sábado, 13 de septiembre de 2014

Estás muy guapo cuando no te enfadas.

Han pasado más de ciento cincuenta días y mi estómago todavía se atreve a darle un mordisco al corazón cada vez que apareces en cualquier tipo de formato.

Qué curioso y qué hijo de puta el paso del tiempo, que hace tratos con la magnitud de tu recuerdo. Y así no hay manera humana de librarse.

Qué despistada o qué cobarde yo que no reúno, ni encuentro, valor, para enterrar el orgullo y destaparte una sonrisa.

Qué pena. De verdad, qué idiota. Qué minúscula soy a veces ante la enormidad de tus hostias y tus; "no me quedo". Y qué gigantes son mis ganas de destrozarte la boca a besos; y qué estúpida la distancia y qué pesada la idea de no vencerla.

Y qué puta maravilla tu sonrisa... Esa que te viene de serie y me sienta de cine. La misma que se acomoda en mi cabeza y corretea a su antojo. La que se cruza de brazos cuando me enfadas y me dice: "Tonta, cállate..." Y me impulsa a escribirte lazos.

A contarte que ya hemos perdido la esperanza. Quédate, que es lo último que se pierde. Quédate, por favor... Que ya no vamos a perder nada.

Qué obra de arte tu cuerpo, que se acuesta con el mío en sueños y le muerde las ganas a mi espalda. Cuánto tiempo perdido en admirar cuadros antes de conocer el hábitat natural de verte andar por el pasillo desnudo.

Qué frágil mi orgullo a punto de suicidarse, qué húmedos mis labios soportando lo que callas.

Y qué bonito tú, joder.
Aún cuando te escapas de mis manos.


"El sexo de la risa", Irene X.

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