lunes, 29 de septiembre de 2014

Cuestión de posturas.

Hace tiempo, leí en no sé qué revista de entendidos que la postura corporal muchas veces dice más (y más sinceramente) que lo que sale por nuestra boca, y lo cierto es que siempre he pensado que tenían razón, porque si tu cuerpo actúa conforme a las órdenes de la parte subconsciente del cerebro, y la boca obedece a la consciente, en realidad sólo hay uno que vaya a ser totalmente sincero. 
En dicho artículo, también hablaban de cómo la forma de sentarse junto/sobre alguien hablaba muchísimo sobre el vínculo de la persona que se sentaba hacia la que estaba sentada. Relataba cómo si cruzabas las piernas de x manera significaba tal o cual, pero hubo un apartado que llamó especialmente mi atención.
Hablaba de lo que significa entre las parejas sentarse de distintas maneras. Te contaban qué significaba para aquel psicólogo sentarse con las piernas cruzadas, al lado de tu pareja, tocándole de la mano, del muslo… Aquello me hizo más gracia que otra cosa, porque oye, nadie dice que no haya parte de razón en ese comportamiento, pero me parecía que había miles de signos corporales más definitorios que la forma de sentarse, al menos entre una pareja.
Y entonces vi algo que me dejó a cuadros: “sentarse a horcajadas sobre la pareja implica un deseo ferviente de poseerla, en parte sexual y en parte a nivel de la vida real. Esa costumbre puede evolucionar hacia dos vertientes: continuar de la misma manera indefinidamente, o sentarse con las piernas juntas en perpendicular a la pareja, lo cual demuestra un claro sentimiento de afecto, incluso de enamoramiento”.
Y me dejó con la boca abierta, aquel psicólogo de pacotilla. Pero de par en par. Recordé las miles de veces que tú estabas en tu silla, y me había sentado a horcajadas encima tuya, lo cual era perfectamente entendible porque soy una guarra patológica, pero además pensé en las otras… No miles, pero si cientos de veces en las que había llegado y me había sentado “con las piernas juntas y perpendicular” a ti. Y realmente empecé a preguntarme si mi lenguaje corporal te estaba diciendo tantísimo de lo que yo ni siquiera era lejanamente consciente. Porque yo qué sé, mi mano revolotea en el aire buscando la tuya, y aunque no haya sido una decisión consciente, sí que soy consciente cuando he realizado el movimiento, pero de todo aquello… Nunca me había parado siquiera a pensarlo. 
Pero bueno, al fin y al cabo sólo es mi cuerpo diciéndote lo que mi cabeza cree que es mejor callarse. Me pregunto qué me habrá dicho el tuyo que no he sido capaz de ver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario