No puedo sacudirme de encima la sensación de que conducimos en dirección contraria. De que debería obligar a mi padre a pegar un volantazo y poner rumbo a España, a Madrid, a él. No puedo dejar de sentir que marcharme en este momento es lo peor que podía haber hecho, que estoy perdiendo la mejor oportunidad para hacer algo.
No puedo pensar en otra cosa. Ni tampoco no pensar. Ideo planes y más planes en mi cabeza, pero no puedo hacer nada desde aquí. Estoy atada de pies y manos, y languidezco pensando y pensando. El pesimismo me puede, y no sé cómo esquivarlo. Siento que se me escapa de entre los dedos lo poco que había construido en estos días, y un miedo atroz me está devastando por dentro.
Que no me olvide en estos días, por favor. En cuanto vuelva, podré torcer las cosas, pero que no me olvide ahora, por favor, por favor...
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