lunes, 8 de diciembre de 2014

Menos polos opuestos de lo que parece.

“Pero cuando salgo del gimnasio obtengo resultados inmediatos. Cuando termino de hacer algo a lo que no le saco partido me frustra, porque está totalmente inutilizado. No le veo ninguna utilidad. Y eso es porque todavía falta por currar. Es un maldito proyecto. No puedo sentirme orgulloso o realizado con un proyecto a medias. Porque nadie me asegura tener resultados. Lo veo tan cerca y tan lejos”.
Leía esto y lloraba. Lloraba a mares. Por qué, por qué al final del todo era cuando me entendías. Por qué estabas en tu casa sintiendo lo mismo que yo, y yo en la mía, sintiendo que me moría. 
Casi con las mismas expresiones me refería yo a ti, y copio literal de un texto que escribí: “todo son proyectos, ideas, me estoy lanzando al vacío sin saber si conseguiré nada, puede que me quede sin nada, ¡sin nada! Todo es humo, algo que se vislumbra a lo lejos y no consigues distinguir si es alguien que conoces o sólo una sombra. Y parece que por mucho que avances, nunca llegas a estar lo suficientemente cerca como para comprobarlo”. 
Tú tras la música, y yo detrás de ti. Si al final no íbamos a ser tan distintos. Al final íbamos a parecernos más que a diferenciarnos. Ahora lo veías todo negro, pero, en algún momento, ibas a revolverte, rabioso, contra el hundimiento, e ibas a decirte a ti mismo que podías salir adelante, que tenías que hacer cosas, moverte. Tal y como hice yo. Y heme aquí, moviéndome. Pero siempre hay momentos en los que no puedes hacer nada por hundirte. Y ahí estoy yo. Siendo fuerte hasta límites a los que pensé que nunca llegaría, y dándome a mí misma pequeñas treguas para no alcanzar el límite que no siento tan lejos. Por mucho que sienta que todo al final no servirá para nada, porque no puedo dejar de intentarlo. Aunque todo mi esfuerzo acabe yéndose a la puta mierda.
******
Esto lo escribí la noche en la que “acabaste” la composición.
Al día siguiente me dijiste esto:
Ni con el gym ni con nada. La gente cuando le da el bajón no hacen nada para salir de ahí. Yo estoy haciendo todo lo posible y no es suficiente, pero no me vendré abajo por eso”.
Y me di cuenta de que estabas siendo yo en versión rápida. Que a mí me había costado días de depresión llegar a ese punto, y que aún me encontraba ahí. Me pregunto quién llegará antes al que quiera que sea el siguiente paso. Y si seguiremos recorriendo el mismo camino, como hemos hecho hasta ahora. 
“La verdad es que si tengo que esperar todo ese tiempo a que esté bien me va a costar pero haré lo que pueda y más”.
Ay amigo. Seguro que me cuesta más a mí, pero todo lo que pueda y más se queda corto.

******
No puedo resistirme… Esto es una especie de anexo, pero ¿recuerdas aquel día en que entramos en Tuenti? Bueno… Pues aquel domingo me puse a leer la conversación. Pero de verdad, casi cuatro horas seguidas hasta que el cursor no me dejó subir más. Creo que nada me ha dolido más en la vida, salvo tú. Fue horrible. Pero no pude evitarlo. No pude evitar verme en ti, y verte a ti en mí. Veía cómo las dudas me corroían en aquel entonces, como tú me decías “esto duele” y yo te decía que lo sentía, pero que no tenía ganas de verte. Y me miro ahora y siento que quiero decirte “esto mata” y tú te disculpas por no querer verme. Aunque en realidad, mientras escribo esto, recuerdo que te vi el viernes por la mañana, y te despedí el sábado de madrugada, como quien dice. Pero aún pende sobre mí el recuerdo del domingo pasado, del lunes, el martes y el miércoles mirando el techo y luchando por no ahogarme en mis lágrimas. 
Pero no quiero desviarme. Sólo quiero… Enseñarte, mostrarte, demostrarte, cómo la vida da muchas vueltas. Cómo no hay que abandonar algo cuando se pone difícil, porque puede que de un año a esta parte te sientas la cosa más gilipollas del mundo por haber pensado siquiera todo esto… Yo me siento lo más gilipollas del mudo por haber pensado todo eso. Quiero mostrarte cómo las preguntas que no puedo evitar decirte yo ahora, las has preguntado tú. Cómo la desesperación te llenaba a ti también. Quiero mostrártelo. Quiero que seas consciente en lo más hondo de ti… De que realmente tiene solución. Porque ya la tuvo. Y la puede volver a tener.
(Si pinchas sobre la imagen se hace más grande).

Aquí está lo malo. Los momentos en los que realmente sentía que no íbamos a ningún lado. Pero en esa conversación también hay cosas increíbles. Porque por muchos malos ratos que haya habido a lo largo de todo este tiempo (que han sido MUCHOS), esos no nos definen. Lo hacen los buenos. Pero nunca está de más recordar que los “milagros” han pasado cuando todo apuntaba a lo contrario. Tampoco que tú y yo no somos tan distintos, al final.

******
Anexo dos, y ya paro, prometido. Pero es que sigo leyendo… Y joder, joder y joder.
El sábado que fuimos a argu después de cenar en el japonés todos juntos, ¿te acuerdas? Aquel día había discutido tocho con María, y aunque tú no te sentías especialmente bien, en cuanto viste que me derrumbaba, cogiste y me abrazaste hasta que me calmé un poco, e intentaste que me riera. Por la noche, cuando salimos del restaurante, te dije que mi padre me dejaba salir hasta las tres, que no me importaba no salir e irme en aquel momento, pero que no quería volver sola. Te reíste y me dijiste que me acompañarías a casa, que era estúpida. Recuerdo quedarme a tu lado, cogerte de los mofletes y plantarte un beso. Durante este tiempo sólo he hecho eso cuando hacías algo bonito por mí. Pero en aquel momento concreto, en la Plaza de Santo Domingo, me vino a la cabeza la frase de una canción “you always make me feel okay”. Recordé cómo después de aquello pasé toda la noche intentando que lo pasaras bien… Pasándolo bien contigo, sí. Y lo bien que me hizo sentir que me dijeras que lo había conseguido cuando me acompañaste a casa. Y al día siguiente, leyendo la conversación de Tuenti, encontré esto.

Sigues siendo el único  capaz de hacerlo.



Eres para mí una maraña de versos sin adulterar
la longitud de mi maldita debilidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario