lunes, 22 de septiembre de 2014

Santuario.

Llevo dos horas mirando el dibujo que compramos en el Mercado de Motores. Ese en el que salen un chico y una chica abrazados y que pone “A true love history”. No puedo evitar no mirarlo, recordar aquella tarde, el jazz de fondo, tú cogido de mi mano. 
Pensé en quitar todo lo que te representaba de mi cuarto, ¿sabes? Y sólo entonces me di cuenta de que mi habitación parecía un santuario para ti. Lo curioso de todo el asunto es que había sido un proceso totalmente inconsciente, que simplemente te habías ido asentando, en mí, poquito a poco y sin hacer ruido, hasta que estuviste en todas partes. 
En ese momento me di cuenta de cómo en la mesa donde tenía los abalorios, estaban tu collar, tu pulsera, tus pendientes. La agenda en la que llevaba escribiendo sobre ti más tiempo del que soy realmente capaz de recordar. Miré al tablón, y allí estaba tu foto, la que me habías regalado cuando terminaste el trabajo que te pusieron en clase. Las entradas de los conciertos que habías dado en la Rock n´ Pop, las entradas del cine, las entradas de los conciertos de Avenged y Fall out boy. La entrada de mi graduación. El recorte de una secuencia de la película de Remember me, en la que los protagonistas estaban en la ducha, y que puse en el corcho después de la primera vez que lo hicimos en la ducha. Miré a la estantería, y vi los libros que me habías regalado. Y a Antoñito. Y el monedero que me regaló tu madre. Y tus… Tus cajas. Y las pelis de Harry Potter. Y la peli de Harry Potter y el Cáliz de fuego. Y el disco de Nightmare. 
Y en el armario, tu chaqueta. Toda la ropa que me había puesto pensando en ti, o comprado pensando en ti, en que te gustaría.
Y volví a los cartelitos. Porque llevaba dos horas mirando uno, pero en realidad eran dos. Aquel que me recomendaste comprar, y en el que no pude resistirnos a vernos a nosotros. ¿Te acuerdas? Después vinimos a mi casa y escribimos la fecha de aquel día por detrás. 08/03/2014. Lo que daría por volver a ese Marzo. No te haces a la idea. 
Pensé que podía quitarlo todo, pero que en realidad daba igual. Porque tú no estabas en todos esos retazos, al menos no principalmente. Estabas en mí. Estás en mí. Y de ahí no puedo quitarte. 

Hace poco leí que una cita que rezaba "las verdaderas historias de amor nunca son lineales. Son de verdad porque consiguen vencer los baches que se les presentan, por eso tienen tramos rotos. Y nunca tienen final". 
Nada más que añadir.

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