Habíamos quedado para cenar, y él iba justillo de tiempo, así que bajé yo a su casa por aquella cuesta eterna.
Había intentado ponerme guapa, lo reconozco. Un vestidito, algo de maquillaje, el pelo bonito... Quería ser la chica de la que él se enamoró. Alguien que mereciera la pena. Y sabía que el aspecto físico era lo de menos, pero bastante insegura me sentía ya.
Cuando llegué a su casa, le noté reacio. Después supe que su madre le había estresado, pero en aquella situación no podía dejar de pensar en el hecho de que era porque cada vez se sentía más lejos de mí.
Fuimos a por una pizza al Domino's, y después a mi restaurante favorito en todo Madrid; su azotea. Aquel trocito de cielo personal e intransferible en el que tantos buenos ratos habíamos pasado y que guardaría siempre, siempre en mi memoria.
Subimos allí y charlamos mientras nos comíamos la pizza (barbacoa, obviamente). De nada en concreto, pero más cercanos que al principio de la noche. O al menos eso sentía yo. Cuando terminamos, le pedí que se quedara un momento allí, que me esperase mientras yo cogía una cosa. Él aceptó, nada convencido, y yo bajé a prisa las escaleras para coger la gomita del sobre morado.
Volví a subir, y me acerqué juguetona a él. Me senté a horcajadas sobre sus piernas, y empecé a besarle. Él puso sus manos sobre mis piernas y notó la forma cuadrada en el bolsillo de mi vestido. "¿Has ido a por esto" "Ajá". "Pero... ¿Aquí?" "Sí, aquí". Por un momento puso una cara muy, muy de quiero sexo. No sabría de qué otra manera definirla. Pero al segundo siguiente se llevó la mano a la tripa, y me pidió esperar un rato, dado que estaba recién comido. No sabía si era una excusa o la verdad, pero teniendo en cuenta el historial de su tripa, decidí no presionarle.
Bajamos, esta vez juntos, a su habitación, y él se acercó al ordenador, para enseñarme algunos vídeos. Recordé que me había dicho que me haría bailar, y le pregunté cómo pensaba hacerlo. Buscó un live de Metallica. Buscó... "Nothing else matters". Me quedé muerta en el sitio, la verdad. Es la canción de amor más pura que te podías echar a la cara, y él la ponía... Para nosotros.
Comenzó a cantarla, pero se calló al ver que le miraba. Le supliqué que no parase. Me dijo que sólo si yo cantaba también. Asentí a medias, y ambos nos pusimos de pie, y comenzamos a dar vueltas por la habitación.
Bailar nunca había sido nuestro fuerte, pero yo adoraba hacerlo con él. Sus manos en mi cintura, las mías en sus hombros, nuestros rostros tan cerca... Realmente lo adoraba. Y mientras, la voz de James Hetfield se entrelazaba con la suya, y me susurraba las palabras más dulces que han sido hechas música. Y yo estaba a medio parpadeo de pedirle que me pegase un tiro, para morir sintiendo que volaba.
Al final de la canción, me sumé tímidamente a él, porque un trato es un trato, y chapurreé los últimos versos de aquella obra maestra.
Y para mi sorpresa, puso otra. "The unforgiven". Conocía aquella canción, pero no me la sabía. Él flipó con aquella información. Comenzamos a bailar, mientras me cantaba, pero aquello no estaba hecho para un valls. Entonces fue cuando me dijo que ahora yo tenía que cantarle a él. Y en mi mente saltó la única canción que tenía sentido cantarle... "Last hope".
Busqué un live de la misma, y coloqué mi mano en su mano, y mi otra mano en su hombro, como las parejas antiguas. La canción comenzó, y yo empecé a cantarle, mientras dábamos vueltas despacito. Lo cierto es que maté a la canción, pero entre los giros y sus manos, lo último en lo que podía concentrarme era en entonar.
En un momento dado, paramos de girar, y sólo nos quedamos mirando, muy cerca, mientras yo seguía cantando. Y de pronto... Esa mirada. Cuando le pedía todas esas cosas, que me demostrara con algo más que palabras que le seguía importando, que contaba para él... Todo lo que le pedía era esa mirada. Puede que... Solo estuviera viendo lo que quería ver, de verdad, puede que fuera así. Pero yo ya había visto eso en sus ojos antes, y joder. Esa mirada rebosaba amor por los cuatro costados. Cómo podía mirarme así y plantearse siquiera dejarlo. Aún cierro los párpados y le veo, frente a mí, con sus ojos clavados en los míos, su mano enredad en mi pelo. Con esa mirada, no necesitaba nada más Ni pruebas, ni mierdas de demostraciones. Si me miraba así... Si me miraba así, no querría nada más, nunca.
Cuando la canción terminó, dejamos de bailar, aunque aún hicimos un poco el mongolo con "Cape of our hero". Pero se acercaba la hora de marcharme, así que recogimos, y me acompañó en el paseo hasta mi casa. Fuimos hablando. De la mano. Y la brisa fresca y sus ojos hicieron a la noche mucho más guapa que cualquier maquillaje.
Cuando llegamos hasta mi portal, me di cuenta de que no le vería en diez días. Diez días en los que yo no estaría allí cuando las dudas empezaran a asaltarle. Diez dí-as. Las infinitas posibilidades de esas 240 horas me cayeron de golpe encima, y me acojonaron como nunca en mi vida.
Charlamos un poco más mientras yo trataba de comerme todo aquel agobio que había aparecido por el callejón. Volvió a compararme con Marla Singer, y yo le llamé Tyler Durden en mi mente. Y recordé las palabras de Chuck Palahniuk: "Tyler estaba enamorado de Marla".
Y no pude más, y le besé. Y le besé otra vez. Y le achuché. Y volví a besarle. Y sabía que tenía que marcharme, pero le besé otra vez. Y le dije que le amaba, y sonrió. Casi imperceptiblemente, pero fue una sonrisa fugitiva, de esas que no pueden evitarse. Y me sentí algo mejor. Y cuando ya había comenzado a andar hacia mi casa, me giré, y le vi en la puerta, y las lágrimas me desbordaron, y corrí hacia él. Me recibieron sus brazos y una suave risa seguida de un "venga, qué crees que va a pasar". Que me olvidaras. Que me odiaras. Que las dudas te comieran por dentro. Que te perdieras en algunas piernas más bonitas que las mías. Que te arrepintieras de todo aquello. Pero no dije nada de todo eso. Sólo volví a besarle, y le abracé otra vez
Y ya sí, me dirigí hacia casa. En el quicio de las escaleras, me giré y le lancé un beso. Y él sonrió, pero a esa distancia no pude ver si lo hacía de verdad. Esperaba que sí.
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