Las verdades absolutas de hoy, mañana habrán dejado de serlo. Al menos, es probable.
Peter Banning sabía que Peter Pan era un cuento, hasta que Garfio secuestró a sus hijos. Hércules sabía que sus padres eran dos campesinos, hasta que ya no fue así. Simba sabía que no volvería para ser rey, hasta que Nala apareció y lo puso todo patas arriba. Jasmine sabía que no se casaría hasta que conoció a Aladdin.
Vale, es verdad, todo eso son cuentos de hadas.
Veamos... Los ucranianos hace un año sabían que no estarían en guerra en menos de un año. La OMS sabía que era prácticamente imposible que un brote de ébola se extendiera por el mundo.
¿Más cercano...? Hm. La mayor parte de la población española hace un año sabía que no había muchas más opciones a las que votar que PP y PSOE.
¿Más cerca...? Vaaaale.
Yo sabía que no te quería. Sabía que lo mejor era dejarlo. Sabía que no iba a salir bien, que no iba a ser lo mismo porque soy una picaflor que no atiende a razones monógamas.
Y poco a poco, no supe si era buena idea o no. No sabía si lo mejor era dejarlo. No sabía si saldría bien.
El poco a poco fueron casi cuatro meses. Casi cuatro meses en los que supe, y después dejé de saber. Porque no cerré del todo la puerta. Porque no dejé de dormir con Antoñito. Porque no podía resistirme a tu boca, aunque no supiera por qué.
Porque me daba igual verte que no. Tenerte que no. Y un día te necesité tanto como respirar. Y entonces supe otra vez.
Supe que soy imbécil, y que el miedo tiene muchas caras, pero que las oportunidades no duran para siempre.
Y que te quería.
Sé que sabes que no me amabas. Pero sé que no sabes si me amarás mañana. Porque las verdades absolutas no se fían ni de ellas mismas. Y una vez han cambiado, pueden volver a hacerlo, para bien o para mal.
Así que vamos a dejar de saber y a empezar a creer.
En nosotros, por ejemploNo cierres la puerta a la verdad absoluta de mañana.
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