lunes, 8 de septiembre de 2014

Tope de agua.


Creo que cada ser humano tiene un cupo de lágrimas asignado por vida. O al menos lo creía. Me gustaba pensar que tenemos un tope de sufrimiento asignado, y cuando éste pasa, sólo queda... Si no felicidad, al menos no más dolor.
Eso lo pensaba antes de conocerte a ti. Porque fue entonces cuando comprendí que las lágrimas pueden no ser de dolor. Y que hay dolores tan vastos que ni siquiera puedes llorar. Que las lágrimas no son nada en realidad. Que siempre podemos hacernos más daño, o más felices.
Que la idea de destino no me gusta, porque todas las flechas apuntan a que voy a tener que seguir sin ti, pero somos tú y yo los que sostenemos el arco, y podemos disparar en la dirección que queramos. Y podemos meterle una entre ceja y ceja a ese cabrón empeñado en separarnos.
Lo que nadie parece entender (ni siquiera yo termino de verlo claro) es que no creo que haya un tope de dolor contigo. Y aun así, lo quiero todo, porque tampoco creo que lo haya en lo referente a la felicidad. Y que no me importa gastar todas las lágrimas del mundo si las provocan golpes o caricias tuyas.
Pero por ahora voy a esconderme detrás la espuma de este capuccino, y dejaré que se me funda con las lágrimas, para así poder reutilizarlas... Sólo por si acaso me las gastas. Contigo no quiero dejar de sentir nunca.

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