jueves, 9 de octubre de 2014

Rincones tristes.

Sabía que existían los rincones tristes, pero yo nunca había tenido uno para mí.
Y mira que ha habido oportunidades, ¿eh? Noches tirada por esquinas, por bancos, lágrimas corriendo por callejones como ríos chocando contra una presa... Podría decirse que Madrid es la única que me conoce de verdad, porque me ha visto en mis momentos más altos y en los bajos, en los más, más bajos. 
Pero nunca tuve un lugar concreto, triste, al que volviera, por casualidad o no, a deshojarme suave, como una margarita, sólo que en vez de preguntarme si me quiero o no, preguntaría si aquella noche es la última o aún queda un poquillo más.
Y entonces apareciste tú, cómo no. Y lo cambiaste todo, como has hecho con cada aspecto de mi vida, por mucho que ninguno seamos realmente conscientes de ello. 
Y también cambiaste esto.
Porque uno de estos miles de días horribles salía de tu casa, y me derrumbé, en la cuestita del portal que hay justo al pasar el garaje. Y vi que desde allí se veía la ventana de tu habitación. Y justo en ese momento la abriste. O bueno, puede que no fueras tú, pero desde aquella distancia sí que parecían tus manos.
Y me senté allí, y miré hacia tu ventana. Y me sentí muy Romeo, sólo que con droga en la garganta. Y pensé que estaría bien ser capaz de trepar hasta allí, pero que en realidad era casi tan difícil como treparte a ti. Aunque tu pared no hiciera cosquillas. Pero bueno, tú tampoco últimamente.
Y otro de esos miles de días horribles, parecía que esa rampita me esperaba, con los brazos abiertos, como si al verme enfilar la calle hacia tu casa supiera de antemano que acabaría allí, rindiéndome a ella.
Esa rampa ha escuchado muchas cosas. Y me ha limpiado muchas lágrimas. Y tiene más colillas mías que cualquier otra parte de la ciudad. Me sostenía mientras yo cerraba los ojos y pensaba en tu ventana, en ti, sonriéndome, como solías hacer. ¿Recuerdas mi sonrisa favorita?Estaba tan llena de vida... Sólo con verla alejabas todos mis fantasmas, y conseguías contagiarme parte de esa luz que siempre te ha llenado. Cuando me sonreías así, yo era especial. Daría lo que fuera, lo que fuera por volver a verla. Lo juro, lo que fuera. Incluso... Si no es para mí. Al menos significaría que eres feliz otra vez.
Acabo de pensar en lo que he escrito, y creo que habría que puntualizar que si fuera para cualquier otra persona moriría en el acto.
Y aún así mantengo lo dicho.
Mientras, me quedaré en esta esquinita del mundo, que es mía, en vez de nuestra, y que ahora siempre lo será, pase lo que pase, porque me sostuvo cuando ni yo podía hacerlo. 
Y sí, sé que estoy personalizando un trozo de asfalto. Y es probable que volviera a hacerlo. 
Incluso la cordura, ni eso me ha quedado.
Esperemos que la tinta de este boli dure un poco más.



P.D: volvió. Al menos una vez más. Y era para mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario