos hablando. Pero había algo que me raspaba por dentro, así que le besé, porque es la única manera real de que mis procesos mentales se agoten. Le besé mientras tocaba, y lo que estaba sonando cambió automáticamente por algo que no tenía ningún tipo de sentido, pero que sonaba muy suave, y me di cuenta de que estaba improvisando nuestro beso. Y fue increíble, porque es algo que nadie me había dado nunca. Y sentí que quería que improvisase cada roce, y cada mirada. Nos quería a nosotros en música. 
Y después de ese beso vino otro. Y otros cuantos. Y de repente la guitarra estaba abandonada y sus manos me tocaban a mí. Y su boca. Y su cuerpo. Y uf, qué calor. Y luego ya no era sólo calor, porque todo quemaba. Y ya no me controlaba, porque me controlaba su boca, y a saber quién la controlaba a ella. 
Y entonces llamaron sus amigos para componer. Y le dije que lo ignorase, y me respondió que no podía, que estaban abajo. Y les odié como nunca en la vida por el polvo sin el que me acababan de dejar. 
Así que sujeté la poca dignidad que me quedaba, y bajé con él las escaleras. Me despidió con un beso y una sonrisa que hicieron que me sintiera un poco más ingrávida, un poco menos atada al suelo que tiraba de mí para enterrarme viva.
Nunca supe cuál era para él la diferencia entre el placer de un beso y de arrascar, aunque me hubiera gustado. Para mí, la diferencia en que, a parte del placer físico, el beso me hacía sentir cosas. Y muchos besos a lo largo de mi vida que me habían hecho sentir cosas, pero... Una vez escuché una frase... "Le dije que para mí besarla sería como el fin del mundo", y yo siempre había esperado un beso así, hasta que me cansé de esperar y acepté que no esos besos no existen, que es cosa de cuentos de hadas. Y cuando ya había dejado de lado aquella idea, apareció él. Y besarle fue para mí como el fin del mundo. No el primer beso, puede que tampoco el segundo. Pero de pronto, lo fue. Y no ha dejado de serlo.
Y no quiero que deje de serlo.

lunes, 15 de septiembre de 2014

X.

Como si no supieses a estas alturas, que yo no me corro con cualquiera.
Que yo me corro cuando en la mesa de un restaurante me pones esa sonrisa de ir a desnudarme en cualquier parpadeo del mundo.
Y después lo haces.
Cuando vamos a comprar discos y libros; y tú, trampas de la magia, me cuelas la mano entre las medias. Como si el mundo no me viese gemir contra literatura y música.
Cuando te levantas a por agua porque tengo sed, y te miro el culo todo el camino de ida. Y cuando vuelves estoy viva de sed y abres las piernas. Y nos bebemos a morro.
Cuando noto tu ombligo escribir el mapa del tesoro en mi espalda y después a tus labios sellarlo  con llave en mi cuello. Cuando te dejas follar y me cantas esa canción que no me quito de la cabeza; tus gemidos.
Que yo sólo me corro cuanto tú te acercas
Que contigo irse corriendo
siempre fue acercarse
al puto séptimo cielo
sin subir las escaleras.

"El sexo de la risa", Irene X.

La sirenita.

Ya no canto.
Acabo de darme cuenta. Estaba en la ducha, y sólo oía cómo caía el agua sobre mí. Y me he dado cuenta de que hace mucho que no canto nada a grito pelao’. Ni en la ducha, ni por las mañanas cuando arreglo mi habitación, ni paseando, ni mientras limpio, ni mientras intento acordarme de esa palabra que tengo en la punta de la lengua y es la única capaz de encajar en el hueco de lo que estoy escribiendo.
Yo, que siempre, toda la vida la he pasado cantando en cualquier momento y lugar. Desafinando a más no poder, llena de gallos… Sí, pero cantando. Incluso en algún momento en el que me abría los brazos tarareaba algo. A veces mientras leía. Siempre. 
Traté de hacer memoria, y me di cuenta de que no cantaba desde… Desde la vuelta de Jávea. No me refiero a contigo, o con otras personas, sino conmigo misma. ¿Para mí misma? Lo que sea, pero lo que sea de verdad. Y también me di cuenta de que, como taaaantas otras cosas, era algo que no me había pasado nunca. 
Recordé a Ariel, y cómo ella también perdió su voz por el hombre al que quería. Siempre me gustó su historia, porque, aunque la pobre cría lo haga de mal en peor, hizo todo lo que ella pensaba que podía hacer para conseguir lo que quería. A quien quería, mejor dicho. Cierto es que, como princesa Disney, al final tienen que salvarla, pero siempre he achacado eso al machismo que se respiraba en la sociedad de los años 90. 
Y de pronto un día, me enteré del primer borrador que había hecho la factoría Disney para aquella historia. 
Toda la historia se mantenía igual, sólo que, cuando la sirenita está en el muelle, viendo cómo el barco de boda de Úrsula y Eric se marcha, ella no saca fuerzas de la flaqueza, y se tira al mar, ahí de locura para intentar hacer cualquier cosa, sino que se sienta a llorar y… Se suicida ante la vida que la espera sin él. 
Es mi opinión que todo esto viene a santo de que, en la historia original, el marinero al final también cae embaucado por los trucos de la bruja, y la sirena enamorada de él, se convierte en espuma de mar, y los de Disney trataron de ser fieles al guion.  Pero claro, tú pon delante de una generación de niños a un personaje que se suicida por amor… Y prepárate para la que viene después.
Pero el caso es que, cuando una crece y conoce todo lo que hay detrás de ese bonito final feliz, no puede parar de preguntarse, ¿y si ésa es la única realidad real? ¿Y si las cosas nunca se arreglan, y las sonrisas nunca ganan?
Menos mal que yo me críe con las películas Disney, ¿no?
Porque si por si acaso quedaba alguna duda, prefiero tirarme al mar tras el barco, pudiendo ahogarme intentándolo, que quedarme en la orilla y morir arrepintiéndome de haber sido una cobarde.  

Hipócrita.

Recuerdo el mayor error de mi vida. Fue contigo. Dejándote. Dejándome llevar por el camino equivocado. Por lo que siempre había sido, alguien incapaz de comprometerme, alguien que no dejaba a otras personas entrar dentro. Por el sentimiento de que, pf, pues de que en realidad, tampoco era para tanto, de que no íbamos a ninguna parte. 
Hace poco, cuando de repente me vi siendo tú hace un año, una pajarita muy bonita me dijo que le habías dicho: “voy a reconquistarla. Como sea”. Recuerdo que al principio me aparté de ti. Y luego te dejé acercarte un poco. Y de repente, ahí estabas otra vez. No conmigo, pero cerca mía. Y yo no creía que fuéramos a ninguna parte así, pero me sentía bien contigo. Y entonces cometí el segundo mayor error de mi vida, y casi te pierdo. Casi, de estar a un pelo. Y ahí empecé a darme cuenta de que en realidad no me eras tan indiferente. Y te dejé acercarte otro poco. Y un día me levanté, y de repente te quería a mi lado en la cama. Y al día siguiente quería verte todos los días. Y al día siguiente me costaba decirte adiós en mi portal. Y unas semanas después tuve una charla conmigo misma, cara a espejo, y ambas pactamos que te queríamos de vuelta, que éramos imbéciles, y que íbamos a compensarte por todo el tiempo perdido.
Y un día, te pedí que volvieras conmigo. Y tú lo hiciste. En la misma habitación en la que hacía tres meses y pico había decidido que no teníamos futuro.
Y tú, pedazo de cabrón, ahora me estás negando mi posibilidad. Cómo puedes ser tan jodidamente hipócrita, hostia puta ya. Qué pasa, ¿es que tú eres más capaz que yo? ¿Mejor a caso? Vete a la mierda, tú con todo tu escepticismo. Me niegas intentarlo cuando yo te di tres meses. Tres. Putos. Meses. Goethe escribió que un hombre es capaz de hacer fuegos artificiales con el sol para recuperar a su amada. Bueno, pues yo soy una mujer y voy a hacer petardos con la Vía Láctea con tal de que te des cuenta de que tenemos sentido, futuro, y muchos proyectos de hijos dentro de un capuchón esperándonos. 
Joder ya, tú entre todas las personas del mundo deberías ser el que mejor me entendiese. ¡Tú estuviste aquí! Y eres el que está poniendo el mayor de los obstáculos; negarte antes de haberlo intentado. 
No seas hipócrita. Si tú pudiste, yo puedo. Si yo pude, por qué no vas a poder tú. Yo no creía, y tú me hiciste creer. Déjame que te haga creer que podemos incendiar el cielo sólo con tocarnos. Porque lo cierto es, que podemos. 

Proyecto Streets.

Proyect Streets.

(Fallo técnico, hay que pinchar para verlo).

#02/09/14

Recuerdo cuando en mi graduación, a la mañana siguiente me planté con toda la resaca y de empalme en su casa, sólo por un beso. Y por esa carita tan ilusionada que puso, por supuesto.

In your room.

It don't matter, i'll take every part of you
all you have to do
is let me in your room.


Déjame entrar en tu cuarto/ he visto el resto de ti/ pero sé que hay algo más en tu cuarto/ justo detrás de tu puerta/ enséñame las cosas que no has enseñado nunca.// Algunas fotos de tu pasado/ y esas paredes que pintaste negras/ y los secretos que guardas bajo la cama./ Todo lo que tienes que hacer/ es dejarme entrar en tu cuarto.// Puedes ser tú mismo/ no tienes que esconderte de mí/ no diré nada.// Sé que todos en los que has confiado te han decepcionado/ y no quieres arriesgarte/ y enséñame, enséñame.// Algunas fotos de tu pasado/ y esas paredes que pintaste negras/ y los secretos que guardas bajo la cama./ Todo lo que tienes que hacer/ es dejarme entrar en tu cuarto.// Conoces cada parte de mí/ te he dejado entrar, te he dejado ver/ toda la oscuridad y cada color de mi habitación/ déjame hacer eso por ti.// Cuéntamelo todo sobre tu pasado/ por qué pintaste las paredes de negro/ cielo está bien, estás a salvo aquí conmigo/ ábrete para que pueda ver.// Algunas fotos de tu pasado/ y esas paredes que pintaste negras/ y los secretos que guardas bajo la cama./ Una carta de tu padre sin abrir/ un póster de tu grupo favorito/ no importa, tomaré cada parte de ti.// Todo lo que tienes que hacer/ es dejarme entrar en tu cuarto.

Capítulo 14.

El miércoles él se fue al parque de atracciones con la pava que se lo quería follar. Y con la otra pava que bueeeeno, también se lo quería follar. Sí, vale, con más gente, pero apuf. Ese tipo de cosas nunca terminan de entrar fácil. Sobre todo cuando sabes que las cosas no van bien. Cuando sientes que las cosas no van bien. Cuando las cosas no van bien.
Así y todo confiaba en él, y gracias a este hecho, a mis chicas, y a que le quiero más que a nada en el mundo, al final sólo pensé que ojalá disfrutara, porque llevaba un tiempo muy asqueado de todo, y realmente  odiaba verle así.
Mientras yo me fui con Lau y María a terminar el Proyecto Streets, porque había que acabarlo ya, sí o sí, que bastantes cosas tenía pendientes como para pasarme las tardes haciendo el mongolo por Madrid. Aquella tarde iba a ser todo muy horrible. No por nada, sino porque ponerse a gritar en medio de una plaza llena de gente nunca ha estado entre mis aficiones favoritas, no sé, llamadme loca.
El caso es que fuimos a la Plaza de Santo Domingo para evitar la multa de los municipales, porque si beber en la calle son 600 pavos, si me subía al pez de Sol a gritar no quería ni saber lo que me dirían. Y sí, porque en la otra plaza habría menos gente, también.
Primero nos sentamos en un banco a hablar. La verdad es que no creo que sea capaz de devolverles lo pacientes que han sido conmigo durante todo este tiempo, escuchando mis paranoias, mis miedos, mis esperanzas, y tragándose ese “no va a salir bien” que estaba sentado al lado nuestra y no había manera de echar. Pero ellas le ignoraban muy bien, y sé que lo hacían por mí. 
Cuando les hube puesto al corriente sobre todo lo sucedido, llegamos a la conclusión de que él era bipolar y nos pusimos a trabajar. Luego abajo os pondré lo que terminó siendo el Proyecto Streets, pero en aquel momento sólo fueron muchas risas aderezadas con un poco de vergüenza. Pero no creo que sea para menos. Gritar en medio de una multitud que quieres a alguien en las pelis y en los libros suena muy sencillo, pero ¿habéis probado a hacerlo alguna vez? Me costó más de lo que pensaba que lo haría. Tenía las palabras en la lengua, pero la voz no me salía, y no supe identificar de dónde venía ese miedo. Miedo a decirle al mundo que le quería. 
Pero recordé todas aquellas veces al despedirme, en las que me costaba mentalizarme para decirle que le amaba. Cómo él sonreía y me decía “qué”, porque había desarrollado el superpoder de saber cuándo estaba tratando de decirle algo. Y entonces le decía tan bajito que apenas yo podía oírme “te amo” y él sonreía, y me acariciaba, y me respondía “yo también”. Y supe que lo gritase o no, era un sentimiento que no podía igualarse a nada, salvo tal vez al fin del mundo. Y que le contaría a todo aquel que quisiera escucharme que era suya, ahora y siempre. Y cuando fui consciente de todo eso, a tomar por culo la vergüenza, el miedo, y su madre. Y lo grité. Y no me importó nada ni nadie, porque era la única verdad que sabía que no se agotaría nunca.
Después vinieron las escenas de los bailecitos, y la verdad es que hacía mucho que no me reía tan de verdad, por mucho que siempre quedara el runrún de “no hemos hablado nada en todo el día, y pica echarle de menos”. Pero no se puede ser feliz del todo, ¿verdad? Aunque lo cierto era que si las cosas llegaban a buen puerto, lo que iba a sentir se le parecería mucho a ser feliz del todo.
Cuando hubimos terminado de hacer el idiota, y toda la plaza estaba entretenida viéndonos, las chicas y yo nos fuimos a cenar un kebab. Porque sí, porque tanto trabajo duro merecía su recompensa. Terminamos en un lugar curiosamente “arreglado” teniendo en cuenta el hecho de que allí se comieran kebabs. Y nos prometimos que volveríamos en invierno a por una cachimba, porque el lugar invitaba a ello.
Andando hacia casa, y con ellas lejos, volvió a caerme todo el “echarle de menos” encima, de un solo golpe. La verdad es que no terminaba de acostumbrarme a recibir tantas hostias por su lado, que era mi flanco débil pero seguro. Aunque esto último ya fuera más mito que realidad.
Justo antes de irme a dormir, él reapareció. Estaba seco, pero supe que se lo había pasado bien, y si bien me alegré, sonaba un chirrido de fondo que me ponía los pelos de punta, muy a las uñas de Jack el Destripador acariciando una pared. 
Y pensé que hay caricias que podían hacerte sangrar. Y que aunque muriese en sus manos, las quería todas.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Estás muy guapo cuando no te enfadas.

Han pasado más de ciento cincuenta días y mi estómago todavía se atreve a darle un mordisco al corazón cada vez que apareces en cualquier tipo de formato.

Qué curioso y qué hijo de puta el paso del tiempo, que hace tratos con la magnitud de tu recuerdo. Y así no hay manera humana de librarse.

Qué despistada o qué cobarde yo que no reúno, ni encuentro, valor, para enterrar el orgullo y destaparte una sonrisa.

Qué pena. De verdad, qué idiota. Qué minúscula soy a veces ante la enormidad de tus hostias y tus; "no me quedo". Y qué gigantes son mis ganas de destrozarte la boca a besos; y qué estúpida la distancia y qué pesada la idea de no vencerla.

Y qué puta maravilla tu sonrisa... Esa que te viene de serie y me sienta de cine. La misma que se acomoda en mi cabeza y corretea a su antojo. La que se cruza de brazos cuando me enfadas y me dice: "Tonta, cállate..." Y me impulsa a escribirte lazos.

A contarte que ya hemos perdido la esperanza. Quédate, que es lo último que se pierde. Quédate, por favor... Que ya no vamos a perder nada.

Qué obra de arte tu cuerpo, que se acuesta con el mío en sueños y le muerde las ganas a mi espalda. Cuánto tiempo perdido en admirar cuadros antes de conocer el hábitat natural de verte andar por el pasillo desnudo.

Qué frágil mi orgullo a punto de suicidarse, qué húmedos mis labios soportando lo que callas.

Y qué bonito tú, joder.
Aún cuando te escapas de mis manos.


"El sexo de la risa", Irene X.

Recuerdos encerrados.

Soy masoquista, ya lo sé, pero tengo poco remedio. Estoy entre tus cajas. Sí, en plural. Casi dos años dan para muchos recuerdos. Y aunque esto solo sea una míííínima parte de todos ellos, es una parte tangible, y me hacía tanta falta sentir algo... Ahora estoy sencillamente desbordada. Todo eso me mata.
Me mata la tacita feliz que me compraste en aquella tienda de cosas que no servían para nada, sólo por hacerme sonreír. Me mata el papel en el que envolviste a Antoñito. Me mata el papel en el que trajiste la rosa cuando me aparté. Me mata el dibujo de mis ojos que me regalaste por aquel seis, en el que se me ve tan bonita que casi no parezco yo. Me mata la cucharilla de aquel helado que nos regalaron en la tienda hippie en la que compramos el regalo de cumpleaños de mi madre. Me matan los cartones de condones que me recuerdan cada roce de cada noche que parecía que no se acababa. Me mata la coronita que le hicimos a Antoñito por su cumple, Me mata el folleto de la noche de los libros que nunca podré olvidar. Me mata la caja en la que me regalaste aquella pulsera en los Reyes Magos de 2014. Me mata el envoltorio de los pendientes que me regalaste en nuestro primer seis. Me mata la cajita de smint que usamos para poder besarnos por las mañanas en El Escorial. Me mata el premio del huevo kinder en el que había una notita tuya. Me mata el envoltorio de la piruleta que nos dieron en el Jardín Secreto, cuando te llevé por tu cumpleaños. Me mata tu cadena de metal. Me matan las consumiciones de todas aquellas noches en Argüelles. Me mata el papelito de CocaCola en el que pone "tu novia" de aquella botella que te compraste en el Zoo cuando hicimos un año. Me matan las entradas de cine de Maléfica, de Rompe Ralph, de las Ventajas de ser un marginado, del Lobo de Wall Street y de Ocho Apellidos Vascos. Me mata la pegatina de "poco hecho" del Tommy Meal's. Me mata la tarjeta de visita de la Tagliatella, de aquella vez que fuimos y nos sentimos los más cuquis en medio de todos aquellos viejos. Me mata la entrada del teleférico cuando te llevé por tu cumpleaños. Me mata la entrada del Parque de Atracciones. Me mata la entrada de aquella tarde tan sucia en el Planetario. Me mata el ticket del Mercado de San Miguel. Me mata el ticket del Donkin Donnuts. Me mata la entrada de la Exposición de Pixar. Me mata el ticket del Omega center, cuando fui contigo a por el manga de Gantz. Me mata el envoltorio de las galletas que compré contigo en el Mercado de Motores. Me mata la página de la agenda que arranqué del fin de semana en que nos conocimos en el Independance. Y la que arranqué del día en que empezamos a salir. Me mata la notita que me escribiste y me colaste en la cama por un seis. Me mata la carta del primer seis. La otra carta del primer seis. La carta de cuando me aparté de ti. Me mata el texto que escribiste en tu tablón de tuenti "medio corazón". Me mata el cuento que escribimos sobre la niña y el niño. Me mata la letra de la canción que compusiste para mí,
Estos recuerdos me matan y son lo único que me hace seguir.

Lo que me mata es que no estés tú a mi lado para recordarlos conmigo.

Nothing Hill.

Nunca vimos esta película, y siempre deseé hacerlo.


Porque no olvides que "sólo soy una chica, delante de un chico, pidiendo que la quiera".

Remember me.

Hay una película que se llama “Recuérdame”. El protagonista es el de Crepúsculo, y en aquella época en la que estaba un poquillo colgada de ese hombre, pues la vi. No es mala. Es decir, la historia es bonita, tiene ciertos detalles, y el final es triste e inesperado.
Pero siempre hubo una escena… Que me llamó mucho la atención. 
El protagonista estaba hiper jodido, porque no le salía ni una a derechas, de esas situaciones en las que sientes que hagas lo que hagas estás perdido en un bucle que te envuelve, y del que no puedes salir. 
Entonces llegaba a casa, y la chica estaba allí. Y de repente él se abalanzaba sobre ella, desesperado como si se quedara sin aire. Y siempre me había chocado, porque con ese humor, no sé, es más normal comer helado, buscar un abrazo. Pero la manera en la que él empezaba a comérsela era… No sé, raro. 
Y el otro día llevaba una noche de mierda, pero de puta mierda, y habíamos quedado, y fui a tu casa. Y me abrió tu madre, y subí a tu habitación. Y te vi… Y joder. Cómo te necesitaba. Te necesitaba conmigo, en mí. Te necesitaba tan cerca que me asfixiases con tu piel, necesitaba hundir mis uñas en tu espalda, que me mordieras hasta hacerme gritar. 
Y lo entendí. Vaya que si lo entendí. Entendí que cuando todo se cae, cuando parece que estás andando sobre gelatina, cuando el mundo gira tan deprisa que la sensación de náusea es diaria, continuada, y nada se sostiene y todo te sale mal, y cuando te esfuerzas te sale peor… Lo necesitas. Le necesitas. Porque es mejor que la mejor droga. Porque en su boca todo parece detenerse, y estabilizarse. Porque sus manos pueden llevarte hasta un lugar en el que te sientes segura, y en el que, por fin, perteneces a alguna parte. 
Y cuando por fin tienes algo así, haces lo que sea por no perderlo.

#01/09/14

Recuerdo aquella noche en mi sofá en la que me besó las cicatrices. NUNCA, NADIE tocaba mis cicatrices. Y él las besó. Me sentí tan aceptada, tan querida, tan acompañada, que por mucho que me gustaran los paseos sola en otoño, supe que a partir de aquel momento los quería con él.

We.

We're broken and damned
but together we'll find a way.


Está bien estar aquí, hacía mucho tiempo que no veía a mi querida/ escogí huir por la carretera para encontrar un camino/ pero la soledad se volvieron lágrimas./ Creo que estaba equivocado, pero cielo/ ahora sé que tu amor no es cualquier cosa./ Tú lo tiraste al frío y te marchaste/ Lo siento, por favor di que me perdonas.// Cierra tus ojos cielo y déjame tu dedo/ juntos caminaremos como uno solo/ Las noches solitarias, las promesas rotas y las peleas no volverán./ Recuerdo un tiempo en el que pensé que estaba bien/ pero por dentro mi corazón se partía en dos/ algo dentro de mí empezó a quemar como el fuego/ y entonces supe que eras tú.//. Estamos rotos y malditos/ pero juntos encontraremos la manera/ el infierno no tendrá que esperarnos más/ buscaremos toda la luz en el día/ porque nuestro amor respirará para siempre.// Cierra tus ojos cielo y déjame tu dedo/ juntos caminaremos como uno solo/ Las noches solitarias, las promesas rotas y las peleas no volverán./ Recuerdo un tiempo en el que pensé que estaba bien/ pero por dentro mi corazón se partía en dos/ algo dentro de mí empezó a quemar como el fuego/ y entonces supe que eras tú.// Estamos rotos y malditos/ pero juntos encontraremos la manera/ el infierno no tendrá que esperarnos más/ buscaremos toda la luz en el día/ porque nuestro amor respirará para siempre.// Estamos rotos y malditos/ pero juntos encontraremos la manera/ el infierno no tendrá que esperarnos más/ buscaremos toda la luz en el día/ porque nuestro amor respirará para siempre.//

Capítulo 13.

El martes pasaba suave, casi sin oírse, pero con un regusto extraño. La verdad es que sentía todo patinando, y eso me mantenía a mí en tensión, aunque en principio todo se mantuviera. Y de pronto, saltó su canción en el ipod, y la calma se mostró mentirosa porque todo estalló. Su voz en mi oído, meciéndome, susurrándome aquellas palabras tan dulces que parecían chocolate deslizándose con cuidado de su boca. Y no pude más, y yo estallé. Ni el trabajo conseguí alejarme de ese sentimiento de vacío que me tiraba del pelo, una y otra vez.
Y llegó la noche, y con ella, la hora de ir a su casa.
Mi pretensión era ser sexy, desafiante, conseguir que me deseara. Pero lo cierto es que cuando abrió la puerta, me sentía más insegura que otra cosa. Necesitada de él. Pero siempre he mentido muy bien. Es una maldición y un don a partes iguales. Así que entré, le besé, le sonreí, y subimos a su habitación. Una vez allí, le dije que jugaríamos a un juego. Me senté sobre él, que estaba en la silla, y le expliqué cómo íbamos a hacer una guerra, en la que quien ganase decidiría... Si ser esposado o no.
La verdad es que su cara fue muy mítica. Como medio de sorpresa, pervertida, y un tanto cortada. Me encantaban sus caras. Pero me encantó aún más su forma de besarme un segundo después. Sucia, e íntima. Aych.
Acordamos que la guerra la ganaría aquel capaz de arrebatarle al otro el calcetín del pie derecho. Y... Básicamente, valía todo.
Empezamos jiji, jaja, un empujoncito por aquí, otro por allá... Y de repente, los dos luchábamos a muerte, saltando el uno sobre el otro, atacando con cosquillas, con caricias mal intencionadas. Sobre la cama, en el suelo, sobre él, sobre mí. Estuve a punto de conseguirlo, ¡a punto! Pero de repente me caí en el hueco entre su cama y la pared, y me quedé encajada, boca abajo, y con los pies hacia arriba. Y obviamente, me quitó el calcetín. Cosa que sigo manteniendo que no valió, porque después fue él el que tuvo que sacarme de ahí.
Aun así accedí, y dejé que me encadenase con aquellas esposas rojas a su radiador. Apagó la luz, y cuando le pregunté por qué lo hacía me dijo que así era mucho más porno. He de admitir que sabía cómo encenderme. 
Empezó a besarme en todas partes, suave al principio, y más fuerte después. Sinceramente, pensé que me moría de placer. Sus manos, su lengua, su... Todo. Nunca creí que conocería a nadie a quien quisiera follarme para el resto de mi vida, pero él estaba tan, tan cerca... Se contenía porque la cama hacía mucho ruido, y su familia estaba abajo, y aun así lo estaba flipando. Y lo mejor de todo el asunto es que él nunca ha sido enteramente consciente de ello. 
De pronto me dijo que le atara yo a él, así que lo hice. Pero antes de nada, necesitaba hielo. Pero no iba a bajar a la cocina donde estaba su madre con la cara de follar que se me había quedado, así que me "colé" en su garaje sin que nadie me oyera, y finalmente conseguí mi hielo. 
Cuando volví a subir, le vi atado en la cama, y no pude evitar sentirme poderosa; podía hacerle lo que quisiera. Y curiosamente, a ese pensamiento no le siguió nada doloroso. Siempre había imaginado que si tenía a una persona a mi merced de esa manera, algo me empujaría a... Yo qué sé, derretirle cera encima o algo así, pero le tenía delante y lo único que quería era... Darle placer. Mucho. Así que me puse manos a la obra.
Primero deslicé el hielo suave sobre él, despacio, dejando que sintiera. Después me lo metí en la boca, y con la lengua helada fui dibujándole historias a raso por su piel. Notaba cómo se estremecía bajo mis labios fríos, a medida que iba bajando más y más. Pero antes de darle lo que me pedía sin mediar palabra...  Le pasé el hielo por el pie. Qué respingo pegó, no pude evitar reírme. Pero decidí no seguir siendo mala, y deslizarme suave, con el hielo en la boca, a un sitio en el que iba a pegar mucho más que un respingo. 
Cuando se me acabó el hielo, me deslicé sobre él, y empecé a moverme suave. Pero le tenía demasiadas ganas, y pronto me vi empleándome a fondo. En un momento dado, vi cómo cerraba los ojos, y él NUNCA hacía eso. Podía ser que estuviera disfrutando mucho, o que tratara de pensar que yo era Briteny Spears.  Decidí quedarme con la primera. Me apetecía cambiar, y le llevé hasta su silla mientras seguía atado. Dios, la silla. En serio, el placer que conseguía ahí era comparable a pocas cosas. 
No quería acabar aún, pero la verdad es que me estaba resultando muy difícil. Al final le solté, y me puso contra la pared, de esa manera que me gustaba tanto, justo bajo su espada. Estaba mellada, sí, pero si algún día me caía encima y me daba en la cabeza, podía palmarla ahí mismo. No pude resistirme al pensamiento de que si moría en aquel momento, no podría importarme menos.
Al final terminamos, y nos tumbamos en la cama, rendidos. Estuvimos un rato de mimitos, y luego empezamos a charlar. Sobre Naruto, sobre él... Me preguntó qué opinaba sobre su personalidad a la hora de decidir, y le dije... Que me parecía una persona capaz de brillar por sí misma, pero que a veces tendía a escuchar más a otras personas que a sí mismo. Se chinó un poco, porque decía que todo el mundo le estaba respondiendo lo mismo. Lo que no le dije es que era una personalidad tan fuerte, que le creía capaz de cumplir sus sueños y más allá, que era la persona más buena y valiente que había conocido en mi vida, que odiaba tanto como quería sus cabezotonerías, y que era la única personalidad con la que querría pasar discutiendo durante un tiempo... Indefinido. Una personalidad fuerte, radiante, capaz de iluminar una habitación por sí sola. No le dije todo esto, y no sé por qué, pero no quería callármelo. No quiero callármelo. 
Después bajamos a por su segunda cena, porque si no la tomaba podía darle algo. Su hermano, su hermana, y un amigo suyo estaban a punto de ver Pesadilla antes de Navidad... Y no pude resistirme a Sally y Jack, así que nos quedamos a verla. Yo me senté en un sofá, y él vino después con la pizza, y se sentó en otro en la otra punta de la habitación. La verdad es que eso me escoció. Parecía que... No quería estar a mi lado. Y veía la película, pero le miraba a él. 
Y de pronto, cuando hubo terminado la pizza, se levantó y vino hacia mí. Y se sentó conmigo, y le dije que si quería que le arrascase. La verdad es que fue una pregunta estúpida, porque la respuesta a eso es siempre "sí". Se dejó caer entre mis piernas, en el suelo, y comencé a arrascarle, entre el pelo, la espalda, los brazos... Notaba cómo se le ponía la piel de gallina, y me parecía tan adorable... Me sentía una montaña rusa, entre tanto altibajo sentimental. Bien. Mal. Fatal. Peor. Mejor. Bien. Increíble. Mal. Me planteé si iba a volverme loca, y me di cuenta de que en realidad no importaba.
Cuando la película terminó, subimos a su cuarto para dormir. Creo que nunca dejaría de maravillarme con eso, con el hecho de que su respiración sobre mi pelo y su mano en alguna parte de mi cuerpo fuera lo último de lo que fuera consciente antes de caer dormida.
En pocas horas nos despertamos (porque le había dicho a mis padres que me iba de fiesta, con lo que tenía que volver sobre las seis), y comencé a levantarme con cuidado. Pero no sirvió de nada, porque él estaba medio despierto, y al mínimo ruido terminé de despertarlo. Empezó a vestirse, y aunque le dije que no hacía falta que viniera, no pude evitar que me diera un vuelquecito en el corazón. 
Fuimos caminando hacia mi casa, mientras me contaba que al día siguiente iría al Parque de Atracciones con unos amigos. No me preguntéis por qué, pero yo tenía super asumido que iría con su familia, por lo que aquello me chocó. Pero era muy probable que todo hubiera sido obra de mi cabeza, por lo que tampoco le dije nada. Lo que sí que me raspó fue el hecho deque fuera a ir con dos chicas, una que se le quería tirar abiertamente y otra que le tiraba fichitas. Desde mi recién estrenada carrera en el mundo de los celos, estaba bastante susceptible a todo este asunto, y la verdad es que no pude evitar que mi bichejo interior gruñera fuerte. Además, he de decir que él no ayudaba para nada chinchándome. ¿Que sabía que lo hacía de broma? Sí. ¿Que me encantaba cuando me hacía la enfurruñada y venía para abrazarme por detrás? Pues también. Pero tenía que reprimirme para no exteriorizar los gruñidos. 
Finalmente (y tras una laaaaaaaarga despedida de esas que tanto adoro) me decidí a entrar en mi portal. Cuando ya estaba en el quicio de las escaleras, le lancé un beso, pero, en vez de marcharme como solía, me le quedé mirando. No pude evitarlo. Cuando me preguntó que qué hacía, sólo pude responderle "aún tienes una sonrisa preciosa". Y mientras todos los miedos me caían encima, traté de marcharme antes de que viera que estaba llorando. No sé si lo conseguí.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Moulin Rouge.

Últimamente me veía reflejada en muchas partes. Los personajes torturados por desdichas en referencia a sus sentimientos parecen estar hasta debajo de las piedras en cualquier obra ficticia, tanto literaria, como cinematográfica. Y yo me veía en todos ellos. Y lo odiaba, con todas mis fuerzas.
Antes me veía de vez en cuando en Vic. Incluso en la sosa de Bella, por el hecho de estar tan colgadísima de una persona. Pero todo eso había quedado muy atrás, y ahora me veía en los ojos de protagonistas consumidos que a penas sí arrastraban su existencia por los diferentes pasajes que les había tocado habitar. Y yo no quería ser así. No quería una vida así. Cuando has probado la luz de su sonrisa, nunca quieres volver a la oscuridad. Uno no pide las fresas con nata todos los días antes de haberlas probado.
Pero mientras terminaba de perfilar el Proyecto Dita, una canción irrumpió en mi aleatorio como un ciclón; “all you need is love”. No, no la de los Beatles, sino el mix de canciones hiper moñas que canta Christian en Moulin Rouge cuando está intentando convencer a Satine de que pase una noche con él. 
Fue como un mazazo, un guantazo, un tortazo, y muchos más –azos. Yo era Christian, el escritor inexperto que se enamoraba perdidamente. Y ambos estábamos tratando de conseguir a la persona de nuestros sueños, con la diferencia de que la suya estaba a punto de caer en sus redes, mientras que la mía se alejaba más y más cada vez. 
Qué mal. ¿Acabaría como él, borracha y queriendo morirme, sin nada? En realidad esa película te muestra cómo lo importante es disfrutar del amor mientras éste dura, pero no te sacan la vida de mierda a la que se ve empujado Christian cuando todo acaba. Se vislumbra, pero no se ve con claridad. Yo tampoco quiero verlo, ni con claridad ni sin ella. 
Quiero seguir sintiendo. 
Quiero seguir sintiéndole. 
Conmigo. 

We could be heroes.

(Fallo técnico, hay que pinchar sobre el nombre para que te lleve hasta el vídeo).

Chicas.

Vi a una chica cantando en el metro, y cantaba tan bonito, que deseé su voz.
Vi a una chica escuchando música en la calle, y tenía un pelo tan largo y tan liso, que deseé su pelo.
Vi a una chica en el supermercado con las piernas tan largas y tonificadas, que deseé sus piernas.
Vi a una chica con unas tetas preciosas, y deseé sus tetas.
Vi a una chica en mi portal con una sonrisa tan bonita que encendía la mañana, y deseé su sonrisa.

Sé que estoy muy lejos de ser perfecta, y que tengo más fallos que aciertos, pero al final del día solo deseé que me quisieras con todos ellos.

#31/08/14

Recuerdo el día en que le dejé. Recuerdo lo vulnerable que parecía, lo mucho que me dolía joderle así. Recuerdo que estuve a un pelo de echarme para atrás (pero para qué, si total no íbamos a ningún lado). Lo peor de todo es que él estaba siendo elegante comparado con cómo puede que acabe yo...

True love waits.

Just don't leave.
Don't leave.


Ahogaría mis creencias/ para tener a tus bebés./ Me vestiré como tu sobrina/ y lavaré tus pies hinchados.// Sólo no te vayas,/ no te vayas.// No estoy viviendo,/ solo estoy matando el tiempo./ Tus diminutas manos/ tu sonrisa de gatito loco.// Sólo no te vayas,/ no te vayas.// Y el verdadero amor espera/ dentro de áticos embrujados./ Y el verdadero amor vive/ en piruletas y patatas fritas.// Sólo no te vayas,/ no te vayas.// Sólo no te vayas,/ no te vayas.

Capítulo 12.

El lunes empezó bien. Quiero decir, ''''bien''''. El agujero gigante seguía vaciándome, pero me centré en el trabajo como nunca. Todo el rato con el Proyect B (el cual llevaba muy atrasado), delineando el proyecto Dita, y el Proyecto Streets, el cual iba a ser llevado a la práctica aquel mismo día.
Por la tarde, quedé con las bonitas de Lau y María para... Bueno, en principio para hacer el Proyecto Streets, pero en realidad, porque las necesitaba muchísimo. Eran el único apoyo que tenía, a parte de la nana, Ale y Car, y necesitaba más de lo que pensaba un achuchón suyo y hablar. Sobre todo hablar. Hablar sin tapujos. Sobre todo lo que tenía, sobre mi miedo a perderle, sobre todo lo que había pasado, y todo lo que pensaba hacer. Hablamos durante casi tres horas. Y digo hablamos, porque ellas también me contaron muchas cosas. Algunas hicieron que se me partiera el corazón, otras, que la sangre me hirviera en las venas, pero de una manera u otra, estaba sacando todo lo que tenía dentro, y sentí que la garra en la garganta se aflojaba, al menos un poco.
Después nos pusimos manos a la obra. Ellas no sabían nada del Proyecto Streets, pero yo sabía que no se negarían (viene en el contrato de amigas, es lo que hay), así que les conté el plan, y empezamos a buscar víctimas para el mismo. Lo que pasa es que habíamos estado charlando tanto rato, que se nos hizo de noche antes de poder terminarlo, así que quedamos para terminarlo el martes (el cual se transformaría más tarde en el miércoles).
Y cuando estaba para volver a mi casa, él me dijo que llegaba esa noche. Y con un sudor frío bajándome por la espalda, le pregunté que si podía pasar por su casa a darle una cosa. Dijo que sí. Y desde ese momento hasta que inicié el camino hacia allí, no pude ni tragar saliva.
Llegué allí, y me abrió la puerta. Sin camiseta. Joder, por qué no entendía que no podía recibirme así, que la cabeza se me vaciaba y las yemas de mis dedos me quemaban. 
Pero él tenía cara de circunstancias, y el calentón se me fue tan rápido como había aparecido. Le abracé, e intenté besarle, y me quitó la cara. Me. Quitó. La. Cara. Estuve tentada de darle una patada en los huevos, pero las ganas de llorar enterraron ese impulso. Después me cogió de la mano y tiró de mí hacia su habitación. 
Una vez arriba volví a intentar besarle, y se apartó abrazándome. Le pregunté que por qué hacía eso, y me contestó que no creía que debiera hacerlo. ¿Debiera? ¿DEBIERA? Ahí sí que tuve que sujetarme mentalmente para no ahogarle a lo Homer Simpson. 
'Si quieres besarme, hazlo'. 'No es tan sencillo'. 'Los cojones que no, bésame'. Y por fin rindió su boca a la mía. Y lo anhelaba tanto. Joder, no sabéis cuánto. 
Y entonces empezó a hablar. Que no servía de nada. Que no íbamos a ningún lado... 
Pero le corté. Corté el grifo y empecé a borbotar yo, porque sus palabras me estaban acuchillando, y como siguiera así, me iba a desangrar.
Le dije que necesitaba que pusiera de su parte, porque daba igual que tirase putas bombas atómicas si él no bombardeaba desde el otro lado. Si él partía de un no, iba a terminar siendo un no. Le dije que necesitaba que considerase seriamente la posibilidad de un sí, ni más ni menos seriamente que la posibilidad de un no. Y entonces me dijo algo que me ha dado mucho, mucho que pensar 'Y qué pasa si necesito dejarlo'.
Wow. Fue un mazazo. Claro, y ¿si necesitaba un parón? ¿Y si tirando tanto de él lo único que estaba haciendo era alejarle más de mí? Sabía que lo que me acababa de decir era importante, pero también sabía que si no apagaba aquella fogata, el fuego se haría incontrolable, por lo que me la apunté como pendiente y contraataqué diciéndole que éramos como las hadas. Las de Peter Pan. Que había que creer en ellas para que existieran, porque si no lo hacías, automáticamente morían.
Me dijo que yo le daba miedo. Le dije que debería. Me dijo que los cuentos de hadas no existen, y me juré en aquel momento que iba a demostrarle que sí. Se le escapó media sonrisa, no sé si de rendición, de lo absurdo de la situación o de que nada tenía ya sentido, pero terminó con un 'estas cosas te las preparas', y eh, he de decir algo en mi defensa. En aquella ocasión sí que lo había preparado, pero no siempre lo hacía. Ale me había convencido de que la improvisación de algo real vale mucho más que cualquier cosa perfectamente planificada y artificial.
Al final, las cosas se estabilizaron y me besó. Me besó. Y me volvió a besar. Y le devolví el beso, porque le necesitaba tanto o más que comer. 
Y de repente todo ardía, todo estaba en putas llamas. Sus manos, mi piel, su boca. Quemaba, y quería que abrasase.
Y entonces me di cuenta... De que estaba sin depilar. Joder. Joder. Joder. Aquello sólo me pasaba a mí. ¿Pero en qué cabeza cabía querer dejarme y luego empotrarme? ¡Era normal que no hubiera previsto aquello! Ajshsksjwzja. No sé a quién odiaba más en aquel momento, si a él, a mí, o al puto universo.
Así que le apañé a él, y yo me quedé con el calentón de mi vida. Pero no me importaba, porque él iba a estar ahí para quitármelo. O eso esperaba.
Me acompañó a casa, y mientras caminábamos y charlábamos, pero yo sentía una tristeza por dentro que no era capaz de sacudirme de encima. Su mano en la mía. Lo cerca que podía estar el fin. Y ganas de llorar por todas partes.
Y llegamos a mi casa, y me besó. Y fue tan dulce. Pero luego casi no sonreía. Y fue amargo. Y luego me abrazó y me dio un beso en el pelo. Y fue dulce otra vez. Subí a casa y me metí en la cama. Y lloré, porque notaba la cuchilla descendiendo sobre mi cuello, al tiempo que suplicaba que él me sacase de allí y me llevase con él.
Y esa vez fue menos amargo.