martes, 28 de octubre de 2014

Stay.

Not really sure how to feel about it
something int he way you move,
makes me feel like i can't live with out you,
it takes me all the way.

Quiero que te quedes
pero si tienes que hacerlo, vete.



Y después, vuelve.

Capítulo 22.

El jueves amanecí muy pronto y me puse a trabajar a lo loco. Tenía que pintar las piezas, y rezar para que se secasen antes de que llegase María. Pero al universo no le parecía lo suficientemente difícil, y de repente mi madre se volvió loca, y empezó a decirme que me iba a intoxicar con la pintura, que parase de perder el tiempo con aquella gilipollez, que daba igual lo que hiciera, él no quería verme la puta cara. Intentó tirarme a la basura las piezas, y cuando, lógicamente se lo impedí, me encerró en la terraza y me dijo que ahí me quedaba, que a ver si me intoxicaba y me moría ya. Seguí pintando, y a la media hora vino mi hermana y me abrió. 
Sobre las once llegó María, y por suerte los bichos aquellos ya estaban casi secos, así que nos pusimos manos a la obra. Tratamos de diferenciarlos de tal manera que a simple vista se distinguiera lo que eran… Y la verdad es que el resultado fue mejor de lo que esperaba. Por lo menos sabías qué bicho era cuál. 
Después entre mi hermana, María y yo conseguimos bajar a todas aquellas bolitas a la Quinta, más o menos enteras. Cuando llegamos al lugar que había determinado, empezamos a delinear el tablero, y nos dimos cuenta… De que nos faltaban folios. Sí, podíamos llegar a esos niveles de idiotez. Así que mi hermana subió a casa a por más mientras María y yo seguíamos pegando cinta de esa con nombre extraño. La verdad es que las líneas nos estaban quedando de todo menos rectas, pero cuando mi hermana trajo el segundo cargamento, y por fin hubimos rellenado todos los huecos, aquello parecía un poquillo un tablero de ajedrez. Y cuando las piezas móviles llegásemos, puede que terminara pareciendo un Ajedrez Mágico.
María tuvo que irse, y mi hermana ya había vuelto a casa. Eran cerca de las dos y media y él se acababa de levantar. Aproveché aquellas horas hasta que vino para repasar la pintura, recolocar líneas, y jugar mucho al Candy Crush. Cuando por fin sobre las cuatro y pico me preguntó que hacia dónde tenía que tirar, ya había decidido dedicarme profesionalmente a hacer formas de sombras con los pies. 
Le indiqué el camino hasta donde me encontraba, puse una canción de Harry Potter y esperé, toda de blanco (porque sí, yo iba a ser el caballo blanco), a que él apareciese. Cuando lo hizo, su cara fue… FUE. Dios, me encantaba sorprenderle así. Puso una cara de wtf + no puede ser + qué fuerte + dios, está loca + sonrisa super bonita. Se acercó hasta mí, me dio un abrazo, y me besó. Y luego se lo cargó todo con ese “no hagas estas cosas, no tienes que hacer estas cosas”.
Vale, inciso. ODIO que haga eso. Porque los dos estábamos escuchando la frase real: “no hagas estas cosas, porque me siento mal porque voy a dejarte”. ¿No es capaz de entender que son regalos míos para él? ¿Por qué no podía aceptarlos y disfrutarlos sin más, en vez de pensar y pensar y pensar? El día que empiece a dejar de pensar y de planificarse, y empiece a vivir el aquí y ahora, a sentir lo que tiene delante y no lo que su cabeza visualiza a largo plazo van a cambiar tantas cosas…
Pero que me desvío. 
Le dije que él sería el caballo negro, porque hacía unos días le había preguntado “¿blanco o negro?” y él había respondido que negro. Comenzamos a jugar. Aún no había decidido si quería ganar o no, pero en realidad no creía que mi competitividad me dejara mucho margen de elección. De repente me di cuenta de que había un abuelito detrás nuestra observando cómo jugábamos, y parecía bastante interesado la verdad. De hecho, llegó a meter baza, y a aconsejarnos jugadas. Supongo que en este mudo hay gente pa’ to’.
Poco a poco, íbamos avanzando, y los dos estábamos bastante empatados. La verdad es que casi no movíamos nuestras fichas, y me acordé de Ron, intentando por todos los medios que ni él ni Harry ni Hermione salieran a pegarse con las pedazo de fichas de Mcgonagall. Intentaba concentrarme, pero él tardaba cerca de quince minutos en hacer cada movimiento, y aunque era guay que se estuviera metiendo tanto en el juego, me costaba mantenerme en ello. En un momento dado, caballo y caballo coincidimos frente a frente, y mientras yo estaba pensando, cogió y me dio un beso. Fue tan sorprendente y dulce que me supo a una de esas magdalenas tan ricas de María, pero traducido a sentimientos. Cuando nos separamos, me dijo “lo siento, no quería desconcentrarte, es que me apetecía mucho”. Y la sonrisa pues casi se me sale de la cara.
La verdad es que la balanza se estaba empezando a inclinar a su favor, pero no pensaba rendirme. Intentaba visualizar sus tres movimientos siguientes, porque de todos es sabido que esa es la única manera segura de derrotar a un rival en el ajedrez. Pero claro, el problema es que tardaba tanto que visualizaba 2043971074 posibles movimientos, y cuando me tocaba mover, ya no sabía qué estrategia había pensado al principio. Y así no se puede.
Cuando ya vi que había ganado (seis movimientos antes de que me hiciera el jaque mate), pensé que en realidad nunca le habría tenido por un buen jugador de ajedrez. Como tampoco le habría tenido por tantísimas otras cosas. Como alguien de quien llegar a enamorarme hasta este punto. Qué irónica es la vida, ¿eh?
Cuando por fin acabó aquella derrota, le dije que cogiera su rey, y que rebuscara. Terminó por encontrar las golosinas que las chicas y yo habíamos metido dentro. Y después… Empezó a restregármelo. Parecía que a esas alturas aún no sabía lo peligroso que era restregarme una derrota. 
Y entonces pasó. ME. LLAMÓ. CANIJA. 
OPSJFAPWIOECRNHYILXAHDFÑAISJFDG´CMALJX
Me lancé sobre él con intención de matarlo por aquel atropello. ¡Odiaba que me llamasen así! Empezamos a revolvernos por el suelo, yo pegándole y mordiéndole, y él medio riéndose medio intentando esquivar mis golpes. Capullocapullocapullo. Odiaba lo que me había dicho. Y odiaba aún más no odiarlo del todo cuando era él quién lo decía. 
Al final me paró con cosquillas, dado que es la peor tortura que se me puede aplicar (y él lo sabe). Y pactamos una bandera blanca, al menos temporal. Me dijo que qué íbamos a hacer con todo aquello, y lo cierto es que yo no tenía ni idea. Porque a ver, él había sido muy educado y todo eso, pero en el ajedrez mágico, las piezas se destruyen, y yo había previsto que todo aquello terminase hecho sino trizas, al menos no entero. Pero él no había querido oír hablar de eso por lo que me hubiera costado hacerlo, y allí estábamos, frente a un ejército de fichitas que nos miraban desafiantes.
Decidimos que las llevaríamos a su garaje, ante la posibilidad de volverlos a usar, y aunque especulamos con pasar por el Tommy Meal’s, la hora de su autoescuela estaba bastante cerca, así que simplemente dejamos las fichas en su casa, cogió un librillo, y nos pusimos en marcha hacia la clase.
El local estaba al final de Canillejas, así que bajamos dando un paseo, tranquilamente cogidos de la mano. Al llegar allí me dio un beso. Y aunque llegaba tarde (mucho), me dio otro. Y una sonrisa. Y aych.
Y sí, hice el camino a casa sola, fumando, y contando mentalmente las horas que me quedaban de todo aquello. De él. Pero también hice el camino a casa sola, fumando, y  más convencida a cada paso de que, a día de hoy, y sin pensar en ningún tipo de futuro, le quería en mi vida.

lunes, 20 de octubre de 2014

Hachís.

Conozco drogas con menos capacidad de adicción que tus abrazos de tres letras; ven.
Ven, que tengo el corazón y la cama sin hacer. Que a veces la vida me cuesta trabajo y no me pagan por ella; que quiero decirte prosas, abriendo más las piernas que la boca.
Vísteme despacio, que tengo prisa por volver a desnudarte. Sálvame la vida, pero déjame morirme de amor si apareces sin paraguas, cerca.
Córrete hacia la izquierda y hazme un hueco. Que yo ya me he corrido hacia tus manos sin permiso, sin educación.
Déjame cubrirte las espaldas con el ombligo, déjame partirle la cara B a la vida. Déjame consolarte, consolarme, consolarnos. Déjame consolidarte en arte.
Déjame no ser si no hago, déjame hacer aunque no sea. Déjame ser suelo si te caes y cielo si lo tocas. Y nubes si te llueve; y tabla si te ahogas, y humo si ya no te ríes.
Déjame hacerlo mal para sentirme bien. Déjame que sienta y siéntate, que tengo algo que contarte.

Déjame, pero sobre todo; no me dejes.

Charlie's last letter.


No sé si tendré tiempo para escribir más cartas porque puede que esté demasiado ocupado intentando participar. Así que, si esta termina siendo la última carta, quiero que sepas que estaba en un mal lugar antes de empezar el instituto, y tú me ayudaste. Incluso si no sabías de la gente de la que hablaba, o lo que estaba pasando, hiciste que no me sintiera sola. Porque sé que hay gente que dice que todas estas cosas no pasan. Y sé que hay gente que olvida lo que es tener dieciséis cuando cumplen diecisiete. Sé que todo esto serán historias algún día, y que nuestras fotografías se volverán viejas. Todos nos convertiremos en la mamá o el papá de alguien. Pero ahora mismo, estos momentos no son historias. Esto está pasando. Estoy aquí, y le estoy mirando. Y es tan bonito. Puedo verlo. Ese momento en el que sabes que no eres una historia triste. Estás vivo. Y te levantas, y ves las luces de la ciudad, y todo hace que te maravilles. Y estás escuchando esa canción, y conduciendo con la gente que más quieres en este mundo. 
Y te juro que en este momento, 
somos infinitos.

Magia.

La magia. 
La magia es algo que nadie sabe definir, algo que está o no está, pero no se puede tocar, oler, ver u oír, y por supuesto, no se puede demostrar. Es algo que se siente entonces, ¿no? Se siente, sin más.
Pero ahora en serio, ¿qué es la magia?
¿Mandar a tomar por culo la rutina? En parte, sí. Sorprender y ser sorprendido. Que se te escape la vida en la risa frente a él. Que se te olvide todo, al menos mientras sus dedos se deslizan por tu antebrazo, dibujando sueños inconfesables. Que te lleve a sitios que aun estando a la vuelta de la esquina, el otro haya conseguido transformar en un Nunca Jamás. 
¿Conseguir que todo lo malo se marche? Sacarte de tu vida, de tus problemas, de tu cabeza, que te aleje de todo sólo con cogerte de la mano. Que la noche anterior la pasaras llorando y sólo con un trocito de tarde vuelvas a creer, al menos durante un rato, que todo es posible. 
¿Ilusionar? Provocar una sonrisilla de esas que no puedes tragarte por mucho que lo intentes, dos sonrisas de esas que te llenan los labios después de un beso que te acercó a la luna, tres sonrisas que te lleguen hasta las orejas después de una frase que lo diga todo de la forma más corta posible.
¿Se come? ¿Está blandito? (Sí, te puedes reír…).
Se siente dentro. Pero puede que también un poquito fuera. Y a lo mejor sí que se ve en los ojos del otro cuando se lo provocas. Cuando haces algo que hace que se le escape media sonrisa y meneé la cabeza como pensando “será idiota”.
Cuando se lo provocas. La magia nace, pero luego no se mantiene. Hay que mantenerla. Hay que provocarla. Hay que buscarla, avivarla, hacer que explote frente a ti. La magia hay que ponerla, porque las chispas, sin un mechero, se apagan. La magia hay que currársela. Y si no, todo lo demás terminará por dar igual, tarde o temprano. Pero si te la curras... Terminará por hacer mella, tarde o temprano.
Y yo, queridos y queridas, tengo mi carta de Hogwarts en la estantería, y mi varita justo delante. Se podría decir que soy una bruja, bruja, en todos los sentidos de la palabra. Y estoy dispuesta a encender esta magia hasta que un duelo de magos parezca una mala broma a su lado.
Sé que por ahora no voy mal… Pero prepárate.

#09/09/14

Aquellos días en los que mis padres se fueron a yo qué se dónde, y te viniste a vivir a casa. Dormimos en su cama, Y al día siguiente me desperté, y... No sé si soy capaz de describir la sensación que me llenó. Pero me enamoré otro poco de ti. Y supe que quería aquello. Muchas veces más.

Kiss me slowly.

When the time comes, baby don't run, 
just kiss me slowly.

Quédate conmigo, cielo quédate conmigo/ no me dejes sola esta noche/ camina conmigo, ven y camina conmigo/ hasta el fin de todo lo que hemos conocido.// Puedo verte con las luces de la ciudad/ planta catorce, ojos azul pálido/ puedo respirarte./ Dos sombras paradas en la puerta del dormitorio/ no pude haberte querido más de lo que lo hice en ese momento/ mientras nuestras manos se unían.// Bueno, no estoy segura de qué va a ser esto/ pero con los ojos cerrados todo lo que puedo ver/ es la línea de edificios, a través de la ventana/ la luna sobre ti y las calles debajo/ sostén mi aliento mientras vienes/ probar tus labios y sentir tu piel/ cuando el momento llegue, cielo no corras, sólo bésame despacio.// Quédate conmigo, cielo quédate conmigo/ no me dejes sola esta noche./ Me muestras todo lo que solía conocer/ fotos en marcos y carreteras comarcales/ cuando los días eran largos y el mundo pequeño./ Te quedaste mientras me hundía/ habitaciones separadas y corazones rotos/ pero no voy a ser la que te deje marchar.// Bueno, no estoy segura de qué va a ser esto/ pero con los ojos cerrados todo lo que puedo ver/ es la línea de edificios, a través de la ventana/ la luna sobre ti y las calles debajo/ sostén mi aliento mientras vienes/ probar tus labios y sentir tu piel/ cuando el momento llegue, cielo no corras, sólo bésame despacio.// No huyas.../ Y sé que es difícil querer otra vez/ cuando la única manera en la que ha sido/ cuando el único amor que has conocido/ se marchó lejos./ Si es algo que quieres/ cariño, no tienes que huir/ no tienes que marcharte...// Sólo quédate conmigo, cielo quédate conmigo.// Bueno, no estoy segura de qué va a ser esto/ pero con los ojos cerrados todo lo que puedo ver/ es la línea de edificios, a través de la ventana/ la luna sobre ti y las calles debajo/ sostén mi aliento mientras vienes/ probar tus labios y sentir tu piel/ cuando el momento llegue, cielo no corras, sólo bésame despacio.// No estoy segura de a dónde va a ir esto/ pero en este momento todo lo que sé/ es la línea de edificios, a través de la ventana/ la luna sobre ti y las calles debajo/ sostén mi aliento mientras vienes/ probar tus labios y sentir tu piel/ cuando el momento llegue, cielo no corras, sólo bésame despacio.//

Capítulo 21.

El miércoles madrugué tanto que le gané en la carrera al sol, pero aquella era, sí o sí, había que terminarlo todo aquel día, y además, estaba sola en aquel último tramo. 
Hablé con él y le recordé el plan de aquella tarde-noche “¿esta noche…?” “Sí, no me jodas”. “Esta noche es el cumpleaños de mi abuela”. “No me jodas”.
En serio, llevaba proponiéndole aquello desde hacía… ¿Diez días? No podía hacerme aquello a escasas diez horas. Pero sí, lo estaba haciendo. Al final me cedió la noche, y aunque ya no podría llevarle a esa escalera de incendios a ver la puesta de sol, llevaba tantísimo tiempo actuando bajo presión que mi capacidad de improvisación estaba alcanzando unas cotas insospechadas, así que rehíce el plan hasta cuadrarlo a las nuevas circunstancias.
Trabajé todo el día como una loca, incluso se me pasó la hora de la comida, pero hacia las ocho de la tarde paré, porque no quería ir a verle llena de engrudo, con el pelo sucio y aquella cara de muerta en vida. Aunque ésta última empezaba a asentarse tanto que ya me costaba recordar cómo era la que se sonreía como una imbécil en el espejo cuando oía el telefonillo y sabía que era él. 
Fui a buscarle a su casa, y recordé que no recordaba la última vez que él había venido a buscarme a la mía. Y que lo echaba de menos. 
Una vez allí, le recogí y nos montamos en el metro. No estaba muy segura de que el sitio al que le quería llevar estuviera abierto (¿acaso tenía horario?), pero la improvisación es lo que tiene, que te juegas el todo por el todo a los cabos sueltos. 
Mientras esperábamos en la estación, le di una carta. Se me quedó mirando, meneó la cabeza y dijo “cómo te gustan estas cosas”. Y sí, sí que me gustaban, qué le vamos a hacer. 
La abrió y la leyó. Era una citación del Ministerio de Magia para participar en el torneo de uno de los mayores entretenimientos del mundo mágico. El evento tendría lugar al día siguiente, y se consideraba un acto de grosería rehusar, ya que era una oportunidad anual para dos muggles escogidos al azar en el mundo entero. La verdad es que al principio se chinó un pelín por la poca antelación de los chapuceros del Ministerio, pero al final cedió, y es que no todos los días recibes una carta así.
EL viaje de ida se pasó rápido a pesar de que el trayecto era largo, porque nos encontramos a un amigo suyo, un mago precisamente, y fuimos charlando con él. Cuando se hubo marchado, me contó que él de pequeño había hecho un espectáculo de magia, y que se sabía algunos trucos. Le dije que si podía hacérmelo, y no supe si le pedía amor o el truco de magia, pero él me dijo que no, que el espectáculo entero no. Le propuse un truco y dijo que podría ser. 
En esto ya habíamos llegado al pequeño mirador desde el que se veía todo Madrid de noche. Lo consideraba bastante desconocido, porque siempre que había ido allí estaba vacío o casi vacío, pero no, aquella noche había bastante gente fumando y bebiendo. Murphy, juro que como te encuentre algún día te mataré.
Estuvimos un rato en la barandilla, mirando Madrid. Le dije que había que hacer el mongolo, y él que se negaba delante de toda esa gente, por lo que fuimos a un parque que había justo debajo del mirador. Una vez allí le dije… Le conté que él me había hecho volar, y que no me parecía justo que no hiciera algo para compensarle, así que aquella noche íbamos a volar. Saqué una capa roja de mi bolso y se la puse, mientras me miraba entre incrédulo y sonriente. Encendí el ipod, y puse “cape of our hero”. No pudo evitar reírse. Empezamos a bailar suavecito, cogí el lazo de la capa y lo puse alrededor del cuello de ambos, y empezamos a girar, sujetos de nuestros brazos, más rápido, y más rápido. Le dije que íbamos a hacerlo lo más rápido que pudiéramos, y, cuando lo hicimos, todo a nuestro alrededor era un borrón, y sólo veía su cara, y escuchaba mis gritos, su risa y mi risa, y ya, muy lejano, a Michael Poulsen. 
Como no podía ser de otra manera, acabamos en el suelo, con un zapato en cada punta del parque y muertos de vida. Todo giraba a mi alrededor, y me sentía tan inestable que parecía que iba a vomitar, pero no paraba de reírme y notar cómo la vida me llegaba hasta las puntas de los pies. 
Vino hasta mí, y me besó, y ambos nos levantamos un poco como pudimos, y fuimos a buscar nuestras cosas. Antes de llegar, me subió sobre su espalda y me dijo “¡estira los brazos y las piernas!”, lo hice, y ahí sí que volaba, volaba sin más. Y le adoré por todo aquello, por hacer que mis pies no tocaran el suelo. Él seguía con la capa puesta, y me vino a la mente ese “maybe you’re gonna be the one that saves me” de oasis, y pensé que con esa capa, desde luego que podría salvarme, y llevarme muy lejos.
Fuimos a comprar una bebida energética que se le atojó, y volvimos andando hacia el mirador. No pude resistirme y le dije que era “super Blanca Nieves”, porque, efectivamente, esa capa provenía de mi disfraz de Blanca Nieves. Su cara fue mítica, pero no se la quitó, lo cual me gustó mucho.
Cuando llegamos hasta arriba, nos sentamos en un banco, en una esquinita. Yo sobre él, con sus brazos a mi alrededor. Le dije que siempre decía que él me cantaba y yo nunca lo hacía, y que por una vez en la vida, tenía razón. Así que iba a cantarle la canción de amor más grande de todos los tiempos… LA canción de amor; “Nothing else matters”. Le pregunté si sabía lo que significaba, y me dijo que no. Mi cara fue mítica. “NO. SABES. LO. QUE. DICE. O. SEA. WAT”. Se la empecé a traducir, y me dijo que sí, que ya se acordaba. No me fiaba y se la traduje hasta el final, sólo por si las moscas. Y entonces le puse un casco, me coloqué el otro y empecé a cantar. Bajito en su oído. Me dijo que no entonaba, pero me dio igual. En algún momento dado, empezó a cantar conmigo, y fue tan dulce… Adoraba que me cantase, pero estaba empezando a descubrir que adoraba casi tanto cantar con él. Me esforcé un poquillo en entonar, sólo para demostrarle que podía hacerlo, y él lo captó al momento. Otra cosa no, pero oído tenía el cabrón. 
Cuando la canción acabó le besé. Le besé mucho. Y no sé si me entendió, pero le traduje todos los versos de James Hetfield a idioma boca, porque era el más sincero que conocía. 
Después le dije que había otra… Pero que no sabía si cantársela. La verdad es que por muy gay que fuera, era una canción que siempre me había gustado mucho, y… Y qué releches. Que quería cantársela. Le dije que de esa canción sólo tenía que quedarse con una frase “when the time comes, baby do’tn eun, just kiss me slowly”. Me miró con cara de… Uf. “El momento de qué”. “El momento adecuado”. 
Nos levantamos y fuimos hacia la barandilla, y había mucho viento, y mi pelo y mi camiseta parecían tener vida propia. Pero la canción empezó, y le canté, aquellas palabras tan dulces, bajo la luna, sobre Madrid y con sus ojos clavados en los míos. Muy clavados en los míos. Y había una chispita… ESA chispita. La que yo buscaba y me volvía fuego. Y cuando acabé seguía mirándome, y me dijo que era muy guapa.  Sentí que quemaba algo menos. A lo mejor era yo que le malinterpretaba. Seguí mirándole. No… Estaba ahí. Joder, lo estaba viendo. 
Después… Le recordé aquella tarde en su casa, cuando me había regalado el libro de “las ventajas de ser un marginado”, y cuando tiempo después, en su casa, me había dicho que le abrazase, mientras él escribía en la primera página “en este momento, somos infinitos”. Aquel momento era… Es de lo más increíble que ha habido nunca en mi vida. En ese momento le di al play y empezó a sonar la última escena de la película, en la que Charlie suelta un monólogo. Se lo fui traduciendo, sintiendo cada sílaba de cada palabra que le susurraba. Y terminé con ese “y te juro que en este momento somos infinitos”. 
Lo sentí tanto y tan fuerte que no pude evitar un par de lágrimas traidoras, mientras entendía que aquello era solo una más de las miles razones por las que nunca dejaría de quererle, y le pedí a la luna que nos miraba desde arriba que algún día él se diera cuenta de que aunque había millones de chicas infinitamente mejores que yo ahí fuera, nunca sería infinito con ninguna otra.
Y sin más, le besé, prometiéndome a mí misma que haría todo lo que pudiera para seguir siendo infinitos. 
Después iniciamos un lento paseo hacia casa. Él refunfuñaba, medio en serio medio en broma sobre cuánto tiempo nos quedaba, sumando los 45 minutos de despedida que tardábamos. No podía creerlo, ¿tanto rato usábamos? Vale que se nos alargaban un poco, pero ¿hasta ese punto…? La mierda esta de que se llevaba mi tiempo, supongo.
El camino en metro fue muy dulce. Echamos un serio de besos (que no ganó ninguno por mucho que él diga que ganó), y fuimos charlando, riéndonos tranquilamente.
Cuando llegamos a mi casa, nos entretuvimos en el portal. Mucho (sí, lo miré). Pero me daba igual.  Cada rato con él lo sentía como el último, y más ahora que el fin estaba tan, tan cerca. Sabía que pensar eso era autodestruirse, sin más, pero no podía evitarlo. Y de ahí que siempre volviera a por un beso más. A por un abrazo más. A por una mirada más. Pero sí, al final ya fue demasiado, y tuve que subir a mi casa, no por nada, sino por la que me iba a caer. 
Le lancé un beso y cuando giré la esquina me dejé caer sobre las escaleras y permití que el sentimiento de infinitud me llenase. Y supe que, pasara lo que pasara, hacía lo correcto. Porque como decía Sandy en Grease, una tiene que ser honesta con su corazón.

martes, 14 de octubre de 2014

Otra vez.

Si crees que te voy a olvidar, 
cree otra vez.
Si crees que voy a rendirme, 
cree otra vez.
Si crees que estamos muertos, 
cree otra vez.
Si crees que voy a dejarnos morir, 
cree otra vez.
Si crees que voy a dejar que nos mates,
cree otra vez.
Si crees que esto es imposible, 
empieza a ver Naruto otra vez.
Si crees que voy a dejar de quererte...
Pffffffff... ¡Jajajajajajajajajajaja!

Has tenido suerte conmigo,
aunque aún no sé si buena o mala,
pero siento decirte que esto es real.

No sé cuánto voy a aguantar,
o dónde está mi límite,
pero si realmente crees que voy a dejarte marchar,
cree otra vez.

Porque podemos hacerlo.

domingo, 12 de octubre de 2014

Declaración formal de a tomar por culo o cómo exigir sin reconocer.

Llevaba tiempo sin escribir. Haciendo una media o recuento, diría que el mismo sin dormir tranquila. 
Hoy ha sido la hora de comer, las seis de la tarde y la de bajar la basura. Como todos los días. Ha llovido, pero eso no pasa todos. Tengo la extraña sensación de estar muy segura de no querer vivir uno más. 
Eso también suele pasar la mayoría. 
He esperado cerrar los ojos y volver a soñar con casas de flores hasta que entren las avispas. Entonces he visto la escasa diferencia entre 'violeta' y 'violencia'.    Y he roto todas las paredes con los dientes; y a llorar ácido.
Esto tampoco es nada nuevo.
¿Dónde coño estás?
Hace tiempo que no pasas algunos días. Y la trayectoria mediocre de acontecimientos se sigue sucediendo mientras yo no hago nada por sucederle a alguien.
Año tras baño de multitudes que me obligan a compararles contigo acumulo arrugas de expresión triste y casada. 
Mis manos son como una lija al lavarme la cara cada mañana.  He vuelto a fregar con la lengua por si al resbalar recibía un beso. Aunque sea mío.  
Este violín sin cuerdas en el que se ha convertido mi vida cada vez me recuerda más al cuadro de un vikingo tocando un xilófono.  No tengo ningún sentido, pésame lo que quieras.  
En el fondo intento explicarte que el dolor es como una plaga que una vez instalada, sólo hará eso: crecer. 
En el fondo sólo eso. 
¿Dónde coño estás?   Necesito salir a la superficie y verla arder mientras me siento a leer los libros que quemaré después. 
Soy esa clase de chica que se boicotea. Que ha disparado a todos los objetivos que se ha puesto en la vida, con la puntería del que lo echa todo a perder.  
De todas formas tampoco había mucho que ganar antes, ¿me entiendes? 
La rabia me sacude como un golpe de viento detrás de cada esquina y a vosotros os molestan las putas mientras yo no aguanto a sus hijos.  
Todo se va a la mierda y yo no estoy para visitas.
¿Dónde coño estás cuando menos necesito al resto?
Vuelve y dime que el infierno no es lo que parece,
porque te lo puedo explicar: desaparezco.
¿Dónde coño te has metido?

Sal 
para las heridas 
y entra de una puta vez para quedarte.

¿Dónde coño estás?

Te quiero.

Irene X.

Telepatía.

Te-le-pa-tí-a. 
Esa palabra que tanto se parece a la caja tonta y en realidad todo lo que viene a decir es lo contrario a lo primero. ¿O era a lo último? Ya no sé quién viene antes, si sentimiento o pensamiento. Pero qué más da, lo único real es tu idea en mi cabeza, que me hace parecer una ladrona, pero que se despereza en tu rincón y en el mío aunque ambos estén rotos. Y total, que para qué escribo nada si con mirarme lo sabes todo antes de que escape de mi boca. Todo... Menos cuándo te besaré. Y puedes apostar a que lo haré. Porque si hubiera algo comparable a tu mente serían esos labios que me llegan al corazón.

#08/09/14.

Recuerdo su sonrisa. Aunque me parece una tontería ponerle el determinante posesivo "su" porque en realidad es mi sonrisa. Era tan bonita... No podéis haceros a la idea. Es lo más bonito que he visto nunca. Más que sus manos. Más que todos los atardeceres de la tierra juntos, las lunas llenas, los amaneceres, las playas vírgenes, los arcoiris, o que un buen trozo de pizza después de todo un día sin comer. Aquella frase de "i've never seen a smile that can light the room like yours"* le venía al pelo. De verdad. Era impresionante lo que podía hacerme sentir,
Pero... hace tantísimo que no la veo. Mucho antes de toda esta mierda, muchísimo. Creo que no la veo desde antes de que yo lo jodiera todo. Se dice pronto, pero hace año y medio de eso. Siempre sentí... Que en parte habíamos perdido algo, al ver que esa cosa tan bonita no volvía. Y por eso me marqué como uno de mis objetivos en la vida volver a provocársela. Si lo consigo, sé que lo conseguiremos. Está jodido, ya lo sé, pero volver a verla sólo significaría que esa chispa sigue ahí dentro. Ardiendo. Viva. 

*"nunca he visto una sonrisa que pueda iluminar una habitación como la tuya".

I only wanna be with you.

I never knew that I could be in love like this
It's crazy but it's true
I only wanna be with you.


No sé que es lo que me hace quererte tanto/ sólo se que no nunca quiero dejarte marchar/ porque empezaste algo/ oh, ¿no lo ves?/ E incluso desde que nos conocimos me tuviste sujeta/ ha pasado para ser cierto/ sólo quiero estar contigo.// No importa realmente lo que digas o hagas/ quiero pasar cada momento y cada día contigo/ mira lo que ha pasado sólo con un beso/ nunca supe que podía enamorarme así/ es una locura pero es cierto/ sólo quiero estar contigo.// No sé que es lo que me hace quererte tanto/ sólo se que no nunca quiero dejarte marchar/ porque empezaste algo/ oh, ¿no lo ves?/ E incluso desde que nos conocimos me tuviste sujeta/ ha pasado para ser cierto/ sólo quiero estar contigo.// Te paraste y me sonreíste/ y me preguntaste si me importaba bailar/ caí dentro de tus brazos abiertos/ y no tuve ninguna posibilidad.// Ahora escucha, cariño/ sólo quiero estar a tu lado en todas partes/ mientras estemos juntos, cariño, no me importa.// Porque empezaste algo/ oh, ¿no lo ves?/ E incluso desde que nos conocimos me tuviste sujeta/ ha pasado para ser cierto/ sólo quiero estar contigo.// No importa lo que hagas/ sólo quiero estar contigo.


Capítulo 20.

Aquella noche no dormí mucho. El día anterior lo había dedicado a trabajar en los proyectos, y a echarle de menos, y lo cierto es que estaba cansada. Así que cuando me desperté, no me levanté. Cerré los ojos a la suave luz dorada que se colaba por las rejillas de las persianas, y me hundí en mi cabeza. Retrocedí dos noches atrás, hasta él y yo en su cama, riéndonos, sin más, frikeando. Pensé en cómo estaba hecho mierda cuando llegué a su casa, y cómo al irse al dormir las preocupaciones ya no llenaban del todo sus ojos. Y dejé que lo bueno que había sentido en aquel momento me llenase, y me diera fuerzas para levantarme de la cama y enfrentarme a… Todo.
Aquel día también había que trabajar. Mucho. El jueves estaba cada vez más cerca y con él toda la parafernalia del ajedrez. Y también mi agobio, creciendo por momentos ante el hecho de que no iba a tener tiempo de nada. 
Y entonces, a la genio de mi hermana se le encendió una luz. ¿Y por qué no hacía que los peones fueran globos negros y blancos? Ahorraría tiempo, materiales, y la mano de obra iría destinada a cosas más complicadas y necesitadas de la misma.
Cómo la quise en ese momento.
Así que fui a por globos blancos  y negros (que luego hubimos de hinchar con una bomba porque era LITERALMENTE imposible hincharlos a pulmón de lo duros que estaban), y les até una cuerdecita y una piedra a cada uno, para que no dieran paseos por el parque a la mitad de la partida. 
Después seguí embadurnando con aquella cosa horrible, y conseguí que María viniera la mañana del jueves para ayudarme a hacerlos diferenciables, porque sí, a dos días del estreno, aún eran todos bolitas calvas negras y blancas. 
Habíamos quedado en que me pasaría por su casa un ratejo antes de que él saliera después, pero a mí me valía. Y tanto que si me valía.
Aquella noche tampoco cené. Para mis padres cenaba por ahí, pero cuando llegué a su casa, lo último que tenía era hambre de comida. Me senté con él y estuvimos viendo vídeos, y charlando. Me dijo que había quedado con una… Ehm, no sé cómo llamarla sin ofender, así que dejémoslo en “una” de suanzes, y con un par de amigos suyos, pero que no le apetecía nada ir. No sé si fue una indirecta, la verbalización de un simple hecho o qué puta mierda, pero no pude cerrar la boca  antes de que se me escaparan las palabras; “pues no vayas. Si no quieres ir, no vayas”. Y me miró, y se le escapó esa sonrisa de pillo a lo Bart Simpson. “Me van a matar si les dejo solos con ella”. “Si no quieres ir, ¡no vayas!” Y ahí fue cuando empezó a reírse, y me contagió su risa, y cuando ambos supimos que aquella noche no iba. Que se quedaba. Estaba empezando a odiar y a amar aquel verbo a partes iguales, la verdad.
Al principio no sabíamos qué hacer, y deambulamos por las inmediaciones de su casa. Recuerdo que me propuso ir a casa de un amigo suyo a preguntarle… Su opinión sobre nuestra situación. Y bueno, pues no era mi idea de plan, teniendo en cuenta que además sentía, y no sé, llamadme loca, que eso era algo entre nosotros dos, y la opinión de los demás contaba… Pues menos que un cero a la izquierda. ¿Qué no estaba de más escuchar los consejos de los amigos? Pues sí, pero de ahí a considerar las opiniones de cualquiera que no fuéramos nosotros dos pues…
Al final decidimos “colarnos” en su piscina. Y digo “colarnos” porque por mucho que no se pudiera estar allí a esas horas, lo cierto es que teníamos la llave. Así que en realidad éramos unos malotes bastante de mentirijilla. 
Aún estaban en su casa las partes de dos bikinis viejos que había llevado hacía… Ni se sabe para emergencias, y no pude evitar reírme al ponérmelos y ver lo realmente feo que quedaba. Aún siguen allí. 
Bajamos a la piscina, charlando, de la mano, y una vez allí, nos sentamos en el borde, mientras seguíamos hablando, y él se echaba poco a poco para atrás sobre meterse en el agua. Lo cierto es que estaba flipando un poco, ¿cuándo se había vuelto tan gallina? Recuerdo la última vez en la que incluso quería hacerlo en la piscina, ¿y ahora no quería meterse…? 
Gallina.
En un momento dado, hice un amago de tirarle, y él respondió al mismo. Después me senté encima suya, a horcajadas, pensando en que podía hacer fuerza para atrás, y tirarnos a ambos. Pero claro, para eso habría de sacrificar a mi pelo. Pobre pelo… 
Y de pronto, ingravidez, y agua por todas partes. ¡Nos había tirado él! A pesar de la muerte de mi pelo limpito, sonreí bajo el agua sin poder evitarlo. Ése era mi chico, impredecible, divertido, atrevido. En ese momento le sentí tan de vuelta… Sabía que era sólo un espejismo, un segundo aislado entre miles de horas, pero eso no consiguió hundir aquella sensación de euforia. 
Nadamos hasta la zona contraria de la piscina, me cogió, y empezamos a besarnos. Dios, había pocas cosas más excitantes que besar a alguien en una piscina. Quería besarle bajo el agua, pero en realidad, estaba congelada, y con haber metido una vez la cabeza ya habían sido como un ejército de agujas a través del cuero cabelludo. Pero me prometí que a la siguiente no lo dejaría correr. 
Fuimos a hacerlo, pero no sé si sabréis que bajo el agua la dinámica es muy distinta al medio aéreo, y las cosas se complicaron un poco, así que lo dejamos por imposible. Nos achuchamos un poco más, pero ya no era tanto por el abrazo en sí, como porque hacía un frío que te cagas. Mucho, mucho frío. 
Aunque me hubiera gustado alargarlo un poco más, cuando me propuso salir acepté, porque me estaba convirtiendo en un cubito de hielo, y salimos fuera. Él había cogido una toalla, y yo, en toda la plenitud de mi inteligencia, no había cogido nada. Pero él se apiadó de mí, y me metió en la cueva de sus brazos, en la que hacía tanto calorcito como si hubiera una fogata encendida. Cómo adoraba aquello.
Después me quité el sujetador, y me puse la camiseta (mi-su camiseta de Metallica), y nos dirigimos hacia su casa de nuevo. Una vez allí estuvimos otro poco rato de mimitos, pero llegó el momento en el que tenía que irme a casa, así que me apañé como pude, y él me acompañó hacia allí.
Estuvimos en mi portal, mucho rato. Mucho. Haciendo el idiota. Mucho. Pero eso sólo lo supe al día siguiente, porque cuando estaba con él, el tiempo se me escapaba de las manos. Siempre he pensado que de llegar a pasar un… Tiempo largo con él, la vida se me iría en un suspiro por su culpa.
Aquella noche no hubo maremotos. Ni terremotos. Ni erupciones. Lo que viene siendo la calma antes de la tormenta.

jueves, 9 de octubre de 2014

Margaritas.

Quiero ser tu pronombre. Tu tercera persona. Tu femenino definitivo. Quiero ser ella.

"El sexo de la risa", Irene X.

Intoxicación.

Si yo de verdad que lo sé, que he visto demasiadas películas Disney, y que puede que me esté intoxicando, que me haya quedado "alelá" o qué se yo, pero no puedo dejar algo que tengo tan dentro de lado.
... Y sí, ni yo sé si hablo de Disney o de ti.


Rincones tristes.

Sabía que existían los rincones tristes, pero yo nunca había tenido uno para mí.
Y mira que ha habido oportunidades, ¿eh? Noches tirada por esquinas, por bancos, lágrimas corriendo por callejones como ríos chocando contra una presa... Podría decirse que Madrid es la única que me conoce de verdad, porque me ha visto en mis momentos más altos y en los bajos, en los más, más bajos. 
Pero nunca tuve un lugar concreto, triste, al que volviera, por casualidad o no, a deshojarme suave, como una margarita, sólo que en vez de preguntarme si me quiero o no, preguntaría si aquella noche es la última o aún queda un poquillo más.
Y entonces apareciste tú, cómo no. Y lo cambiaste todo, como has hecho con cada aspecto de mi vida, por mucho que ninguno seamos realmente conscientes de ello. 
Y también cambiaste esto.
Porque uno de estos miles de días horribles salía de tu casa, y me derrumbé, en la cuestita del portal que hay justo al pasar el garaje. Y vi que desde allí se veía la ventana de tu habitación. Y justo en ese momento la abriste. O bueno, puede que no fueras tú, pero desde aquella distancia sí que parecían tus manos.
Y me senté allí, y miré hacia tu ventana. Y me sentí muy Romeo, sólo que con droga en la garganta. Y pensé que estaría bien ser capaz de trepar hasta allí, pero que en realidad era casi tan difícil como treparte a ti. Aunque tu pared no hiciera cosquillas. Pero bueno, tú tampoco últimamente.
Y otro de esos miles de días horribles, parecía que esa rampita me esperaba, con los brazos abiertos, como si al verme enfilar la calle hacia tu casa supiera de antemano que acabaría allí, rindiéndome a ella.
Esa rampa ha escuchado muchas cosas. Y me ha limpiado muchas lágrimas. Y tiene más colillas mías que cualquier otra parte de la ciudad. Me sostenía mientras yo cerraba los ojos y pensaba en tu ventana, en ti, sonriéndome, como solías hacer. ¿Recuerdas mi sonrisa favorita?Estaba tan llena de vida... Sólo con verla alejabas todos mis fantasmas, y conseguías contagiarme parte de esa luz que siempre te ha llenado. Cuando me sonreías así, yo era especial. Daría lo que fuera, lo que fuera por volver a verla. Lo juro, lo que fuera. Incluso... Si no es para mí. Al menos significaría que eres feliz otra vez.
Acabo de pensar en lo que he escrito, y creo que habría que puntualizar que si fuera para cualquier otra persona moriría en el acto.
Y aún así mantengo lo dicho.
Mientras, me quedaré en esta esquinita del mundo, que es mía, en vez de nuestra, y que ahora siempre lo será, pase lo que pase, porque me sostuvo cuando ni yo podía hacerlo. 
Y sí, sé que estoy personalizando un trozo de asfalto. Y es probable que volviera a hacerlo. 
Incluso la cordura, ni eso me ha quedado.
Esperemos que la tinta de este boli dure un poco más.



P.D: volvió. Al menos una vez más. Y era para mí.

#07/09/14

Recuerdo los besos bajo la lluvia.
Los increíblemente dulces besos bajo la lluvia.

Wonderwall.

'Cause maybe
you're gonna be the one that saves me.


Hoy va a ser el día/ en el que ellos te lo van a recordar./ En este momento, de alguna manera deberías/ haberte dado cuenta de lo que tienes que hacer./ No creo que nadie/ sienta lo que yo siento por ti ahora./ Otra vez, en la calle está el rumor/ de que el fuego de tu corazón está apagado./ Estoy segura de que lo has oído antes/ pero nunca has tenido ninguna duda./ No creo que nadie/ sienta lo que yo siento por ti ahora.// Y todas las carreteras que tenemos que recorrer están poniéndose difíciles/ y todas las luces que nos guían están cegándose./ Hay muchas cosas que me gustaría/ decirte/ pero no se cómo.// Porque puede/ que tú seas el que me salve/ porque después de todo/ eres mi puerto seguro*.// Hoy iba a ser el día/ pero ellos nunca te lo van a recordar./ En este momento, de alguna manera deberías/ haberte dado cuenta de lo que tienes que hacer./ No creo que nadie/ sienta lo que yo siento por ti ahora.// Y todas las carreteras que tenemos que recorrer están poniéndose difíciles/ y todas las luces que nos guían están cegándose./ Hay muchas cosas que me gustaría/ decirte/ pero no se cómo.// Porque puede/ que tú seas el que me salve/ porque después de todo/ eres mi puerto seguro.// He dicho que puede/ que puede/ que tú seas el que me salve/ porque después de todo/ eres mi puerto seguro.// He dicho que puede/ que puede/ que tú seas el que me salve/ que tú seas el que me salve/ que tú seas el que me salve.

*Ya sé que la traducción sería algo así como "mi cortafuegos" o "mi maravilloso apoyo", pero el sentido viene a ser el mismo, aunque no sea literal; que eres mi punto de apoyo.

Capítulo 19.

Aquella noche, todo parecía ir de mal en peor. Mi padre se empeñó en llevarme a "casa de Lau", y finalmente tuve que ir a casa de Lau, aunque en realidad no fuera un gran problema, porque él me había dicho que al tener que hacer no sé qué matrícula no estaría listo antes de las doce, así que fui a casa de Lau, me dio un achuchón bien grande, y emprendí el camino hacia Canillejas. 
Una vez allí, pasé a por ramen y un mechero, pensando en mi droga y el ejemplar del sexo de la risa en mi mochila. Puede que entre los dos consiguieran que me olvidase un poco de mí misma.
Pero entonces mi patataberry parpadeó, y sorprendida abrí su mensaje. Que ya había terminado, que me pasara cuando quisiera. Lo cierto es que estuve tentada de decirle "eh, que estoy aquí abajo", pero eso iba a sonar muy acosador, así que esperé cinco minutos, y le dije que me abriera. Me dijo que ni de coña estaba ahí, y le contesté que bajara a comprobarlo. 
Me abrió la puerta, y casi sin mediar palabra, tiró de mí hacia dentro y me llevó hasta su casa, y después a su habitación. Me pareció muy brusco, y dolía, pero tenía tanto miedo de a qué pudiera deberse que no le dije nada. 
Dejé las cosas por ahí, y me preguntó cómo es que estaba abajo. Le conté por encima todo aquel lío monumental, pero seguía taciturno, enfadado, distante. No pude más con aquello y le pregunté qué le pasaba. Me dijo que muchas cosas, que tenía un día de mierda. Le insistí otro poco, y me dio largas, mirando en el ordenador sitios para ver Naruto (ya que el puto series.ly estaba lleno). Le seguí un rato el rollo e intenté besarle, y me apartó la cara. Y me tragué todo mi orgullo, y le dije que me contara. Me habló de cómo estaba mal con sus padres, de que querían meterle en el superior, de que la composición no avanzaba.. De que todo estaba jodido, en general. Y yo me sentía tan igual, que estuve a punto de derrumbarme, pero si algo me había quedado claro hasta ese momento es que tenía que ser fuerte, por los dos.
Le dije que lo íbamos a dejar todo fuera de la habitación aquella noche. Que nos cerraríamos a cal y canto, y que nada iba a importar salvo Naruto. Y le fui a dar otro beso, y volvió a apartarse. Y le dije que si no quería besarme, y me respondió que no, que no quería. No pude tragarme del todo las lágrimas a pesar de que no quería que él las viera, pero me clavé las uñas y pensé "sé fuerte, sé fuerte, sé fuerte".
Así que fuimos hasta su cama, y pusimos Naruto. Y al principio no me tocaba, pero luego se me escapó un comentario sobre lo imbécil que era Sakura y se rió. Y entonces él también lo comentaba, y se acercó un poco más. Y otro poquitín. Y empezamos a ver los capítulos en español porque se estaba partiendo el cuello al intentar leer los subtítulos de la versión en japo. Y nos sentamos en la cama, y cuando acabó el siguiente capítulo fue a hacer el ramen. Y a la vuelta se sentó justo a mi lado, mientras yo comía. Después él se acabó el ramen, ¡e incluso me abrazó!
No sé cuántos capítulos vimos aquella noche, pero nos quedamos en el que Haku "mata" a Sasuke, porque llevábamos allí ya... Un rato, por decirlo de manera elegante.
Bajamos a la cocina a por algo de comer, ya sabéis, la necesidad de este hombre de comer en mitad de la noche, y en un momento dado, los reflejos de dos años me perdieron y le besé. Y él me respondió al beso. Y me quedé de piedra. Pero de piedra, de piedra. Le miré y le pregunté; "¿pero no decías que no querías besarme?". Meneó la cabeza y contestó; "pues claro que sí, idiota". Y ya sí que definitivamente no entendí absolutamente nada, pero tenía muchas ganas de llorar, casi tantas como de él, y no quería arruinar aquello, así que le besé, y le seguí besando, hasta que las lágrimas se volvieron a mis venas y dejaron a los ojos en paz.
Aquella noche... Quería enseñarle algo. Así que le miré muy fijamente y le dije, "¿no me notas nada distinto?". Él me miró con atención, y terminó negando con la cabeza. "He venido sin maquillar, sin peinar, sin... Nada. Quería que me vieras... Tal y como soy, sabes, solo... Yo. Y saber qué te produce". "Sí... De eso ya me había dado cuenta, pero no sabía a qué te referías. Eres muy guapa". Me mordí el moflete por dentro. Sabía que me consideraba guapa, aunque no terminara de entender por qué. Pero lo que buscaba era provocarle algo, por dentro. Joder, removerle hasta que me odiara o me quisiera, pero no serle indiferente.
Volvimos a subir a su habitación, y nos dispusimos a dormir, al menos un ratejo. Lo bueno era que al día siguiente no tendría que salir a hurtadillas en mitad de la noche, sino que podríamos desayunar tranquilamente. Sí, adoraba desayunar con él.
Aquella noche dormí, pero saltando de pesadilla en pesadilla. Al día siguiente, él me dijo que le había dado la noche con tanta patada y tanto hablar. Lo dijo como resentido, y me sentí culpable por haber soñado. Y al segundo siguiente me sentí idiota por sentirme culpable por eso, y todo se me hizo un cóctel Molotov para empezar bien la mañana. Me pregunté si me quedaba algún momento con él de felicidad a secas, y me di cuenta de probablemente no muchos. Y eso terminó de rematarlo todo.
Como casi no había dormido, ni desayuno ni nada, le mimé un poco, pero al final dejé durmiendo y me marché de allí.
Una vez fuera de su casa no pude seguir y me apoyé sobre el muro de su casa, tratando de sacar aire de alguna parte. Acabé deslizándome hasta el suelo y llorando allí mismo, aterrada por si alguien de su familia me veía pero incapaz de moverme.
Al final vi que si no me marchaba tendría problemas, así que me levanté y deshice una vez más aquel camino, sólo con el sol.

domingo, 5 de octubre de 2014

Margaritas.

Eres la cornisa más bonita a la que me he aferrado en mi vida.

"El sexo de la risa", Irene X.

La princesa cisne.

Siento decirte que por mucho que mi vida se parezca más a un monólogo que a un dueto, lo es hasta el final del mundo.


Tiempo.

Me acabo de dar cuenta de que la próxima vez que me baje la regla… No va a estar conmigo. 
Aún no lo ha hecho, claro está, pero es sólo cuestión de tiempo. Y he pensado en que hace un par de semanas lo hicimos sin condón, y en que… No estará. Algo tan estúpido como eso. La próxima vez que me baje la regla no estará conmigo. Cómo te comes eso. Él era algo más seguro para mí que el hecho de que me bajase. Por eso me agobiaba cuando se me retrasaba unos días, pero no cuando él se iba de fiesta. 
Y lo peor es que es ésta no es la primera chorrada aplastante que se me pasa por la cabeza. Que parecen gnomos, saliendo de hasta debajo de las piedras, por todas partes, en todo momento. 
Luego hay detalles con los que me martirizo yo solita, admitámoslo. Como el hecho de que me coloque siempre su pulsera de mariposa del revés. Me dije a mi misma que la mantendría así, hasta el día en que las cosas se arreglasen (si es que ese día existe).  Y claro, cada vez que la veo es como una hostia en toda la cara. Igual que reniego de tirar la pulsera de “vivir es increíble”, aunque la veo como la mayor traidora que ha pisado la faz de la tierra. 
Y de pronto vienen de nuevo los que yo no contraté, y salgo de mi casa por la puerta de Miami y veo ese “Tú + yo = <3” que hay grabado en la placa de metal. Y claro, me derrumbo, y me siento en el suelo a mirarlo, y de pronto se me han pasado las dos primeras horas de la mañana. 
O cuando pienso (sin querer, estoy convencida) en que ninguna de nuestras fotos de what’s app nos muestran a nosotros, cuando hace un par de meses nos acaparaban, sonrientes. 
Y todo son chorradas, pero a lo mejor no lo son tanto. Son señales, como las que se hacían los indios con humo para comunicarse. Con todo eso nos comunicábamos que nos queríamos, que estábamos. Ahora… La única que enciende fogatas soy yo. Y tú eras al que se le daba bien apagarlas, así que casi siempre acabo reducida a cenizas y carne carbonizada. 
Y es que por mucho que me digan que el tiempo cura… Buf. De verdad que me resulta complicado creerlo.
Me da miedo el día en que llegue al límite de chorradas que me recuerden que no estás aquí.

#06/09/14

*Un año y once meses*.

Recuerdo aquellas escapadas a "casa de Elena", en las que bajaba a la calle en pantuflas, con un moño de choni, y en las que había tiempo para un beso, una sonrisa y poco más. La mayor parte de las veces con un frío helador, pero daba igual, porque hacían que pudiera respirar hondo y seguir creyendo.

Sigues estando en mi vida.

El tiempo no curó
la herida en mi corazón, 
siento que me estoy desvaneciendo
sin ti.


Porque sigues estando en mi vida.

Capítulo 18.

El sábado llegó, y yo no había dormido. Nada. Y no sentía la necesidad de hacerlo. Los ojos me ardían, sí, pero el resto del cuerpo estaba helado. Congelado.
“Creo que no quiero arreglarlo”.
Cómo podía no querer arreglarlo. Si de verdad me quería, y sabiendo lo alucinantes que podíamos llegar a ser, ¿cómo podía no querer arreglarlo?  ¿Cómo podía tenerlo tan claro como para decírmelo? ¿Cómo…? Tenía tantos cómo en mi cabeza que creí que me estallaría. 
Me monté en el coche tratando de mentalizarme de la actuación que iba a tener que llevar a cabo no más pusiera un pie en mi pueblo. Si mi abuela me veía así, el lío en el que podía meterme no tenía desperdicio. Busqué algo en mi ipod que me alejase de sus palabras, y no encontré nada; o estaba demasiado vacío, o tenía tanto significado que me desbordaba. Al final me decidí por "Here’s to us", no por nada, sino porque tenía que interiorizarla para tocársela, y lloré, lloré en el coche al oír las palabras de Lzzy, rezando que lo que se hiciera realidad fuera mi versión de la canción, y no la suya. Estuve todo el viaje escuchándola.
Cuando llegué a casa de mi abuela, fui al patio, y me quedé allí, parada, respirando el aire lleno de árboles, y deseando convertirme en una hoja, para irme con el viento, y dejar de desearme irme con él.
Suspiré y me senté a trabajar, ya que aquel finde tenía mucho, mucho trabajo por delante, porque tenía el proyect B atrasadísimo. Algo más tarde de la hora de comer, él me habló, y me dijo que le habían pillado la droga. Pensé que se refería a la droga que él tuviera guardada por ahí, le pregunté qué le habían dicho, y no me respondió. De hecho, no volvió a hablarme en todo el día, así que me entregué 100% al trabajo. 
Terminé todos los objetivos que me había marcado, y alguno más, y me sentí bien conmigo misma en bastante tiempo. Luego me acordé de él. Y me hundí. Toda mi familia a excepción de mi hermana había salido, así que me permití no ser fuerte durante cinco minutos. Me hice una bolita, y me balanceé sobre el banco, y de repente estaba llorando. Y una vez hube empezado, me di cuenta de que no podía parar. Llevaba tanto tiempo aguantándome una y otra vez, porque no me vieran mis padres, por no arruinar la tarde a mis amigas, por ser fuerte delante suya... Entonces fui consciente de cuánto tiempo llevaba aguantando, y de que no quería seguir siendo fuerte. Que lo único que quería era que alguien me abrazara, y me dijera que todo iba a salir bien. Y ese fue el momento en el que vino mi hermana, y me abrazó, y me dijo que todo iría bien. Y me di cuenta que, si bien adoraba a mi hermana y valoraba muchísimo que hubiera estado todo aquel tiempo conmigo, lo único que me habría calmado realmente en ese momento habría sido todo aquello… Viniendo de él.
Aquella noche le hablé con el teléfono de mi padre, para desearle que lo pasara bien mientras salía con asdhakfgewlu y las buenas noches. Me dio las gracias y me contestó que igualmente. De verdad que hubiera preferido que me pegara un bofetón, que me gritase, preferiría todo aquello antes que esa indiferencia, fría, horrible, como si estuviera a miles de kilómetros de mí. 
A pesar de estar de empalme, no podía dormirme. Di vueltas, y más vueltas, y más vueltas. Su voz resonaba en mis oídos, y su hueco a mi lado parecía una tumba en la que tenía que hacer equilibrios para no caerme. Finalmente, hacia las tres o las cuatro de la mañana caí sin remedio, entre un mar de lágrimas y precipicios.
El domingo me desperté, y seguí trabajando. El entusiasmo del día anterior había sido sustituido por un hastío que partía de la sensación de que nada iba a servir en absoluto. La desesperación me ahogaba, y no podía ver nada que no se volviera negro. 
Fui a la casa de mi otra abuela, y allí el paripé fue peor, porque al estar mis primos pequeños, tenía que implicarme más. Aunque, por otro lado, me entretuvieron durante un rato. Pero nada era capaz de sacarle de mi cabeza, así que me vi envuelta en las sombras al poco tiempo de haber llegado. 
Sobre las tres me habló, y me contó que casi le matan por lo de la droga, y que iba a cenar con su familia en vez de conmigo. Seguí hablando con él y me soltó que si me daba igual. Le dije que no, que de hecho, había pensado en decirle a su madre que la droga era mía. Y entonces fue cuando lo soltó; “eso ya lo saben, no son tontos”.  Me quedé en estado de shock. ¿Mi droga? Pero si yo me lo había llevado todo, ¿qué droga mía había en su casa? Pensaba que habían encontrado la suya. “Han visto la colilla y que les faltaba un mechero, y tú eres la única que viene a mi casa, no son tontos”. Joder, en serio que nada podía salirme peor, ¿verdad? No sólo no estaba consiguiendo nada, sino que además estaba haciendo que todo se jodiera más y más. Y encima su familia me odiaba. Me dijo que no hablara con sus padres, pero pensaba hacerlo de todas las maneras, al menos con su madre. Ella siempre había sido muy buena conmigo, y odiaba haberla decepcionado. En realidad no creo que la importara tanto como para llegar a decepcionarla, pero se entiende la idea. Y además él no me había entendido en absoluto, porque lo que había pensado hacer era salir en su defensa cuando pensaba que la droga no era mía. 
Encima me propuso que la noche la pasáramos con unos amigos suyos, en vez de los dos solos. Y encima iba a llegar tarde, porque tenía que hacer una matrícula. ¿Se podía llegar a casa a las doce de la noche por tener que hacer una matrícula? Le dije que no me mintiera, y me contestó que no lo hacía. Decidí creerle, porque si perdía mi confianza en él, ya no me quedaría nada.
Joder. Sentía que todo se hundía por momentos, y yo no tenía manera de mantenerlo a flote. Y que el peso me hundía a mí, y él se quedaba arriba, en la superficie, mirando hacia delante, olvidándose de mí. 
No podía esperar a llegar a casa, y silenciar mi cabeza, porque lo único capaz de conseguirlo eran sus manos.