Francia siempre fue un país para la tristeza. Para la nostalgia y los recuerdos. Por eso resulta irónico (como mínimo) que la esté atravesando ahora.
Sé que mi destino es Alemania, su misteriosa Selva Negra y los altaneros germanos que la habitan. Pero esta Francia en verde encendido me invita a ella, me promete olvido y cobijo entre sus maravillas y su atmósfera biensonante.
Lo que ella no entiende es que nadie puede ofrecerme eso, que el olvido no es una opción. Menos aún con esta banda sonora de corazones en la cuerda floja a punto de caer resonando en mis oídos.
Querida Francia, me entregaría gustosa a ti, pero mi corazón es del calor de su sonrisa...
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