Me acabo de dar cuenta de que la próxima vez que me baje la regla… No va a estar conmigo.
Aún no lo ha hecho, claro está, pero es sólo cuestión de tiempo. Y he pensado en que hace un par de semanas lo hicimos sin condón, y en que… No estará. Algo tan estúpido como eso. La próxima vez que me baje la regla no estará conmigo. Cómo te comes eso. Él era algo más seguro para mí que el hecho de que me bajase. Por eso me agobiaba cuando se me retrasaba unos días, pero no cuando él se iba de fiesta.
Y lo peor es que es ésta no es la primera chorrada aplastante que se me pasa por la cabeza. Que parecen gnomos, saliendo de hasta debajo de las piedras, por todas partes, en todo momento.
Luego hay detalles con los que me martirizo yo solita, admitámoslo. Como el hecho de que me coloque siempre su pulsera de mariposa del revés. Me dije a mi misma que la mantendría así, hasta el día en que las cosas se arreglasen (si es que ese día existe). Y claro, cada vez que la veo es como una hostia en toda la cara. Igual que reniego de tirar la pulsera de “vivir es increíble”, aunque la veo como la mayor traidora que ha pisado la faz de la tierra.
Y de pronto vienen de nuevo los que yo no contraté, y salgo de mi casa por la puerta de Miami y veo ese “Tú + yo = <3” que hay grabado en la placa de metal. Y claro, me derrumbo, y me siento en el suelo a mirarlo, y de pronto se me han pasado las dos primeras horas de la mañana.
O cuando pienso (sin querer, estoy convencida) en que ninguna de nuestras fotos de what’s app nos muestran a nosotros, cuando hace un par de meses nos acaparaban, sonrientes.
Y todo son chorradas, pero a lo mejor no lo son tanto. Son señales, como las que se hacían los indios con humo para comunicarse. Con todo eso nos comunicábamos que nos queríamos, que estábamos. Ahora… La única que enciende fogatas soy yo. Y tú eras al que se le daba bien apagarlas, así que casi siempre acabo reducida a cenizas y carne carbonizada.
Y es que por mucho que me digan que el tiempo cura… Buf. De verdad que me resulta complicado creerlo.
Me da miedo el día en que llegue al límite de chorradas que me recuerden que no estás aquí.
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